Correo
Larga espera en hospital
Debo felicitar a los usuarios del servicio de Emergencia del Hospital de Quilpué por su paciencia. El 5 de octubre esperé cinco horas y media para ser atendido por un examen hecho en el mismo hospital y que reveló un índice anormal, por lo que me llamaron para que concurriera a emergencia. Esa parte fue muy bien realizada, pero si hubiera tenido un problema grave, posiblemente la espera de cinco horas y media me hubiera significado un serio trastorno de salud.
Al manifestarle al médico que me atendió (de apellido Núñez) mi malestar por la espera y mi decisión de reclamar, me pidió que lo hiciera, consciente de la mala calidad del servicio que se estaba prestando. Había cinco sillas de ruedas -todas ocupadas y fue imposible ayudar a trasladar a un par de personas con heridas en las piernas-, hubo largos períodos en que no había asientos suficientes para acomodar a los presentes en la sala de espera de urgencias y, por lo que escuché, se estaba hospitalizando a la gente en camillas, sin contar a los pacientes que se retiraron al no recibir atención.
Félix Torrealba
Plebiscito de entrada
Un grupo de políticos está decidiendo cual será el mecanismo para un nuevo proceso constitucional, basado en que la mayoría de la ciudadanía quiere una nueva Constitución, dado los resultados del Plebiscito Nacional 2020 y, además, que la actual Carta Magna tendría problemas de legitimidad de origen.
Considerando que nadie puede determinar cuál es la vigencia de una votación (pareciera no ser mucha), creo que lo mejor es hacer un plebiscito obligatorio de entrada, donde se le pregunte a toda la ciudadanía si realmente quiere una nueva Constitución y, de ser así, cuál sería el mecanismo para su concreción, legitimando con ello cualquier decisión.
Lo anterior, además, cumpliría cabalmente, y no solo como un simple eslogan de campaña, con la consigna de que "la élite no debe decidir por nosotros". Adicionalmente, sabríamos objetivamente al momento de la votación, qué es lo que realmente quiere toda la ciudadanía. Y también, cualquiera sea el resultado, no le dejaríamos a las futuras generaciones la necesidad real de seguir discutiendo respecto de la legitimidad de origen de la actual o, más importante aún, no generaríamos una nueva discusión de lo mismo, esta vez respecto de la eventual nueva Carta Magna.
Matilde Araya Aceituno
Mitología constituyente
El señor Baradit ofrece una versión de su proceso constituyente en clave secreta. La señorita Bown describe su visión de la Convención Constitucional en clave perpleja. El señor Squella nos describe una visión constituyente en clave liberal. Estas tres visiones, accesibles en libros, son un escándalo y un aprovechamiento.
El mito de una Convención Constitucional es creado por quienes la instigan y porque en realidad quienes señalan que una legislación se hace a través de una revolución son teóricos.
Una legislación instituida se ha cambiado por reforma y nada más. Y luego otra reforma. Las revoluciones hoy surgen de las mentes de una generación que ni son más creativas ni más lectoras de sus derechos, sino simplemente porque reemplazan a otra generación que con seguridad son sus propios hijos y nietos. Amplificados por los medios, los exconstituyentes han creado una mitología de sí mismos.
Germán Soto Droguett
Violencia irracional
A raíz de los incidentes que se han producido con bombas molotov y piedras entre el INBA y el cuartel militar aledaño, uno se pregunta ¿cuál es la línea de lo tolerable?
En cualquier otro lugar del mundo, atacar una instalación militar no es algo que resulte fácil y menos que quede en la impunidad. Utilizar bombas molotov, con su poder de daño y en contra de soldados, generaría una respuesta que ya nadie quisiese presenciar o escuchar. Pero algo ocurre en nuestro país que se dejan pasar estas cosas.
Que esto ocurra a la salida o en horario de recreo, sumado a otros casos, como el Instituto Nacional, da para pensar hasta qué punto debemos tolerar la violencia de parte de estos jóvenes. Debiese ser aplicada la ley y enseñarles que toda acción genera una responsabilidad que deben asumir; de lo contrario, las normas de convivencia se desfiguran y entra en juego la ley del más fuerte.
Pablo Aldunate Allegro Fundación para el Progreso
PGU
Quizá tenga una obsesión con la verdad, pero algo me perturba cada vez que escucho o leo sobre la Pensión Garantizada Universal (PGU). ¿Cómo puede llamarse así un beneficio que no es garantizado, porque hay que postular para obtenerlo, y no es universal, porque hay un porcentaje importante de personas que no califican para recibirlo? Es simplemente una mentira, un uso mañoso del lenguaje que usan los políticos para endulzar un beneficio.
Me pregunto, además, ¿dónde estaban los parlamentarios, especialmente los de oposición, para objetar el uso de una mentira en la descripción de este beneficio? ¿Acaso ellos también cayeron como abejas ante el néctar y se sumaron a la farsa?
La pensión "casi" universal es un estupendo beneficio y ojalá se siga focalizando en quien más lo necesite, pero mientras no impere la verdad en el lenguaje político y legislativo, y los medios de comunicación se hagan cómplices al retransmitir las falsedades sin crítica, seguiremos siendo vulnerables a todo tipo de abusos.
Eduardo Troncoso Unwin
Megamunicipios
El Gran Valparaíso necesita más municipios. El tamaño de las comunas de Valparaíso y Viña del Mar es exorbitante. Sectores como Placilla, Laguna Verde, Playa Ancha, El Almendral, los cerros patrimoniales, Reñaca, Forestal, Agua Santa, Recreo, Chorrillos, Nueva Aurora, Achupallas y Villa Dulce dependen de apenas dos alcaldes, abarcando una superficie similar al Gran Santiago y más de un millón de personas. Algo demencial que facilita la desidia con los barrios y la funa de proyectos a mansalva -para hacer populismo en televisión-.
Tema aparte son municipios gigantescos como La Ligua, con menos habitantes, pero controlando la mayor superficie regional, playas de lujo, minas de oro y cobre, agro internacional y valles ricos en minerales y agua, todo bajo un solo alcalde. Presa fácil son estas megacomunas para los partidos organizados desde las élites de Santiago y sus falsos domiciliados.
Juan Luis Menares Rodríguez