Una mañana en el jardín de María
De todas las veces que nos han pedido volver a creer en Valparaíso, quizás esta sea una de las más románticas y esperanzadoras de los últimos tiempos. Atacar el desmedro a la ciudad a través de la sicología visual que presenta su entorno quizás no sea una idea novedosa, pero esta vez hay algo en la actitud y el convencimiento que hace mucho tiempo no se veía por estos pagos.
En una inspiradora jornada en el desconocido y maravilloso jardín de la señora María Pedrina Rigoni en la calle Lautaro Rosas del Cerro Alegre, la Asociación Gremial Hoteles de Valparaíso, liderado por la incombustible Karen Lein, y también juntas de vecinos del sector, presentó bajo el maravilloso sonido del contrabajo de uno de los hijos de la inmigrante italiana, un plan de recuperación de 40 fachadas y dos murales dañados durante el estallido social del sector turístico más importante de la ciudad.
Pero incluso más allá de la estética y el tremendo aporte urbano que es la obra financiada por Sercotec, es de nobleza destacar el tremendo golpe anímico que esto representa para un barrio estigmatizado por connotados hechos de violencia, sin contar el devastador impacto que tuvo la citada revuelta social de octubre de 2019 y la larga e insufrible pandemia que le siguió.
Las fachadas escogidas fueron, en boca de Karen Lein, "casas que tuvieran un impacto inmediato y visual en los visitantes y vecinos, todas en el eje de las calles Almirante Montt, San Enrique, Lautaro Rosas y Galos". A ello se sumó la recuperación de dos edificios emblemáticos, como Casa Vander y la Casona Atkinson.
Si, como bien dice el historiador y vecino del Cerro Alegre, Juan Didier, sus propios habitantes ya habían comenzado a acostumbrarse (en el sentido más cruel del verbo) a los rayados, la inmundicia y la destrucción sin sentido, "cuando está todo arregladito, incluso nos mejora el estado de ánimo, impacta en todo".
Atacar el desmedro a la ciudad a través de la sicología visual que presenta su entorno quizás no sea una idea novedosa, pero esta vez hay algo en la actitud y el convencimiento de sus exponentes que hace mucho tiempo no se veía por estos pagos. Se ve, se entiende y se asume que a todos nos hace bien un día de reposada reflexión sobre ese Valparaíso a merecer, como decía Gonzalo Rojas. Pero ser testigos de cómo las más talentosas periodistas del país -incluyendo a la corresponsal del diario español El País- vibran ante la imponencia de un trozo del Cerro Alegre (el Mount Pleasant que le llamaban sus primeros habitantes ingleses), da cuenta de que debemos volver a poner en valor su existencia a como dé lugar.
"Los murales son una expresión de las personas y los pueblos desde todos los tiempos y en muchas ciudades importantes del mundo. Mantener ese lenguaje en buenas condiciones, sin rayones, es vital para la identidad de una ciudad única que no podemos dejar morir. Esta arquitectura resume todas las influencias de los inmigrantes que fundaron esta ciudad", decía la bella María Pedrina Rigoni, también académica, arquitecta e historiadora del arte, quien desde su emprendimiento "El jardín de María" de Lautaro Rosas pareciera intentar preservar -contra viento y marea- ese pequeño pedazo de paraíso que quizás muy pocos saben que existe.