Marcelo Eladio Vidal Acevedo aún se mantiene como director regional de Sernatur, "esperando la carroza" como dirían algunos, aunque el hombre se ha movido y ha tratado de participar en algunos concursos viendo que su futuro no se ve muy auspicioso entre tanto comunista y frenteamplista. Hace algunas semanas buscó una salida postulando al concurso para la subdirección regional de Corfo Valparaíso, no obstante las gestiones fueron infructuosas y quedó en el camino. Pero no por ello Vidal Acevedo se ha rendido. Ya en su momento algunos de sus cercanos trataron de auparlo para que fuera el nuevo gerente general de la Corporación Regional de Turismo de Valparaíso en reemplazo de Francisco Godoy Imperatore. Pero esta idea tampoco prosperó, a pesar del fuerte entusiasmo que le puso su amiga María Teresa Solís sin concitar apoyo alguno.

Aunque para ser honesta, la gestión de Vidal siempre fue compleja, ya que comenzó teniendo el bloqueo del Consejo Regional sin acceso a recursos para financiar su cometido después de que la gestión de uno de sus antecesores, Milos Miskovic, fuera reprobada por el propio Core y la Contraloría, lo que a la postre terminó limitando completamente cualquier opción de financiamiento vía FNDR a Sernatur.

Pero no sólo tuvo problemas de caja, sino que también de convivencia laboral, ya que hay dos almas que viven en Sernatur Valparaíso: los históricos, que se reconocen cercanos a la exdirectora Katrina Sanguinetti; y los jóvenes, que llegaron bajo las gestiones de Miskovic y Vidal. Hace algún tiempo Vidal trató de desvincular a María Luz Gallardo, histórica funcionaria y encargada de Marketing, pero los gremios presionaron por revertir la decisión, lo que provocó no sólo el fracaso en la desvinculación, sino que además aumentó la guerra fría al interior del servicio.

Mientras tanto, las cosas en el PPD se están complicando cada vez más, pues ven cómo su exdiputado Rodrigo González está próximo a asumir como ciudadano independiente, y desafiliarse del partido, aunque ya estaría en francas conversaciones con el Frente Regionalista Verde Social. Desde el entorno del exalcalde de Viña del Mar reconocen que González aún tiene muchas ganas de seguir siendo útil al país, y desde ese mismo prisma, le gustaría poder integrar la junta directiva de la Universidad de Playa Ancha o, en su defecto, la de la Universidad de Valparaíso, pero tampoco descartaría poder ingresar al directorio de la Empresa Portuaria de Valparaíso, EPV.

Quien está a cargo de esas gestiones es su actual pareja, la presidenta regional del FRVS, Ángela Cabezón, quien ha asumido un mayor protagonismo

en política, después de la abrupta salida del seremi de Transportes, Enrique Vinet, escenario en el cual ha querido dejar en claro que su partido está dolido por la salida de su correligionario.

Pero lo que es cierto, es que el FRVS se ha transformado en un verdadero reciclador de militantes del PPD, donde ya sería un hecho que un exmiembro de ese partido asumirá en la Secretaria Regional de Transportes y Telecomunicaciones de la región.

En ese sentido ya hay dos nombres sobre la mesa: el primero es el del exseremi de Gobierno de Gabriel Aldoney, Mario Lagomarsino; y el segundo, y más sólido, es el del abogado, exgobernador de Los Andes y muchas veces candidato municipal, parlamentario e incluso a consejero regional, Benigno Retamal. Es cercano a la directora de la Corporación de Turismo Regional, Sandra Miranda, y alguna vez fue delfín del exdiputado Marco Antonio Núñez, con quien estarían distanciados.

Finalmente, nuestro amigo Sebastián del Hoyo, exjefe de gabinete de la gobernación provincial de Valparaíso con María de los Ángeles de la Paz y Gonzalo Le Dantec, se estrenó

como jefe del departamento de gestión comunitaria de la sanitaria Esval.

Otro que podría seguir los mismos pasos es el exseremi de Obras Públicas, Raúl Fuhrer, quien la semana pasada tuvo su entrevista de trabajo con la citada sanitaria. Tanta fe parece tenerle a ello, que desde hace algunas semanas se ha volcado a promocionar en su Linkedin las acciones comunitarias que realiza Esval en la zona de Marga Marga.

Sernatur, los planes

de González y el posible seremi de Transportes

Los seres humanos tenemos una característica singular: solemos pensar que la censura es una actitud propia de civilizaciones primitivas, de regímenes totalitarios y épocas pretéritas de la Historia Universal, en que la prohibición y la cancelación eran moneda frecuente en el mundo de las artes, la educación, el trabajo o la política: en una palabra, en la cultura, definida por Sigmund Freud como "todo aquello que el hombre pone en el mundo sin mediación de la naturaleza".

Como el Angelus Novus de Paul Klee, al hablar de censura, inconscientemente la mirada se dirige al pasado y ahí se posa, estática e inmutable, como la esfinge que acompaña la elegíaca morada de los faraones egipcios. Nos gusta creer que nuestras democracias reales, con sus derechos y garantías, son el antídoto perfecto contra la intolerancia y la barbarie.

Sin embargo, puede que nuestra era posmoderna sea, con mucho, la que más censura ha aplicado en toda la historia de la humanidad.

Solo hace falta echar un vistazo a los millones de interacciones en las diferentes plataformas digitales (mal llamadas "redes sociales") para constatar que la censura goza de buena salud y que, si no la frenamos a tiempo, perdurará por largo tiempo, el amparo de la ideología de lo políticamente correcto. Pero, como decía Luckács, ninguna ideología es inocente.

Es esa corrección política la que sirve de base para la cultura de la cancelación, del revisionismo, la prohibición y la autotutela. No conforme con ello, dicha ideología ha creado una policía anónima y horizontal, ejercida por los ciudadanos y no por el poder jurídico-disciplinario del Estado, junto con un régimen de sanciones para quienes incurren en el pecado de la originalidad y el disenso. Además, ha creado un lenguaje propio, una "poslengua" infectada de neologismos, reducciones y deformaciones de todo aquello que huela a tradición y costumbre.

No es el Estado el que ejerce la censura (como en la Inquisición o en la época victoriana), sino que los propios ciudadanos deciden qué obras, autores, personajes, músicos, artistas, políticos y hasta personas comunes y corrientes, serán enviados a la oscuridad del Tártaro e incluidos en el nuevo índex elaborado por esta iglesia universal de fervorosos seguidores y sacerdotes. Así, pensadores, intelectuales y artistas como Pablo Neruda, Antoine de Saint-Exupéry, Michel Foucault y otros heresiarcas ingenuos han sido defenestrados por esta nueva iglesia, ansiosa por desterrar a todo aquello que difiera del mainstream y el progresismo.

La censura es indicio de temor y debilidad, de intolerancia y miedo atávico a la segregación, exclusión, soledad y ostracismo. La censura es hija de la ignorancia y la decadencia, y su forma más primitiva es el anacronismo de la permanente revisión del pasado. ¿A qué le temen los censores posmodernos? ¿A los que se oponen al Gran Hermano de Orwell en su distopía 1984?