"No por perder el plebiscito el Gobierno y sus parlamentarios tienen que abdicar de sus ideas"
A poco más de un mes de que triunfara el Rechazo en el plebiscito de salida, el exconvencional que representó a los votantes de nuestra región en aquel proceso fallido, Jaime Bassa, empieza a dar a conocer sus primeras interpretaciones sobre un resultado que, confiesa, nunca se esperó.
Si los primeros análisis sobre el triunfo del Rechazo nos dicen que el voto obligatorio fue capaz de movilizar a un ciudadano apolítico pero moderado -y que hay que olvidar cualquier intento refundacional-, Bassa cree que el resultado se explica también por un sentimiento antipolítica y antiinstituciones que prima en Chile desde los últimos años.
- ¿Qué tanto le afectó la derrota? Con el clima que se vive actualmente posplebiscito, ¿no tiene la sensación que fue un año perdido?
- Fue una derrota muy dolorosa porque siempre me mantuve optimista hasta el final de la campaña. Pensaba que había una posibilidad importante de que la nueva Constitución fuera aprobada, pero nos encontramos con una derrota dura, sobre todo por lo abultado de la diferencia. Eso no significa que no siga creyendo en el trabajo de la Convención Constitucional que, de alguna manera, dejó en evidencia que aún hay discusiones, como la igualdad o la equidad de género, que alcanzaron un punto de no retorno.
- ¿Perdió sentido la consigna "Chile despertó" para explicar el contexto político del país?
- Creo que no se trata de si Chile despertó o si volvió a dormirse o no. Fue una dimensión destituyente la que se expresó tanto en el plebiscito de entrada como en el de salida. Una expresión de voluntad del pueblo en contra de la política y las instituciones. Lo del plebiscito se explica, también, por ese voto antirrepresentación, antiinstituciones, antipolítica, que se hizo presente en la votación y en la campaña del Rechazo.
- El 62% del Rechazo se interpreta también como una revaloración de los 30 años posdictadura y de sus instituciones. La moderación fue para algunos la gran ganadora del plebiscito.
- Es que me parece que hay un envalentonamiento artificial por parte de quienes se arrogan el triunfo del Rechazo, que creen que el 62% puede ser puesto detrás de cualquier causa o razón que haya justificado el voto de esa opción. Al contrario, sabemos bien que fueron muchos los rechazos que se juntaron. Ese envalentonamiento ha llevado a ciertos sectores del Rechazo a reivindicar de manera muy irreflexiva lo que fueron los últimos 30 años que, sabemos, contienen los antecedentes sociales y económicos de la crisis de 2019. Todos sabemos que los treinta años no fueron tiempo perdido, pero tampoco años dorados.
- ¿No le parece que muchos de los diagnósticos enmarcados en el estallido social perdieron fuerza y que el antioctubrismo se está volviendo sentido común?
- Debemos distinguir muy bien los intereses particulares que hay detrás de esos sectores para los que es muy rentable política y económicamente hablar en contra del octubrismo. Octubre son muchas cosas distintas. Si bien es sensato condenar la violencia que se identifica genéricamente con octubre, no me parece que sea políticamente inteligente ni es moralmente honesto meter a todo octubre detrás de la violencia. Además, esa crítica irracional a lo que genéricamente se le ha llamado octubrismo no nos permite hacernos cargo de las causas de la crisis social.
Germen totalitario
- El propio Gobierno, posplebiscito, ha dado señales de ceder a los diagnósticos de moderación, críticos del estallido social, que cobraron fuerza con el triunfo del Rechazo. ¿Era esperable?
- Es verdad y probablemente hay sectores en el oficialismo a los que les ha faltado fondo político e ideológico para entender al octubre legítimo y procesar esa dimensión de la protesta social que busca mayor justicia. También es cierto que el impacto comunicacional y político del plebiscito fue un remezón importante en el tablero político. De hecho, comparto que es razonable que el Gobierno haga ajustes tras ese remezón, pero eso no tiene por qué afectar el fondo de su programa.
- En la negociación actual se ve cómo los sectores que apoyaron el Rechazo cobraron fuerza, mientras que el oficialismo está cediendo a límites constitucionales que, quizás en otro momento, no hubiesen aceptado. ¿Cómo lo interpreta?
- El repliegue me parece sensato y necesario, pero el oficialismo está cometiendo el error de concederle demasiado al adversario. No por perder el plebiscito el Gobierno y sus parlamentarios deben abdicar de las ideas y banderas de lucha por las que fueron elegidos. El Rechazo, por su parte, tampoco puede pretender que por ganar el plebiscito el adversario tiene que renunciar a su programa. Hay un germen totalitario en el Rechazo al pretender que el Gobierno renuncie a sus banderas de lucha solo por perder el plebiscito.
- Con lo que plantea, ¿qué expectativas tiene sobre el nuevo proceso?
- Fue tan grande el impacto del resultado del plebiscito, que es muy difícil generar las condiciones, y lo hemos visto, para que el proceso constituyente siga su curso. Así como el oficialismo ha asumido un costo importante en generar esas condiciones para seguir adelante, la oposición se aprovecha de su posición de ventaja para imponer condiciones. El peligro de establecer límites y controles es que el próximo órgano no actúe en representación del pueblo, sino del Parlamento.
- ¿Qué le parecen los gestos que está dando el Congreso pensando en una nueva Constitución?
- Es lo que el Parlamento debe hacer, aunque no puede perder nunca de vista que no cuenta ni con la legitimidad ni la confianza por parte de la ciudadanía para empujar este proceso por sí solo. Toda esta discusión que estamos viendo sobre los bordes y cómo garantizar que se respeten los límites pierde de vista que la decisión constituyente no la va a tomar el Parlamento.
Salida intermedia
- Con la derrota de la Convención, ¿qué quedó de las expectativas constituyentes del acuerdo del 15 de noviembre?
- Creo que la expresión del poder constituyente del pueblo pasa por un momento de dificultad y debilidad. Hay una tensión entre el anhelo de justicia social, que ha sido bien expresado en encuestas y manifestaciones, y el amplio triunfo del Rechazo en el plebiscito de salida. Ahora mismo me parece que es muy difícil empujar desde lo constituyente un proyecto transformador, porque algo así va a tocar muchos intereses que son capaces de organizarse para echar a bajo cualquier propuesta.
- ¿Qué tipo de Constitución debería salir de todo lo que se está gestando?
- Primero, está claro que no va a haber una Constitución transformadora porque acaba de rechazarse una. Eso sí, el anhelo por justicia social sigue estando vigente y, por lo mismo, en nada ayudaría una Constitución que cambie cuatro cosas y que mantenga el resto igual que como está ahora. Lo mejor será una salida intermedia, con una Constitución que sea lo suficientemente abierta para habilitar el ejercicio de la democracia y que, a la vez, responda a las principales demandas de la ciudadanía.
"Así como el oficialismo ha asumido un costo importante en generar condiciones para seguir adelante, la oposición se aprovecha de su posición de ventaja para imponer esas condiciones".