RELOJ DE ARENA Recomendaciones constitucionales
El Presidente Joaquín Prieto Vial promulgó el 22 de mayo de 1833 la Constitución que se mantuvo vigente hasta bien entrado el siglo XX, marcada en 1891 por una revolución con sangrientos escenarios cercanos, Concón y Placilla.
El Presidente Prieto, pese a su firma en ese importante documento político, es una figura olvidada. Está más presente Antonio Prieto con su novia y con el "Bravísimo" de su hijo, originalmente en Cuatro Norte con San Martín, y también, algo en segundo plano, la Radio Prieto, una emisora porteña hoy desaparecida, filial de Cooperativa con estudios en la calle Lira, junto a la antigua sede de Wanderers. No merece don Joaquín una plaza y ni siquiera un sándwich como Barros Luco, don Ramón.
La Carta de 1833 fue una reforma a la de 1828 que era una Constitución formalmente estructurada, pero que debía ser adaptada a la realidad política y cultural de la naciente república. Tras conflictos varios se formó una Gran Convención de 16 diputados y 20 ciudadanos de "conocida probidad e ilustración" para intervenir esa Carta.
En suma, 36 convencionales, cuando el país tenía cerca de un millón y medio de habitantes. Se constituye esta Gran Convención el 20 de octubre de 1831 y el olvidado Presidente Prieto recomienda a sus integrantes que no recibían remuneración alguna:
-"Concentrad todo vuestro amor patrio, fijaos en el estado y necesidades del precioso suelo que os vio nacer; recordad a cada momento que sois legisladores y que el fin de las leyes es la ventura de los hombres y de los pueblos y no la ostentación de principios".
Notables palabras de este señor de principios del siglo antepasado, cuyo buen sentido se reafirma en el preámbulo de la nueva Constitución fruto del trabajo de la Convención. Escribe Prieto dirigiéndose al país que "los ciudadanos elegidos por la ley para corregir nuestro código político… no han tenido presente más que vuestros intereses, y por esto su único objeto ha sido dar a la administración reglas claras adecuadas a vuestras circunstancias. Despreciando teorías tan alucinantes como impracticables, solo han fijado su atención en los medios para asegurar para siempre el orden y la tranquilidad pública contra los riesgos y los vaivenes de los partidos a que han estado expuesto. La reforma no es más que el modo de poner fin a las revoluciones y disturbios a que daban origen el desarreglo del sistema político en que nos colocó el triunfo de la independencia".
La nueva Carta constaba de 168 artículos y 7 transitorios. En su artículo segundo establecía que "el Gobierno de Chile es popular y representativo" y en el tercero determina que "la República de Chile es una e indivisible".
Aseguraba la Constitución la libertad de imprenta y tenían derecho a voto los mayores de 25, pero la edad se bajaba a los 21 si eran casados. Además, los ciudadanos votantes debían saber leer y escribir y poseer una propiedad raíz.
Se consagraban los tres poderes clásicos con un Congreso bicameral. Pero lo fundamental de las disposiciones era el predominio presidencial. Tras la revolución de 1891 se intentó un sistema parlamentario que funcionaba muy bien en Gran Bretaña, pero que en estos lados desató un largo periodo de inestabilidades ministeriales que se mantuvo hasta 1925, cuando con dificultades se puso en marcha una nueva Constitución.
Plebiscito de 1925
Complicado procedimiento, pues la idea era que una comisión consultiva propusiera los mecanismos para el funcionamiento de una asamblea constituyente. Pero, paralelamente, una subcomisión comenzó a formular un anteproyecto. Arturo Alessandri Palma, Presidente desde 1920, simplemente ahogó la idea de la asamblea y el proyecto de esa subcomisión fue sometido a plebiscito.
La Constitución de 1925 fue inspirada en un proyecto medio olvidado de Balmaceda. Perfeccionado, quedó con 110 artículos y 10 disposiciones transitorias. Nada de incontinencias doctrinarias.
Democráticamente, fue sometida a un plebiscito el 30 de agosto de 1925. Con un electorado de 302.304 inscritos, todos varones, llegaron a las urnas 135.783, un 44,9% de los ciudadanos, que aprobaron la nueva Carta por 127.509 votos, un 93,9% de ese total. Por cierto hubo quejas de intervención oficial en favor del proyecto ganador, que era el de Alessandri.
La más impactante fue el 17 de agosto de 1925, cuando el propio Arturo Alessandri pedía apoyo a su propuesta en un discurso emitido por radio. Era la primera vez que un mandatario chileno usaba ese naciente medio de comunicación.
La flamante Constitución fue promulgada el 18 de septiembre de 1925 y tuvo un largo y tenso rodaje hasta 1932. Con esa Carta se volvía a un sistema presidencial fuerte, fin del parlamentarismo y votación directa para el triunfo del Primer Mandatario; se acaban los electores, la compleja y dudosa modalidad de 1833 que dio el triunfo precisamente a Alessandri, con fallo fotográfico, en 1920.
Cuestión sensible, en otros países dramática, fue establecer la separación de la Iglesia del Estado, materia que desató tensiones durante todo el siglo XIX.
Sin apellidos
La Carta de 1925 aparecía como "redondita". En su artículo primero claramente establecía que "el Estado de Chile es unitario. Su Gobierno es republicano, democrático y representativo". Sin mayores apellidos ni pluralidades, se agregaba en el número siguiente que "la soberanía reside esencialmente en la Nación, la cual delega su ejercicio en las autoridades que esta Constitución establece". Lo bueno, si breve, dos veces bueno…
El artículo más interesante y progresista era el 10, con 15 incisos. Se "asegura a todos los habitantes de la República", numerosas garantías, entre las cuales estaban varios derechos sociales, como la vivienda digna, a la vez que el Estado debía "velar por la salud pública y el bienestar higiénico del país". Nada nuevo bajo el sol…
Lea usted ese viejo texto, en algún rincón del ciberespacio debe estar. Pensándolo bien, aparece como una estupenda y económica oportunidad para un Plan B. ¡Llegar y llevar!
Con unos retoques, con un poquito de masilla por aquí y por acá, como incorporar la segunda vuelta presidencial, queda como nueva.
Haciendo política ficción, piense usted qué habría pasado tras la elección del 4 de septiembre de 1970 con segunda vuelta. Los números: Salvador Allende, 1.075.616 votos; Jorge Alessandri, 1.036.278, y Radomiro Tomic, 824.849 sufragios.
Ninguna mayoría absoluta. ¿Para dónde se habrían ido esos votos DC de don Radomiro?
De acuerdo a la Carta de 1925, la definición no estaba en el electorado, sino que en el Congreso, que se debía pronunciar sobre las dos primeras mayorías relativas y dio la Presidencia en 1970 a Salvador Allende, previas garantías.
El resto es historia conocida con la Constitución de 1980 y sus posteriores modificaciones. Están ahí las firmas de Augusto Pinochet, primero, y de Ricardo Lagos años después. Y lo que ahora tenemos es un borrador constitucional, medio borroneado, que será presentado el próximo lunes y sobre el cual nos pronunciaremos el domingo 4 de septiembre.
Al momento de votar deberíamos recordar a don Joaquín Prieto que recomendaba evitar complicaciones con teorías "alucinantes" o "impracticables".
Juzgue usted el borrador a la luz de las sabias recomendaciones de ese olvidado mandatario.