Gabriel Boric a la ONU: ¿Qué podría salir mal?
Los gazapos internacionales cometidos por el Gobierno están a un corto plazo de pasarnos la cuenta. Es hora de poner freno.
El impulsivo desaire del Presidente Gabriel Boric al nuevo embajador de la República de Israel, durante la frustrada presentación de sus cartas credenciales, concitó una mayúscula preocupación por las implicancias que ello pueda tener en los intereses internacionales de Chile, habida cuenta de la pronta visita e intervención del propio Mandatario en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en Nueva York de la semana entrante.
Para nadie es un misterio que las simpatías de la izquierda internacional comulgan más con la causa palestina que con la israelí, más aún en este país en el cual varios miembros del Parlamento han optado, en el pasado y en el presente, por superponer el conflicto de Medio Oriente a los intereses nacionales, los cuales si bien no pueden ser prescindentes, sí debiesen necesariamente ser reflexivos respecto de las complejas implicancias que el mismo presenta, al menos desde la instauración política del Estado de Israel en 1948.
En razón de ello es que cuesta tomar en serio las opiniones un tanto afiebradas de ciertos parlamentarios y exministros vinculados a una de las partes en cuestión. Pero sí llama la atención que casi la totalidad de quienes están o estuvieron vinculados a la diplomacia y las relaciones exteriores den cuenta del rotundo gazapo que representó la actitud presidencial de suspender la visita del embajador cuando éste ya estaba en La Moneda, hecho que obligó al Ministerio de Relaciones Exteriores a disculparse durante más de una hora con el ofendido diplomático y al Estado de Israel a manifestar su más profundo repudio al embajador chileno en Tel Aviv.
No es el ánimo de este editorial inmiscuirse en la justicia de la preocupación presidencial sobre la causa palestina, como tampoco de compararla con la realidad que vive la etnia uigur en China, los armenios en Turquía e Irak o las barbaridades que ha cometido Rusia en Urania, entre tantas otras, entre las cuales bien se podrían incluir las víctimas de los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Jugar e improvisar en la política local tiene sus costos, los cuales bien pueden ser moderados o revertidos en el mediano plazo. Hacer lo mismo con las relaciones exteriores supone abrir una caja de Pandora imprevisible. Ya el Gobierno se ha manifestado poco hábil, siendo generosos, en sus primeros meses al faltarle el respeto al Rey Felipe VI de España, ningunear al exsecretario de Estado norteamericano, John Kerry, nombrar embajadores en dos de los países más grandes del mundo (China y Brasil) que no estuvieron ni cerca de asumir, la nominación de un agregado cultural en España que decidió radicarse en Madrid, provocar asomos de conflicto con Argentina por citar al "Wallmapu" y la no existencia de fronteras en la Patagonia, los insondables efectos del pintoresco subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales al proponer una consulta ciudadana para la actualización de los Tratados de Libre Comercio y su repudio al TPP 11, además del lobby por Nicaragua y Venezuela en la Cumbre de las Américas realizado por el Presidente. Todo ello, en medio de una supuesta investigación de la DEA y el FBI que involucraría a la exjefa de asesores del segundo piso, Lucía Dammert. Ahora viaja el Mandatario a Nueva York a buscar confianzas. ¿Qué podría salir mal?