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"Pasó como una tira de agua, alcanzamos a salir con lo puesto y arrancamos para la cordillera. Después vino otra y la casa se la llevó entera. Los que quedamos subimos bien arriba y desde ahí mirábamos el mar que entró por los esteros. Era impresionante".
María Rosa encuentra imprudente que se haya vuelto a construir donde mismo, en la parte baja o a mitad de cerro, frente al mar. "Ahora la gente no halló nada más bonito que hacer casas en vez de plantar verde. No presiente el peligro de que puede volver a repetirse. ¿Qué pasaría? ¡No quedaría nada! El tiempo pasó, todos siguieron su rutina, trabajaron, y esto quedó como recuerdo...de los que se acuerdan".
Los dos testimonios siguientes corresponden a Valparaíso y no tienen vinculación con el estudio científico.
El terremoto gigante en valdivia
Aquella tarde, Nancy Alvarado y su prima Ada Pozas, que recién salían de la adolescencia, estaban pegadas a la radio en la casa familiar de calle Baquedano, en la parte alta de Valdivia, distante unos 15 minutos a pie de la plaza. Escuchaban asombradas las noticias sobre el terremoto que en la madrugada del día anterior había asolado Concepción y la zona del Biobío.
En eso estaban cuando sobrevino el ruido y el violento movimiento que Nancy -hoy residente en Valparaíso- recuerda como un infierno interminable. "Nos afirmamos como pudimos bajo el dintel de la puerta para que no nos botara. No podíamos creer que el suelo se estaba sacudiendo de esa forma, pero era así y no terminaba nunca. Después se supo que había durado cerca de diez minutos".
La casa de madera la había construido su abuelo y resistió sin grandes daños los embates del gigantesco sismo. Pero al revivir esa trágica tarde, Nancy reencuentra en su memoria una profusión de datos reveladores del horror de aquel desastre.
Cerca de su casa había una granja y desde allí se oyó mugir a las vacas prolongada y lastimeramente antes del terremoto. "Los animales siempre avisan estas catástrofes", dice. Ella vio literalmente avanzar el suelo en movimiento y derrumbar una vivienda de tres pisos que se desarmó como si fuera de naipes, quedando desparramada por completo.
"Lo más terrible fue que la tierra se agrietaba, se separaba y volvía a juntarse. Mi prima vio caer al interior de una de estas grietas a un joven que era sastre y que iba arrancando. Yo pensé que en ese momento se acababa todo, que íbamos a morir", recuerda.
EL MAREMOTO Y la amenaza deL RIÑIHUE
La ubicación de la vivienda en la parte alta les ahorró el otro golpe, el del maremoto. Como se decretó toque de queda, nadie podía salir de su casa, "y en todo caso hacerlo era un suicidio porque seguía temblando y nada era seguro". Tampoco había agua ni electricidad, de modo que los valdivianos no supieron con certeza la magnitud de la tragedia, más allá de lo que veían en sus barrios, hasta varias horas después.
La familia de Nancy instaló una carpa en el patio, pero nadie pudo dormir en medio de las temibles réplicas, la lluvia implacable y el frío. Después se agigantó el otro peligro: debido al terremoto, diversos derrumbes bloqueaban el desagüe del lago Riñihue por el río San Pedro -que llega a Valdivia antes de desembocar en el mar-; el nivel del agua no paraba de subir, amenazando con desbordar y arrasar con lo que quedaba en pie. Dos meses más se prolongó el miedo de los valdivianos, hasta que el 24 de julio el lago empezó a vaciarse controladamente tras la llamada "Epopeya del Riñihue".
El despliegue de los organismos de emergencia, del gobierno y de la cooperación internacional fue lento. Aeródromos, puertos, caminos y red ferroviaria estaban destruidos en la zona del desastre. Mientras, a los damnificados empezaban a faltarles los alimentos. "Personal del regimiento iba a los barrios con sus marmitas repartiendo comida. Después comenzó a llegar ropa, frazadas y otro tipo de ayuda que distribuía Caritas Chile. Estados Unidos instaló un hospital de campaña porque el de Valdivia se cayó, como tantos otros edificios e instalaciones", rememora.
Cree que no se sabrá a ciencia cierta cuántas personas fallecieron en esa tragedia. "Era domingo, familias enteras que paseaban por la costanera murieron porque todo eso se derrumbó. Días después seguían pasando camiones municipales que recogían cadáveres. Iban cubiertos por una lona".
A bordo del mítico "canelos"
En su casa de Playa Ancha, el marino mercante Arturo Osses Silva relató una vez a este diario cómo fue que pudo salvarse junto a una decena de tripulantes del mítico vapor "Canelos", encallado desde entonces en el río Valdivia.
