LA TRIBUNA DEL LECTOR
POR AGUSTÍN SQUELLA POR AGUSTÍN SQUELLA
Un recuerdo indispensable
Lo que mejor recuerdo de los años que pasé en el entonces canal de televisión de la Universidad Católica de Valparaíso fueron las personas que conocí allí. Vaya que ha pasado tiempo desde entonces y alegra mucho enterarse de que el 5 de este mes la universidad recordará la primera transmisión por TV que se hizo desde uno de sus subterráneos en calle Brasil. Pura visión de sus entonces autoridades y del formidable grupo de técnicos y operarios que sacó adelante la empresa antes que otras universidades del país.
En mi caso, llegué a ese canal en 1969 con el encargo del rector Raúl Allard de colaborar a que el Departamento de Prensa cuidara bien una cobertura equitativa a las candidaturas presidenciales en curso. Allende, Tomic, Alessandri: dentro de la estación, como del propio departamento recién señalado, había partidarios de los tres candidatos y era menester que un canal universitario, como tal, no tomara partido.
No me resultó una tarea difícil, muy respaldado por el director del canal, Eduardo Vargas Herrera, y debo confesar que, teniendo yo también una clara preferencia en esa disputa presidencial, la experiencia de asumir y practicar el pluralismo me vino muy bien. Todavía no cumplía los 30 años y los ánimos estaban exaltados. Pero esa experiencia, como haber tenido antes formación jurídica en la Escuela de Derecho de la entonces sede de Valparaíso de la U. de Chile (hoy U. de Valparaíso), fue determinante para entender que la pluralidad o diversidad, que de hecho encontramos siempre en una sociedad democrática, tiene que ir acompaña del pluralismo, esto es, de la disposición a ver en esa pluralidad un bien y nunca un mal y ni siquiera una amenaza.
Tuve suerte de estar en ese canal y me gustaría mencionar a los muy buenos profesionales y personas que traté allí, aunque es seguro que, sin quererlo, omitiría a alguna de ellas. Casi todos eran tan jóvenes como el que ahora escribe, y eso fue también un beneficio. El canal estaba instalado en la calle Eleuterio Ramírez. Se subía al segundo piso por un alba y hermosa escalera, y los estudios se encontraban en el subterráneo. Todos pululábamos entre los varios pisos del inmueble y el ambiente era siempre de gran camaradería. Prensa estaba en el piso más alto y fue allí donde aprendí a fumar sin haber encendido jamás un cigarrillo. Humo, mucho humo, que por momentos era necesario apartar agitando los brazos en medio de la densa humareda del tabaco. Venía yo de trabajar en el diario La Unión, a un par de cuadras de allí, otra escuela de vida que encontramos en ese lugar con Héctor Soto y Hvalimir Balic, quienes tampoco tardaron en llegar al canal de la UCV.
Aunque lo he pasado muy bien enseñando derecho, lo cierto es que hasta hoy me pregunto por qué no seguí el impulso de estudiar periodismo o literatura. Pero gracias a La Unión y al entonces Canal 4, así como más tarde a El Mercurio de Valparaíso y de Santiago, amén de otros medios, pude practicar la forma más cómoda de periodismo y también la más afín a mis posibilidades -la de redacción-, y, por otro lado, en cuanto a la literatura, conseguí transformarme en un compulsivo lector de novelas. Uno se las tiene que arreglar como puede. Suerte otra vez de dar clases de filosofía del derecho, la más literaria de las asignaturas que se imparte en una Escuela de Derecho.
Un saludo agradecido a los buenos compañeros de entonces. A los que quedan, claro está, porque hemos lamentado la partida de varios, como el gran Luciano Tarifeño, por ejemplo, en cuya persona sintetizo las cualidades profesionales y humanas de todos cuantos conocí en ese lugar.