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Los jefes de partido deberán disponerse a 'traicionar', o sea, a dejar atrás sus pequeños credos e intereses, por lealtad y compromiso con el interés general de la nación. Así como el economicismo hizo fracasar al gobierno de Piñera, el moralismo hizo fracasar la Convención constitucional".
conducción jurídica por formación, como Bassa o Atria, asumieron un discurso hiper moralista, que en el fondo divide el mundo entre los partidarios del mercado, que Atria llama "el mundo de Caín", donde están los que defienden los intereses que permiten la alienación y el mal, y aquellos que representan la generosidad y la emancipación. Esa noción de superioridad moral traba la discusión y permite hacer, casi de buena fe, la segregación del otro; yo creo que eso fue lo que terminó pasando. Así como hay una derecha que plantea pensar la política desde la economía, y si alguien se aparta un ápice de sus premisas económicas la está traicionando, así también me parece que hay una izquierda que trata de reducir la política a la moral, donde si alguien se aparta de su canon moral, pasa a ser corrupto, inferior, o lo que sea.
Aplanadora y sentido común nacional
- Es cierto que el voto era obligatorio e incumplir acarreaba multa, pero los millones de personas que no votaban y ahora lo hicieron podrían haberse inclinado por el Apruebo. ¿Por qué cree que se fueron al Rechazo?
- Creo que todos esos elementos suman y, en el fondo, el maximalismo moral los llevó a perder toda noción de realismo político. A la exclusión de los sectores moderados de Chile Vamos se puede agregar que apretaron el acelerador a fondo en todos los temas, en el aborto, en la cuestión indígena -que estaba muy abajo en las prioridades de los propios pueblos originarios-, en el sistema político con un bicameralismo totalmente asimétrico, en darle al Poder Judicial un carácter menor en relación a los otros dos poderes. Este rigorismo moral creo que los llevó a ser muy inflexibles y a tratar de pasar la aplanadora. Entonces fue ahí donde funcionó el sentido común nacional, si es que existe. ¿Por qué avanzar tan drásticamente en el tema de la plurinacionalidad y postular una fragmentación de un país que siempre ha sido unitario y donde existe un sentimiento nacional muy arraigado? Eso se lo saltaron, como también los símbolos. Para qué decir el episodio de Valparaíso.
- ¿Lo sorprendió la votación del Rechazo en las comunas con alcaldes frenteamplistas o de sensibilidad pro Apruebo, elegidos con gran votación, como los de Valparaíso, Viña del Mar, Quilpué, Villa Alemana, Concón?
- Fue como una marea. Yo no tengo memoria de una votación tan masiva de sectores de centro, de centroizquierda moderada y de derecha. Me parece que hay más que simplemente una votación política, creo que aquí hubo una manifestación del país más profundo. Aunque maneras de sacarse la multa igual había, la gente fue a votar en masa, temprano, fueron los enfermos, los viejos, los jóvenes, y en todos los sectores, contra lo que decían las encuestas, se inclinaron por el Rechazo.
- Además de evaluar el texto constitucional de la Convención ¿los electores le pusieron nota al Gobierno que se jugó públicamente por la opción del Apruebo?
- El Gobierno no debería haber entrado en eso, pero además entró mal. Hacía rato iba con mal apoyo y eso ya era como un salvavidas de plomo para la posición del Apruebo. Pero además me parece que entró mal porque lo hizo en calidad de barrista. Entró simplemente a decir Apruebo, como a agitar los plumeros, pero lo que uno le pide a un Gobierno es mucho más que eso. Debería haber estado diseñando de antemano los escenarios posibles para el 5 de septiembre, iniciando conversaciones desde antes por si hubiese ganado el Apruebo o el Rechazo, por la cantidad de cosas que había que hacer en ambos casos. Pero en lugar de eso, se dedicó a andar calcetineando por todo el país, repartiendo constituciones, tratando de jugarle por el lado a la Contraloría. Y creo que eso fue muy irresponsable, con poca prestancia. No es lo que uno espera de un Gobierno.
LAS ALMAS DE LA IZQUIERDA Y LA DERECHA
- Si bien el resultado le asesta un duro golpe a la conducción del Presidente también le plantea grandes exigencias a la derecha, a la que el oficialismo ya le está cobrando la palabra de los cambios constitucionales comprometidos.
- Eso va a ser delicado, porque en la derecha hay sectores que no están con el proceso, no solo entre los Republicanos. Creo que en la UDI y en RN hay quienes no quieren nueva Constitución o la quieren, pero muy a regañadientes, y me parece que ellos van a tratar de dilatar el proceso. Ahora, por suerte, se puede distinguir tres grupos en el Rechazo: por una parte, los Republicanos y los más duros de la UDI y RN, pero por otra parte hay sectores importantes de estos dos últimos partidos que son reformistas, que van por la nueva Constitución, como Desbordes, Monckeberg, el mismo Javier Macaya. También están los movimientos, Amarillos, los Naranjas y todos los ex Concertación que votaron por el Rechazo, que están comprometidos con un proceso constituyente. Creo que a nivel social ha avanzado esta idea de que hay que producir una nueva Constitución, porque un país no puede funcionar sin legitimidad política, y en este momento parece que la palanca que quedó funcionando para recomponer la legitimidad es la Constituyente. Hay un cierto consenso transversal respecto a que hay que armar una nueva Constitución con las bases de un estado social de derecho, o que se avance lo más posible hacia ello.
