Las emociones clandestinas de Alejandra Moffat
En su última novela, la autora cuenta la historia de una familia que se empeña en ser feliz en medio de mudanzas y cambios de nombres para evadir a los agentes de seguridad que están al acecho.
Alejandra Moffat (Los Ángeles, 1982) saltó de las tablas a la escritura. Hoy trabaja como guionista de películas, documentales y animaciones que se producen en Chile, México, Argentina, Francia, Alemania y Uruguay, como la alabada La Casa Lobo, que se puede encontrar en YouTube. Además, es una pasajera con tránsito más o menos permanente entre Chile y México desde hace ocho años. Trabaja vía Zoom más de lo que ella quisiera. Tal vez la única imagen que la aburre en la vida es el mosaico de interlocutores que le proponen este tipo de comunicación virtual. No le gusta perderse lo presencial: ir a locaciones y entrevistar personajes para levantar historias, sus historias.
Hoy, la actriz que trabajó alguna vez con Raúl Ruiz avanza en otras direcciones. De día, Alejandra es guionista de películas y animaciones. De noche, siempre con música de fondo, que puede ir desde José Luis Perales a un hip hop rotundo, Alejandra es novelista.
"Mambo", su último trabajo, le tomó muchas noches. Harto Perales. Así pudo revisar su propia infancia para mostrar el miedo, el amor, la alegría y el horror, todo junto, de una familia que vive en la clandestinidad y debe desplazarse por distintas localidades de la Región del Biobío para arrancar de las garras de los agentes de seguridad de la dictadura.
"Como si fuera un sueño, esta historia empieza en un bosque, en el sur de Chile, en una casa de madera donde vive Ana, la niña cuya voz guiará al lector a través de esta novela que se va oscureciendo lentamente. Son los años ochenta y Ana vive junto a su hermana y sus padres, dos personajes enigmáticos cuyos nombres verdaderos ella nunca debe pronunciar", se anuncia en "Mambo".
-¿Qué fue lo más difícil de escribir?
-Me demoré muchos años, porque mientras la escribía me generaba muchas emociones y me hacía revisar también una historia que para mí era compleja. Experimenté mucho. De hecho, yo tenía un borrador de doscientas páginas, y dije: "No, esto no es", y me puse a escribirla de nuevo.
-¿La narradora no era Ana?
-Era Ana, pero mucho más grande. No era desde el punto de vista de la niña, era un adulto que revisaba su infancia. Y yo sentía la novela como muy oscura y tenía algo medio condescendiente con el dolor. Algo que me empezó a incomodar. Cuando leí ese borrador, dije: "Esta no es la novela que quiero escribir, no sé cómo escribir la otra, pero estoy segura que esta no es". 'Mambo' tenía que ser mucho más desordenada, tenía que tener más más historias.
-¿Echaste mano a la caja de herramientas de tus otros trabajos?
-Estoy acostumbrada a cambiar de formato, porque trabajo en cine, en documental, en ficción y animación, y eso me ha permitido ir viendo distintas formas de abordar la escritura audiovisual. La novela me generaba mucha libertad. En el cine, todo el rato me pregunto: "¿Esto cómo se ve?", porque el espectador no puede entrar a la cabeza del personaje. O si quiero que entre, ¿qué imagen acompaña eso? ¿Habrá una voz en off? Era muy rica esta sensación de entrar a la novela y no pensar en eso.
-¿Usaste tu habilidad creativa en el plano audiovisual para llevarlo a la novela?
-No era tan consciente de eso en el momento de escribir. No pienso en la escritura audiovisual, en cómo manipular algo, cómo generar algo. Lo hago, simplemente.
-¿Das golpes de efecto con imágenes?
-No, no, no lo pienso así. Hay una escena que escribí y me la saltaba siempre. Era como "ah, esto lo corrijo al final". (Risas) Me costaba mucho leerla. Solamente la leí tres veces. Decía: "Bueno, ya está". Quizás en el futuro podía cambiar, pero no podía. Me pasa que yo amo las imágenes. Me encanta, cuando alguien está contando una historia, atender qué imágenes utiliza. Me fijo mucho en la capacidad de la imagen para dar libertad. Al mismo tiempo, la miro sin que sea una manipulación.
LA FAMILIA por dentro
-¿Cuánto de "Mambo" es tuyo, de tu familia?
-Siempre tengo dudas de cuánto contar.
-No debe ser fácil…
-Es que no sé si la palabra es real, porque uno siempre ficciona muchas cosas... Hay una esencia. Mis papás, los dos, eran del MIR. Había una sensación de siempre estar viviendo entre medias mentiras y medias verdades. Todos teníamos muy claro que había cosas que no se podían nombrar. Era un ambiente. En la escuela, había compañeros que nunca conocí realmente, o que conocía, pero a medias. En las familias había muchos conflictos. Fue una época muy oscura y aprendimos una relación con el lenguaje. Uno tenía que entender lo que estaba pasando sin nombrarlo. Eso en Chile está súper instaurado aún.
-Raúl Ruiz dijo alguna vez que los chilenos tenemos una manera incierta de hablar, como que habláramos entre comillas…
-Absolutamente. Hay algo entre real y fantasía. Algo que pasa en concreto, pero al mismo tiempo son situaciones sospechosas, misteriosas, algunas bellas, otras amorosas, pero no tangibles.
-¿Qué sentiste al construir esta historia?
-En términos personales fue súper importante. Antes escribía teatro y sentí que Mambo siempre se colaba como un tabú en las cosas que escribía. Hablaba de forma velada. Me costó entender que Mambo tenía que ser una mezcla de horror, ternura, lo insólito, lo posible y también dolor.
"Mambo"
Alejandra Moffat
Ed.Montacerdos
173 páginas
$14.900
Alejandra moffat fue coguionista -junto a Joaquín cociña y cristóbal león- del cortometraje "La Casa Lobo".
Por Daniel Gómez Yianatos
"No pienso en la escritura audiovisual, en cómo manipular algo, cómo generar algo. Lo hago, simplemente".
rodrigo lisboa