Incomprensible
Joaquín García-Huidobro
Para mí los comunistas son un misterio y usted de modo muy especial. ¿Qué hay detrás de su cara simpática?, ¿qué lo habrá movido a ingresar al Partido Comunista incluso antes de que yo naciera?, ¿qué lo lleva a mantenerse en él? Cuando yo era un niño, se oía hablar de las "gerontocracias" como un rasgo típico de los países comunistas. Usted lleva 17 años a la cabeza de un partido político, ¿tan importante es usted que hasta ahora no han encontrado a nadie capaz de reemplazarlo? Ya le digo, para mí resulta incomprensible que alguien adhiera al Partido Comunista.
Sin embargo, no se equivoque: no soy de los que piensan que no tiene sentido ser comunista "en estos tiempos", como si simplemente fuera un objeto pasado de moda. Los restos del pasado tienen una enorme dignidad, por eso me causa dolor que se destruyan. Mi problema con el comunismo no tiene nada que ver con las modas.
Antes de presentarle algunas de mis objeciones me permito hacer una advertencia. Soy plenamente consciente de que muchos correligionarios suyos fueron objeto de horribles vejaciones; que fueron torturados, vejados, asesinados, degollados; que sus cadáveres se arrojaron al mar o están sepultados en lugares que nunca conoceremos. Todo esto es terrible, pero en ningún caso puede constituir un argumento en favor del comunismo.
El comunismo y su legado me parecen horribles al menos en tres sentidos. En primer lugar, por su doctrina. Soy el primero en reconocer que existen conflictos políticos; sin embargo, pienso que Aristóteles no era un ingenuo cuando afirmaba que sin amistad no puede haber una vida política sana. Para el comunismo, en cambio, todo está permeado por el conflicto. Eso me parece psicológicamente insano y es la fuente de la segunda causa de mi rechazo al comunismo, que paso a reseñar.
¿Qué dejó el comunismo al mundo? Alrededor de 100 millones de muertos. Ninguna ideología ha matado a tanta gente a lo largo de la historia. Es muy raro, porque en todas partes pusieron muros y alambradas, con guardias que disparaban a matar a lo que querían abandonar un lugar que, supuestamente, era la antesala del paraíso. No solo encerraban a la gente en cárceles, sino también en hospitales psiquiátricos: tenían que estar locos para no ver las bondades del sistema. No me diga que no es verdad, porque tengo algún amigo que pasó por eso en la Unión Soviética. ¿Qué atractivo puede encontrar usted en algo semejante?
Me dirá que hay cristianos que han hecho cosas horribles. Se lo concedo, aunque no haya punto de comparación. Sin embargo, cuando abro el Evangelio me encuentro con un mensaje totalmente distinto a esos actos, mientras que entre las obras de Lenin, los discursos de Guevara o las palabras de Mao y esas atrocidades hay una perfecta continuidad.
Estoy seguro de que usted no es una mala persona. ¿Por qué ha dedicado su vida a difundir el comunismo?
Finalmente, me vienen a la memoria las imágenes de Alemania Oriental, Polonia y Checoslovaquia, que pude visitar cuando cayó el Muro de Berlín. Muchas cosas me impresionaron, pero entre ellas hay una que jamás podré olvidar. Vi cosas preciosas (edificios, monumentos); sin embargo, eran anteriores a 1945. Lo que había hecho el comunismo era todo feo. A usted le parecerá una anécdota, aunque me conmovió ver el lugar donde había estado la iglesia de San Pablo. La construyeron en 1231, Lutero la inauguró de nuevo en 1545 como iglesia de la Universidad. Resistió la Segunda Guerra Mundial, hasta que en 1968 el régimen comunista decidió dinamitarla, porque era un ejemplo del "opio del pueblo". Con razón Raymond Aron tituló "El opio de los intelectuales" a su libro sobre el comunismo.
Hace un año llamaba a rodear la Convención. Ahora usted pide que la gente salga a la calle a defender un eventual triunfo del "Apruebo" en el plebiscito. Siempre lo mismo.
No se preocupe, si su postura gana por un solo voto seremos los primeros en reconocerlo. ¿Por qué? Muy simple: estamos convencidos del valor y métodos de la democracia. No somos comunistas.