Ejemplo
Joaquín García-Huidobro
Ya termina el trabajo de la Convención Constitucional y parece que, a juzgar por tu rostro cansado, también se terminan tus fuerzas. El trabajo de la Comisión de armonización ciertamente es muy importante, aunque no cambiará nada de lo ya decidido.
Quizá estés aliviado después de esta maratón; sin embargo, no estás contento. Sabías bien que el ejercicio era difícil, que exigía una constante disposición a dialogar y, por supuesto, suponía ceder en muchos puntos para lograr los necesarios acuerdos. Pero no te esperabas estos resultados que, en tantos aspectos, dejan mucho que desear. Te duele especialmente el hecho de que las regiones hayan quedado tan mal paradas: que les haya resultado muy fácil borrar en un momento una institución como el Senado, que, además de representar la mirada regional, resulta fundamental para tener una legislación mejor o al menos no tan mala.
También te inquieta que la sociedad civil pierda protagonismo y que el derecho preferente de los padres en la educación de sus hijos quedara muy debilitado. En cambio, se alza un Estado todopoderoso, que en el futuro pretende encargarse de casi todas las cosas importantes. Cuando tú te atrevías a preguntar: "¿y de dónde saldrá la plata para financiar todo este gigantismo burocrático y esa cantidad de prestaciones estatales?", tus dudas eran desoídas.
Todo esto te parece muy raro. Esa confianza infinita en el aparato estatal como proveedor de los bienes públicos se da precisamente en un momento en que los chilenos somos testigos de la incapacidad del Estado de garantizar algo tan básico como la posibilidad de andar tranquilos por las calles; de sembrar un campo y cosechar sus frutos; o de estudiar en un establecimiento público donde las clases se hagan, se pase la materia y uno esté libre de la violencia.
Hasta hay cosas que si bien parecen menores, no contribuyen a tu optimismo: los textos aprobados no pasarían un control mínimo de calidad literaria, porque están mal redactados y en muchos casos son confusos.
A ti, que viste el modo en que muchos procedían al interior de la Convención, estas cosas no te extrañan aunque te dan pena. Lo que al principio parecía que iba a ser la Constitución de Fernando Atria -lo que ya era problemático- terminó siendo la Constitución de Marcos Barraza, un hombre de gran habilidad, pero cuyas lógicas de desquite maximalistas no promueven el entendimiento entre los chilenos.
Queríamos tener una Carta fundamental que expresara la transversalidad del acuerdo del 15 de noviembre y nos encontramos con un proyecto de nicho.
No sabemos si este texto será aprobado o no. Cuatro meses son un larguísimo plazo en política y sería precipitado hacer vaticinios demasiado seguros. Pero está claro que, se apruebe o rechace, el ejercicio de deliberación política que esperábamos no tuvo lugar. Y eso es triste.
En este contexto te surge, inevitable, una pregunta: "¿Ha valido la pena todo este esfuerzo?" "¿Me habría metido en este entuerto si hubiese sabido cómo iba a terminar?"
Reconozco que es fácil hablar desde una columna escrita en la tranquilidad de la noche; con todo, aun así te digo que sí y quiero agradecer todo tu esfuerzo.
Es posible que el borrador constitucional se apruebe, pero las advertencias que hiciste en este largo tiempo, tus posturas moderadas y tu esfuerzo por dialogar incluso allí donde no encontrabas respuesta, constituyen un buen punto de partida para hacerle las modificaciones que permitirán que este proyecto sea viable. Porque no es casual que muchos que apoyan desde ya el "apruebo" del borrador constitucional nos adviertan que habrá que hacerle numerosas modificaciones. Así, desde un principio.
Cabe también que se rechace. En este caso, no será lo mismo hacerlo de forma visceral que emitir ese voto de manera responsable, después de haber visto que hubo gente como tú que puso todos sus esfuerzos para que este empeño resultara. Nos has dado un buen ejemplo. De verdad lo necesitamos para enfrentar los difíciles tiempos que vienen.