LA TRIBUNA DEL LECTOR Roberto Hernández Cornejo y la muerte de José Manuel Balmaceda
POR RODRIGO MORENO JERIA, PROFESOR TITULAR UAI Y VICEPRESIDENTE FUNDACIÓN ROBERTO HERNÁNDEZ CORNEJO
Roberto Hernández Cornejo fue sin duda uno de los grandes cronistas de Valparaíso, a tal punto que, hasta el presente, su legado intelectual sigue plenamente vigente para todos quienes quieran explorar la riqueza histórica de este puerto. Sin embargo, la mirada de este melipillano de nacimiento y porteño por adopción siempre estuvo atenta a los quehaceres culturales del país, tal como queda reflejado en obras como "El Roto Chileno" (1929), "El Salitre "(1930) y "Los Chilenos en San Francisco de California" (1930), donde, con su gran talento de investigador, periodista y escritor, supo volver a la memoria episodios o procesos que marcaron la vida nacional.
Precisamente en este contexto es que situamos la obra que aquí presentamos y que es menos conocida, no porque no se haya publicado alguna vez, sino porque estas letras vieron la luz como sendas columnas del desaparecido diario La Unión de Valparaíso, los días 19 y 20 de septiembre de 1941, justo al cumplirse en ese momento los 50 años del suicidio del presidente José Manuel Balmaceda.
Aquel 19 de septiembre el autor de la extensa columna, junto con aprovechar de recordar detalles de los momentos finales del malogrado presidente, aludía a la obra de Joaquín Rodríguez Bravo titulada "Balmaceda y el conflicto entre el Congreso y el Ejecutivo" (dos tomos, 1921 y 1925), la cual, a juicio de Hernández, requería de algunas precisiones históricas, aunque aprovechaba de laurear la gran fama de constitucionalista que tenía aquel abogado y escritor fallecido en 1924. De hecho, el segundo tomo de esta obra había salido a la luz póstumamente, y ahí, a propósito de algunas referencias a la muerte de Balmaceda y a la visión crítica que tuvo Rodríguez Bravo hacia el papel desempeñado por el diplomático argentino José Evaristo Uriburu, es que Hernández consideraba necesaria una aclaración a la luz de los acontecimientos, conocidos a través de las últimas cartas que el propio Balmaceda había escrito antes de su muerte y que podían disipar dudas acerca de su determinación y del verdadero papel que jugó el diplomático trasandino, quien no solo era embajador, sino decano del cuerpo diplomático.
Hernández pensaba que criticar las acciones de Uriburu eran injustas considerando que fue él quien había inicialmente ofrecido asilo en la legación trasandina al presidente Balmaceda, el cual, si bien fue inicialmente desechado, posteriormente, a la luz de los hechos -la derrota en Placilla- terminó concretándose.
El relato, a modo de crónica muy propio de su tiempo, lleva al lector a tener una mirada más humana de una tragedia como fue el suicidio de Balmaceda, trascendiendo la crispación política que había llevado al país a una división profunda que parecía irreconciliable. Es un relato que lleva a vivir nuevamente aquel último mes de vida del cuestionado mandatario y comprender, desde la mirada de Hernández, las razones que movieron al entonces expresidente a tomar tan trágica determinación.
El análisis del "memorándum íntimo" que dejó Balmaceda a su esposa e hijos, con detalles de su patrimonio económico, es una de aquellas piezas documentales que Roberto Hernández saca a luz pública para mostrar una cara distinta de un personaje que tanta división había producido en el país, y lo hacía a 50 años de aquellos acontecimientos con la conciencia de que aún quedaban con vida muchas personas que, siendo jóvenes en tiempos de la Revolución de 1891, recordaban estos acontecimientos desde múltiples miradas, entre ellas, el propio Hernández, quien para entonces tenía 13 años.
En suma, con una fina pluma que cautiva al lector en los episodios narrados, e intentando sustentar su visión con un valioso epistolario, Roberto Hernández logra el objetivo propuesto en cuanto a revivir aquellos tristes hechos de la vida política nacional desde una mirada humanizada.
Esta bella coedición del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y la Fundación Roberto Hernández Cornejo, con una presentación de Roberto Hernández Anguita, nieto del autor, y un prefacio de David Aceituno y Ricardo Iglesias, recupera estas bellas letras a 81 años de su primera publicación, y posibilitan a los futuros lectores dimensionar no solo el legado del referido cronista, sino reflexionar sobre las complejidades políticas que ha vivido Chile en el pasado y de las cuales tenemos muchas enseñanzas que extraer.