Carta a Macarena Ripamonti Serrano
Tras el plebiscito, la alcaldesa de Viña tomó el toro por las astas, con decisiones difíciles y gestos arriesgados. ¿Por qué no capitalizó?
En una semana sumamente dura tras la estrepitosa derrota sufrida por el Apruebo en el plebiscito del domingo 4 de septiembre y el fallecimiento del diputado y exalcalde Rodrigo González, a quien buena parte de los funcionarios municipales hoy parece tenerle el cariño que a ella no, podría decirse que la alcaldesa de Viña del Mar, Macarena Ripamonti, comenzó a gobernar con mano firme por primera vez a poco más de un año de asumir, con la que quizás sea una de aquellas decisiones que marcarán un antes y un después en la comuna.
A diferencia de su antecesora, Virginia Reginato, a quien la propia UDI le pidió en todos los tonos desplazar de la primera línea de la toma de decisiones a su jefa de gabinete, la controvertida María Angélica Maldonado, "Manam", a la joven alcaldesa no le tembló la mano para romper el contrato que unía al municipio con el todopoderoso abogado Janna Sakalha, uno de los auto promocionados "artífices" de su llegada a la Casa Consistorial, decisión solo postergada por dos factores no menores: el primero, que el profesional intentó refugiarse bajo una licencia médica, la cual fue rechazada por el municipio; y, segundo, la implicancia que ello pudo haber tenido en el plebiscito, por lo que solo se hizo efectiva después del desastre del domingo.
Pero hay algo que no cuaja en Viña del Mar. Cuando toda la ciudad se enteró de la pataleta de Sakalha, de su enfrentamiento con la directora de asesoría jurídica, Hiam Ayllach, por el desfavorable juicio sobre el despido de la exjefa de Seguridad, de las quejas de varios directores municipales en contra del abogado, y de que su salida era inminente, este Diario consultó por el evento al jefe de Comunicaciones del Municipio, Patricio Rojo, quien absurda, irresponsable y sencillamente, negó todo.
Pero el huracán estaba por desatarse. Así, su salida, que jamás fue explicada por ninguna autoridad municipal se da entre los siempre peligrosos rumores que enlodan su honra y la del propio municipio (supuestos maltratos, una Empresa de Gestión Inmobiliaria Social vinculada a su hermana en la Parcela 11), cuando pudo ser todo lo contrario: un punto de inflexión, de transaparencia, evento estropeado por un manejo errático de las comunicaciones municipales, para las cuales todo debe ser hermético y secreto, cuando su propia gente es la que llama.
Por lejos, la mejor Macarena Ripamonti es la mujer empoderada que desafió a la derecha, Andrea Molina incluida, y al establishment viñamarino clásico para las elecciones municipales de 2020. La misma que tomó la decisión de deshacerse de Sakalha, por mucho que doliera, o de darse el lujo de emplazar al Presidente de la República respecto del proyecto de biorremediación de Las Salinas, tal como ocurrió el último viernes. La segunda Macarena Ripamonti es la que se pierde en el tráfago de las nimiedades, la que pelea en los Concejos Municipales con Jorge Martínez jr. o René Lues, la que defiende lo indefendible y culpa de todo al galopante machismo de este país.
En suma, el problema de Macarena Ripamonti no es Macarena Ripamonti, sino esa actitud modo Kidzania asumida por su equipo, y principalmente por su jefe de Comunicaciones, quien la ha encerrado en ese absurdo estilo de hacerlo todo por Live en redes sociales, sin preguntas ni contrapreguntas.
Por último, estimada alcaldesa, hace casi veinte años que la jefa de Viña ha sido una mujer. No se pierda buscando misoginia donde no la hay. Menos en los medios de comunicación, que solo buscan hacer su trabajo. Todos queremos que le vaya bien.