Manuel Rojas y el Cine
POR JORGE GUERRA POR JORGE GUERRA
Manuel Rojas tenía clara conciencia de que su novela "Hijo de ladrón" tenía atributos suficientes para llegar al cine a través de una adaptación. Su interés y gusto por el cine le decía que este arte era un excelente medio para acceder a un público numeroso como fue siempre su propósito.
Tenía claro también que podía ser una fuente de ingresos importantes que le proporcionara la necesaria tranquilidad para escribir. Numerosos fueron sus esfuerzos por conseguirlo, como se detalla más adelante en este libro.
A partir de un viaje que realizó a Buenos Aires en 1960, donde se encontró con Helvio Soto -incipiente escritor chileno y más tarde cineasta que residía en esa ciudad-, emprendió una serie de gestiones a las que se agregarán el actor Lautaro Murúa y Augusto Roa Bastos, escritor paraguayo exiliado en Argentina. Después de muchas promesas y declaraciones de interés de productores y directores, sus intentos en Buenos Aires no prosperaron.
De aquello quedó un pre-guion de Roa Bastos, preparado para convencer a las productoras, que consiste en cinco carillas que se inician con el listado de los personajes, base para un elenco y las locaciones donde se desarrolla la historia. Luego viene la sinopsis que relata los hechos en forma cronológica y no como están en libro; también se omiten algunos episodios como el trabajo del protagonista en la cordillera y se destaca, en cambio, un tímido interés amoroso de Aniceto que en la novela no tiene relevancia.
Le siguen dos notas, una "Sobre el protagonista" y la otra "Sobre la historia". La primera es una reseña muy precisa del personaje Aniceto que permite construir el tipo humano que es, su origen, sus circunstancias, sus luchas por sobrevivir y crecer como individuo, hasta que "conquista poco a poco su libertad interior y la va integrando a la solidaridad de los que encuentra a su paso".
En la segunda nota, Roa Bastos señala primero que se trata de una narración autobiográfica y subjetiva, precisando que lo que se relata corresponde a lo que el protagonista ve y siente, sin anticipación, es decir, el encuadre de que habláramos anteriormente, apoyándonos en el estudio de Silvia Donoso.
Algo que se ha dicho también es que el personaje y su acontecer le dan sentido a su entorno, "se integran profundamente al contorno -dice Roa Bastos-, al medio humano y social donde le toca actuar". Se deja en claro que la progresión dramática del filme coincide con la estructura temporal de la novela, mencionando los recursos cinematográficos a usar: "El mundo de Aniceto Hevia, hecho de una sola imagen básica, aunque fragmentado en numerosos momentos, va a apareciendo concreto y desnudo en los hechos, en sus actos, en sus comportamientos, al margen de todo comentario moralizador y discursivo. La estructura y la progresión dramática del relato cinematográfico mantienen el esquema de discontinuidad del original, apoyándose en un contrapunto de planos temporales entre la infancia y la adolescencia del protagonista. La discontinuidad de los diversos planos temporales corresponde a una discontinuidad en los planos espaciales. El desarrollo dramático va procediendo por condensación de momentos y situaciones, eliminando los tiempos débiles, los datos explicativos o los nexos puramente cronológicos o casuales".
Y, por último, se propone un contrapunto entre la niñez y adultez de Aniceto, una pugna por la pérdida de la infancia y la lucha por sobrevivir y enfrentar el hambre física, pero también el hambre de afecto, de liberarse y crecer hasta hacerse un hombre.
El trabajo de Roa Bastos concluye con una detallada "Sinopsis de la continuidad cinematográfica" o resumen de las secuencias del filme, donde no se omite ningún episodio de la novela. Es lo que conocemos actualmente como escaleta. Queda claro, entonces, que la obra literaria no sufría ningún cambio en el traspaso cinematográfico e, incluso, se respetaba el momento histórico en que suceden los hechos -comienzos del siglo XX hasta 1914, aproximadamente-.
Sociedad con helvio soto
Aunque este proyecto no llegó a concretarse, Rojas estaba muy interesado en insistir en él e incursionar en el mundo del cine de algún modo. A fines de 1960 decidió constituir una sociedad con Helvio Soto con el propósito de ofrecer la realización de películas a instituciones. "Con Helvio -dice Rojas- hemos hecho una especie de firma comercial y nos disponemos a sacarnos la miéchica trabajando".
Soto ya estaba de regreso en Chile donde se había iniciado un renacer cinematográfico, alentado por la incorporación de cámaras de 16 mm y, sobre todo, por el ambiente social y político propicio que se vivía y que se extendía a toda Latinoamérica.
Esta sociedad estaba constituida por Manuel Rojas, que figura como "asesor literario y argumentista", Enrique Soto como director, Helvio Soto como asistente de dirección y Hernán Garrido como camarógrafo (...).
De esta empresa y sus resultados solo conocemos dos manuscritos correspondientes a dos cartas de las que no hay certeza de que se hayan enviado. Una dirigida a la Junta de Adelanto de Arica y otra a Chile Films S.A.. En la primera, luego de presentar al equipo mencionado, Manuel Rojas ofrece la realización de dos películas en blanco y negro. Una de ellas es del género comedia, con duración de 80 minutos, cuya locación principal es la ciudad de Arica, para difundir las atracciones turísticas de la ciudad nortina, especialmente entre los países limítrofes (...).
No sabemos, como se ha dicho, si esta carta llegó a su destino y si hubo respuesta o intercambio entre la Junta de Adelanto y esta empresa emergente. De lo que sí hay certeza es de que el filme no se realizó. Sin embargo, existe el avance del guion de la película escrito por Rojas, que mezcla intrigas de negocios, espionaje y celos (...).
Ahí finalizó el empeño empresarial de Rojas y sus eventuales socios. El escritor había buscado en aquello entrar de lleno en un arte que se conectaba con su escritura y si bien sabía que la experimentación en el cine estaba condicionada por muchos factores externos e inmanejables, era una oportunidad para trabajar con nuevas herramientas narrativas y aprender un arte que siempre le había atraído. Significaba también incrementar sus ingresos, mejorar su condición económica y alcanzar la tranquilidad necesaria para desarrollar su oficio. Poder resolver esta ecuación fue un desafío que lo acompañó hasta el final de su vida.
El Samurái DE LOS LIBROS
Título: "Manuel Rojas, narrativa de la imagen".
Autor: Jorge Guerra.
Editorial: Narrativa Punto Aparte.
Extensión: 204 páginas.
Precio: $ 15.000 en librerías online.