- ¿Se van a poder recomponer las relaciones entre los conglomerados oficialistas que han estado tan tensas, sobre todo en un periodo en que se redefine la conducción política?
- Así como en la derecha hay una disputa desde hace años, entre un sector más economicista y más ligado a ciertos intereses económicos, y por otra parte una derecha con un discurso más político que entiende esta relación de legitimidad como base sobre la cual se asienta el desarrollo del país, también creo que en las izquierdas hay una disputa intensa entre los sectores más moralistas, que dividen el mundo entre el pecaminoso mercado y el virtuoso Estado, y los sectores con más experiencia que entienden que hay que avanzar en un cierta dirección. Ellos son de izquierda, pero comprenden también que esos avances no pueden comprometer ni la división del poder social entre una sociedad civil fuerte y un Estado fuerte, ni tampoco la unidad del país ni las instituciones fundamentales de la República, las que nos han hecho funcionar y ser una de las repúblicas modernas más antiguas del planeta. Esas dos izquierdas van a seguir en la disputa, pero creo que con esta derrota los sectores más realistas avanzaron posiciones. Veo incluso a la gente del Frente Amplio más preocupada de hacer un proceso de reflexión y de darle viabilidad al sistema político en su conjunto, más que de simplemente hacer avanzar sus credos particulares.
Mayor capacidad de conducción
- Distintos analistas observan que el Presidente debe redefinir su rol en función de los intereses reales del país. ¿El cambio de gabinete es un paso en esa dirección?
- La gracia que tiene la Presidencia de la República, que es un invento genial de Portales en el fondo, es que incorpora el doble rol de ser jefe de Gobierno y jefe de Estado. Me parece que Boric actuó en la dirección correcta, fortaleciendo su equipo político con la incorporación de una concertacionista neta, como Carolina Tohá. Eso le permitirá tener una mayor capacidad de conducción, que fue lo que hizo el expresidente Aylwin, quien tenía un equipo político a prueba de balas y, por lo mismo, podía asumir una función como jefe de Estado, que era tan clara en él. Creo que Boric debiera apuntar a consolidar su papel como líder de Estado, que logra a veces en los discursos, cuando se observa a un Boric consciente de la historia y del país en su conjunto, pero que se cae en la operación cotidiana, como cuando se pone a hacer campaña por el Apruebo y pasa al terreno del activismo o tiene que salir a suplir las deficiencias de sus ministros.
- ¿Cómo se plantea frente a la salida de Giorgio Jackson de la Segpres?
- Pienso que es un acierto, pues se trata de alguien que, además de no tener demasiadas luces, es de un moralismo y un radicalismo que lo vuelven inflexible e inoperante en el entendimiento con los parlamentarios. Solo dejando atrás la moralina en política, podrá Boric desenvolver su papel como jefe de Estado, del país en su conjunto; algo que, por lo demás, se vuelve urgente en el período que se avecina.
- ¿Qué se puede esperar de las reuniones entre los jefes de partidos y parlamentarios para diseñar un itinerario del nuevo proceso constituyente, que partieron el miércoles en el Congreso?
- Pienso que este es el momento de las "traiciones". Los jefes de partido deberán disponerse a "traicionar", o sea, a dejar atrás sus pequeños credos e intereses, por lealtad y compromiso con el interés general de la nación. En cierta derecha aún domina un pensamiento economicista, que reduce la política a indicadores económicos y de gestión. Y en una parte importante de la izquierda, consta un pensamiento moralizante, por ejemplo, en Atria y en Bassa, que parecen entenderse como encarnaciones de la idea de plenitud moral y emancipación, y condenan sin matices el pasado y el mercado y todo cuanto no les parezca a su altura. Así como el economicismo hizo fracasar al gobierno de Piñera, el moralismo hizo fracasar la Convención constitucional. En adelante es urgente dejar atrás esas nociones estreñidas.
- ¿Cómo llegar a buen puerto en este proceso?
- Se debe volver a conversar, bajo la premisa de que es necesario producir conjuntamente, inventar y adaptar entre todos, instituciones en las que en principio el pueblo en su totalidad, no sólo una parte de él, pueda sentirse reconocido. La conversación política es algo distinto tanto de una "cocina" de negociaciones de baja estofa, cuanto de una asamblea estudiantil, donde uno va predispuesto a convencer y ganar. Se trata, en cambio, mucho más, de intercambiar pareceres, percepciones sobre la situación, de manera que ellas se vuelvan amplias y completas. Además, de buscar de manera colaborativa, no excluyente, y basándose en buenas experiencias comparadas, las maneras de organizar la convivencia futura del país. Eso es, finalmente, lo que nos llevará a la culminación del proceso constituyente. 2
El Gobierno debería haber estado diseñando de antemano los escenarios posibles para el 5 de septiembre. Pero en lugar de eso, se dedicó a andar calcetineando por todo el país, repartiendo constituciones, tratando de jugarle por el lado a la Contraloría. Y creo que eso fue muy irresponsable".
Me parece que Boric actuó en la dirección correcta, fortaleciendo su equipo político. Eso le permitirá tener mayor capacidad de conducción, que fue lo que hizo Aylwin, quien tenía un equipo político a prueba de balas y, por eso, podía asumir una función como jefe de Estado, que era tan clara en él".
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