Alcanzó a relatarles a sus nietos Arturo y Felipe Osses Leinenweber -él falleció en 2015- los detalles de esa odisea en un video que constituye un documento histórico de cómo sucedieron los hechos en el mar.
"El 'Canelos' estaba fondeado a la gira en Corral, amarrado a la boya 3", cuando sobrevino el terremoto. "Desde la escotilla vi cómo en tierra se movían las casas, los árboles, y cuando se cayó el faro.
Al terminar el sismo, el segundo piloto le advierte el movimiento de los boyarines y la corriente. Entonces "el mar empezó a hinchar, pero sin ninguna violencia. Miramos hacia un sector donde hubo instalaciones balleneras en Corral y fue impresionante cómo subió".
"Entonces nos alarmamos y empezaron las maniobras para ver si el buque podía salir de ahí, porque sabíamos que si venía un maremoto se podía defender afuera, pero no donde estaba".
La potencia de la segunda ola
"En ese lugar los buques se amarraban muy firme por la corriente del río, y nosotros tratábamos de soltar" mientras el mar seguía subiendo. "Había unas escuelas que primero se inundaron y después salieron flotando", tal como las casas que zafaban de los cimientos.
"En esa maniobra estábamos cuando viene una gran succión y el mar sale con todo para afuera, incluido el buque con sus dos cadenas a la rastra", el cual se rompió al golpear con la Roca del Conde, cerca de Corral, "y quedó muy afuera, en seco".
El primer piloto instruyó a los pocos marinos a bordo -no más de 15 ó 17, porque muchos habían bajado por el terremoto- para que intentaran cerrar una bodega que estaba dañada.
"Se había puesto neblinoso, pero desde el puente pude ver al frente una montaña de agua que avanzaba. Nosotros pensábamos que se estaba formando una isla, pero eran las ondas del mar".
"Se alcanzó a cerrar la escotilla y aunque el buque estaba en seco, balanceó y salimos navegando. En Corral se tragó un remolcador grande. De repente el mar nos va entrando para Valdivia y el 'Canelos' pasa por encima de unas defensas donde se rompe un poco más, sigue con la corriente y de repente quedamos varados frente a la isla Carboneros. Hicimos sondajes, nos dimos cuenta de que se podía dar vuelta y decidimos abandonar…por si llegaba otra ola".
"venía una muralla de agua y saltamos"
A esas alturas el "Canelos" había perdido el bote principal, que tenía motor, y le quedaba solo uno que era a remos.
"Se bajó y empezamos a navegar hacia una parte donde creíamos que podíamos desembarcar, pero el río era un enjambre de pedazos de casas, barriles, catres, de todo; el bote avanzaba muy despacio y yo le ayudaba con el bichero", un asta larga usada entre otras cosas para atracar y desatracar en las embarcaciones menores.
"De tierra nos gritaban algo y nosotros parábamos para escuchar, pero no oíamos, y lo que nos decían era que venía otra embestida del maremoto…nos apuramos lo más que pudimos, pero no alcanzamos a llegar a la playa y venía una muralla de agua. Saltamos. Yo alcancé a hacerlo con el bichero, me aferré a una roca y le pedí a Dios que quería conocer a mi hijo Pedro…".
"Había una lancha cargada con piedras que chocó al bote, el cual se dio vuelta y desapareció. Ahí murieron cuatro de los nuestros".
Finalmente la tripulación sobreviviente del "Canelos" logró alcanzar tierra y llegó con grandes dificultades a la parte alta, en medio del lodo y los derrumbes. "Arriba había un fogón y tratamos de secarnos. Al otro día bajamos" en busca de los compañeros fallecidos para realizar los trámites de rigor. También rastrearon el bote, "lo encontramos, lo arreglamos y fuimos a bordo para buscar víveres y ropa".
Tras unos cinco días los ubicó un remolcador de la compañía y los llevó a Valdivia donde los albergó un capitán mientras trataban de volver por vía aérea. Cuando pudieron tener cupo para el regreso, se percataron de que tendrían que viajar "en un avión muy destartalado".
"De la que nos salvamos no se libra nadie ¡y que vayamos a morir aquí!", le dijo el primer piloto. "Y así fue como llegamos a Santiago". 2
EN APROXIMADAMENTE OCHO MINUTOS SE ESTIMA LA DURACIÓN DEL TERREMOTO GIGANTE CUYA MAGNITUD 9,5 NO HA SIDO SUPERADA.