Ahora sí, pero todavía no
"A partir de la modernidad, la razón es quien ha intentado hacer la síntesis de las oposiciones, tomando distancia de cualquier otra manera complementaria de realizarla". Alejandro González Hidalgo, Cura
No estoy seguro que la sociedad civil esté polarizada; sin embargo, sí son evidentes los altos grados de antagonismo en la élite política, económica y cultural. Lo característico de la polarización es la disputa del carácter definitivo y absoluto de los polos en tensión -universal sobre lo particular-, de modo que un polo queda descartado sobre otro, pues se tiene certeza sobre sus perfiles, diferencias y actuación con el objeto de establecer una unidad de síntesis. ¿Quién es el sujeto de la síntesis de los polos en tensión, a fin de encontrar la unidad en lo antagónico?
A partir de la modernidad, la razón es quien ha intentado hacer la síntesis de las oposiciones, tomando distancia de cualquier otra manera complementaria de realizarla. A mi juicio, es aquí donde la fe coopera con la razón en dos sentidos: en la síntesis de los polos y en disipar la polarización. Así al menos logró adentrarse la teología en las siempre tensas relaciones de algunos opuestos: libertad/gracia, justicia/caridad, pobres/ricos, divinidad/humanidad, carisma/institución, unidad/pluralidad, materia/forma, entre otras. Pero claro, el sujeto de la síntesis de los opuestos era el "Dios siempre mayor". Es decir, la unidad era posible a través de una dialéctica mística, donde los opuestos no pierden su condición -de hecho, siguen siempre en tensión-, pero ascienden juntos hacia una unidad mayor. Podríamos decir que la relación de los opuestos queda en el misterio, no sabemos ni podemos verificar la forma específica de su relación. Un ejemplo actual es la relación entre gracia y mérito, ¿cuánto le debemos a uno y otro?
Así, una posición antagónica puede en principio ser reconciliada. Es aquí donde la polarización se puede disipar, los opuestos no disputan la supremacía ni su posición dominante, porque no nos es posible establecer el modo de cómo actúan y se relacionan internamente esas polaridades. Por eso Agustín, cuando se refería a las "dos ciudades" (dos polos), ciudad de Dios y terrena, las entiende desde la escatología. En la historia secular las dos ciudades están inextricablemente yuxtapuestas, de modo que su relación es mística; no vemos sus contornos definidos en esta vida como no es posible arrancar la cizaña del trigo hasta la siega. Si en los últimos tiempos (escatología) ambas ciudades serán perfiladas y diferenciadas, en la vida diaria no pueden ser estrictamente distinguidas: las prostitutas llegarán antes que nosotros al Reino de Dios (cf. Mt 21,31).
Esta mirada escatológica -en desuso por la modernidad- es una posibilidad ante las polarizaciones. No juzga porque la mirada es de apertura, los polos no se confunden y mantienen su espacio de acción. Lo que ocurre es que nosotros no somos capaces de inteligir el modo de cómo se relacionan, por ejemplo, la gracia y el pecado.
Pero que no se entienda mal, ni "eclesialización" del Estado (teocracia) ni "estatalización" de la Iglesia (teología devenida en socialismo). Más bien hay que recuperar para la razón ese aspecto de misterio de los opuestos, que la razón se deje interpelar por la fe escatológica que le comunica que las realidades presentes ya dicen algo, pero que su realización plena aún no llega: "Ahora sí, pero todavía no".