LA PELOTA NO SE MANCHA El Flautista de Porto Alegre
POR WINSTON POR WINSTON
Asumo que ninguno durmió bien esa noche. Según las primeras informaciones, la noticia aparecería a eso de las cinco de la mañana de Chile proveniente de la FIFA. Ahí se resolvería el destino de Ecuador y de nuestra selección en el Mundial. Sin embargo, pasaban las horas y, junto con la ilusión, aumentaban las especulaciones. Al borde de un colapso de nervios, recurrí a un viejo y querido amigo ecuatoriano para que me contara cómo lo estaban viviendo por esos lados y si era verdad que había gente subiéndose a los árboles e iguanas fumando por las calles. Su respuesta me dejó knockout:
"- Aquí ni bola ni preocupación".
Al borde del llanto, mi primera reacción fue querer alertar a mis amigos y confesarles que, en realidad, en la mitad del mundo no pasaba nada. Los periodistas chilenos, tal como hicieron con la Virgen de Villa Alemana, el Cometa Halley y "el perro que habla", habían creado una cortina de humo, jugado con nuestra ilusión, para mantenernos en vilo, atraer miradas y vender con esta noticia.
Mientras borraba de mi calendario los partidos que tenía programados de Chile contra Qatar, Países Bajos y Senegal, escuchaba por la radio a un corresponsal chileno que estaba transmitiendo en directo en la sede de la FIFA. El relator se vanagloriaba de ser el único periodista en el lugar de los hechos, y de estar solo en la sede. ¿Por qué? Porque éramos los únicos que creíamos que Ecuador podía quedar fuera. La teoría del bluff quedaba confirmada, la expectación sobre el fallo no era más que una quimera.
Entonces pensé en Carlezzo y Ecuador. Partamos por estos últimos. Cada selección que clasifica al Mundial recibe por parte de la FIFA dos millones de dólares al inicio y diez más por jugar en la fase de grupos. Sume a eso lo que negocia cada selección por derechos de televisión y de auspicios. Los que quedamos fuera, en cambio, estamos condenados a masticar lauchas.
Frente a esas cifras, el costo que tuvo para Chile contratar a Eduardo Carlezzo, según se señala en sitios especializados, fue de 50 mil dólares. Una bicoca en comparación con lo que podría haber ganado nuestro país si la determinación de la FIFA nos favorecía.
Pero vayamos ahora con Eduardo Carlezzo. ¿Quién es este abogado especialista en derecho deportivo que habla inglés, español y portugués? Carlezzo es socio fundador de Carlezzo advogados y presidente de la Sociedad Sudamericana de Abogados del Fútbol. Fue, además, el litigante que representó a Boca Junios contra River Plate tras los incidentes de la Copa Libertadores de 2015. Pero más importante, fue quien llevó a Bolivia a la FIFA por el caso del jugador Nelson Cabrera que le restó los puntos a los altiplánicos y se los sumó a Chile y Perú. Resultado: gracias a esos números, los del Rimac nos superaron en la tabla y fueron a Rusia, mientras los chilenos ahogábamos las penas en vodka.
No obstante, este caso era distinto. Esta vez, Carlezzo desempolvó la calculadora que tenía guardada desde que entró a estudiar leyes y calculó que la suma de los puntos, esta vez, sí nos favorecía. A eso se sumaba otro dato. Todo indica que Byron Castillo nació en Colombia, vivió en ese país, andaba en bicicleta como Carlos Vives y Shakira, tiene a toda su familia allá y que además prefiere las arepas a los llapingachos.
No tengo nada contra los abogados, pero el punto es que Carlezzo se mueve por las lucas y no por amor fútbol, menos por una búsqueda incansable por la verdad y la justicia. Puede ser que yo esté viendo muchas series de espías, pero el contraespionaje existe y seguirá existiendo.
Quizás Carlezzo, no es nada leso y se dejó llevar por la codicia. ¿Por qué conformarse con los 50 mil de Chile, si Ecuador tiene en la cuenta de ahorro varios millones? ¿Por qué no cometer un error forzado en contra de su cliente?
La historia de Chile, el sueño del Mundial y la contratación del oriundo de Porto Alegre me recordó al flautista de Hamelin. Las malas lenguas dicen que nunca le pagaron al brazuca por los puntos ganados contra Bolivia, bajo el argumento de que Chile no fue al Mundial por culpa de Carlooser. Entonces vino la venganza de Eduardo Carlezzo, nos hipnotizó con su música, nos llevó adonde quiso, hasta dejarnos encerrados en una cueva desde donde podremos ver, pero no jugar, este insufrible Mundial.