RELOJ DE ARENA Aviones y explicaciones
Las interrogantes sobre el avión venezolano que revolotea por el cono sur del continente con el cartel de sospechoso han llegado al Parlamento. Ya en Argentina y Paraguay se han formulado acusaciones sobre la aeronave de la empresa Conviasa, en la cual, se afirma, viajó Nicolás Maduro a Irán.
Los cargos son sobre la supuesta relación de la tripulación con el terrorismo y, retrocediendo en el tiempo, se llega al atentado contra la sede de AMIA, Asociación Mutual Israelita Argentina, en Buenos Aires, el 18 de julio de 1994. Murieron 85 personas y tras la acción aparecen terroristas iraníes. Además, una compleja trama que complicaba a la Casa Rosada en la investigación. El avión sospechoso tendría a bordo como pasajeros a iraníes con misión desconocida y poderosos equipos cibernéticos con destino desconocido.
La presencia del avión en Chile provocó inquietudes en algunos parlamentarios que solicitaron una sesión especial sobre la materia.
Intentando apagar las sospechas, la ministra del Interior y Seguridad Pública, Izkia Siches, aseguró que "no se ha detectado ningún ilícito" y afirmó que "las policías han estado al tanto de estos vuelos desde el primer momento".
En fin, el papel de algunos ministros es, entre otras cosas, bajar el perfil a los temas inquietantes.
"Es falso, de falsedad absoluta…" era el encabezamiento de los desmentidos oficiales durante el gobierno de Jorge Alessandri.
Y mirando antiguas ediciones de este Diario y de otros nos encontramos con un episodio que dio mucho que hablar hace justamente 50 años, no decimos medio siglo, resulta demasiado solemne.
Los bultos cubanos
¿Se acuerda usted o le han hablado del caso aquel de los bultos cubanos? Un misterioso avión de la estatal Cubana de Aviación con bultos de también misterioso contenido que aterrizó en Pudahuel el 11 de marzo de 1972. La máquina fue trasladada al acceso sur del terminal, hasta donde llegaron varias camionetas de Investigaciones, a las que se trasladaron 30 cajas de diverso tamaño desde la bodega de la nave.
No hubo control aduanero y el subsecretario de Interior, Daniel Vergara, declaró que esa afirmación era infundada, pero, en todo caso, pidió un informe a la policía civil.
Pero el día 14, trabajadores del terminal declararon a la prensa que una de las cajas, muy pesada, había caído al suelo y se había abierto. Aparecieron, dicen los trabajadores, varias metralletas. Irreparable descuido…
Carlos Toro, subdirector de Investigaciones, desmintió esa versión y dijo que los bultos traían ron y otros productos cubanos obsequio de Fidel Castro al Presidente Allende.
Pero ese mismo día el vespertino socialista "Última Hora" informaba que los bultos contenían cuadros de artistas cubanos que se presentarían en una exposición que se inauguraría en el Museo de Bellas Artes el día 15.
Daniel Vergara, tratando de apagar el incendio, entregó una declaración de Osvaldo Rivas, administrador de Aduana de Pudahuel. Afirmaba que las cajas contenían efectos de uso personal, licores, comestibles, cigarros, libros y objetos de artesanía popular cubana.
Otra versión entregaba Radio Portales, entonces vocera del Partido Socialista, afirmando que las 30 cajas eran equipaje del director de Investigaciones, Eduardo Paredes, quien se encontraba de visita en Cuba.
Pero el 17 de marzo el senador DC por Valparaíso Benjamín Prado afirmaba que "parte importante de la opinión pública presume que (el cargamento cubano) se trataba de armas, debido a las circunstancias sospechosas en que se produjo dicha descarga". Y Prado, abogado y viejo aduanero, agregaba que "si no hay armas en dichos bultos, querría decir que, cuando menos, hay violación de disposiciones como la Ordenanza General de Aduanas, el Arancel Aduanero y las leyes relativas del Banco Central. Ninguna mercadería, ni siquiera un poco de ron para la Presidencia de la República, puede salir en esta forma de un aeropuerto, porque no hay excepciones en la legislación".
A raíz de esas declaraciones, la Cámara de Diputados pediría la constitución de una comisión investigadora, mientras el senador anunciaba que solicitaría a la Corte Suprema la designación de un ministro en visita.
Prado, insistiendo en sus denuncias afirmó que Eduardo Paredes, director de Investigaciones, había exigido a Aduana la salida de los bultos sin revisión, exigencia que fue ratificada, personalmente, por el entonces ministro del Interior, Hernán del Canto, hechos posteriormente confirmados por el Consejo de Defensa del Estado.
El regalito
Como el incendio seguía y preguntaba la Contraloría entró en escena el Presidente de la República Salvador Allende, quien oficiaba al contralor Héctor Humeres afirmando que la carga del avión cubano consistía en "algunos obsequios que fueron enviados por el primer ministro de Cuba, tanto a mí como a otras autoridades chilenas. Asimismo, le informo que estos efectos fueron trasladados posteriormente hasta mi residencia de Tomás Moro". Allí se encontraban a disposición de la Contraloría para ser inspeccionados. Esto, 40 días después de la misteriosa internación.
La inquietud seguía y el 7 de junio fue presentada una querella por fraude aduanero contra el director de Investigaciones, Eduardo Paredes, detallando que solo algunas cajas fueron entregadas en la casa de Tomás Moro, mientras otras tuvieron destino desconocido. Las cajas, se indica, eran de 1,10 metros de largo y 60 centímetros de ancho y de "considerable peso".
Ante tanta insistencia, el día 9 de junio de 1972, Salvador Allende, muy hombrecito, salió en defensa de su director de Investigaciones: "Todo Chile tiene conciencia de que el director general de Investigaciones no ha contrabandeado, no ha tenido el propósito de vulnerar las disposiciones legales aduaneras… El destinatario de los bultos he sido yo".
En junio de 1972, tanto Contraloría como la comisión investigadora de la Cámara de Diputados emitieron resoluciones condenatorias por los misteriosos bultos.
Una teoría, de muchas, sostiene que los misteriosos bultos con ron, artesanía, cuadros o metralletas, lo que sea, eran un agradecimiento de Fidel Castro por las atenciones oficiales que recibió en su visita a Chile a partir del 10 de noviembre de 1971. Larga visita programada para 10 días, pero que se prolongó hasta el 4 de diciembre. El hombre tenía tiempo demás para predicar su doctrina en interminables discursos y dar consejos al gobierno socialista de Salvador Allende instalado en La Moneda el 4 de noviembre de 1970.
El regalito resultó ser, finalmente, un "cacho" político para el oficialismo.
Los aviones misteriosos y sus cargas dejan flotando sabrosas y lógicas interrogantes que terminan complicando a las autoridades que deben dar explicaciones que poco convencen, como se comprueba con la experiencia histórica de hace medio siglo.