"La democracia no puede existir sin educación crítica"
Paul R. Carr es profesor titular en el Departamento de Educación de la Université du Québec en Outaouais, Canadá, y también es titular de la Cátedra Unesco en Democracia, Ciudadanía Global y Educación Transformadora (DCMÉT). Precisamente gracias a esta última estuvo en Valparaíso como parte del simposio internacional "Diálogo y Emancipación", organizado por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Entre los temas de investigación que aborda figuran los de democracia, ciudadanía global, alfabetización mediática, los estudios de paz, el medio ambiente, las relaciones interculturales y el cambio transformador en la educación. Sobre este último punto afirma que "es la única manera para hacer cambios sociales", y por eso considera que "si no valorizamos totalmente la educación, se vuelve un bien privado" y lo que se necesita es "un proyecto público social".
- ¿Cuáles son los desafíos que enfrenta la educación?
- Creo que es universal el rechazo a la educación pública (...). Hay una falta de maestros que es muy grave, en todos los países; la gente no quiere hacer una carrera como antes, por una cuestión de remuneración, pero también por estrés, presión del Ministerio, padres, las escuelas. Hay mucha gente que no puede hacer lo que quiere en justicia social. Es una educación, en algunos casos, bancaria (…). Es muy, muy importante la educación formal, porque sin eso sí es difícil hacer algunos cambios de alfabetización mediática, política. Necesitamos hablar de la educación informal también. Pero el desafío, creo, es hacer frente a la desvalorización de la enseñanza y también de tener más contenido o experiencias con respecto a la democracia, la justicia social, la participación ciudadana. También creo que necesitamos pensar en la educación para la paz, la armonía, la solidaridad. Entonces hay muchas cosas, pero la democracia no puede existir sin educación crítica permanente.
- La falta de educación crítica, ¿puede poner en peligro la democracia participativa?
- Claro. Creo que en la democracia normativa, de las elecciones y todo, no es muy amplia, no es muy fuerte la participación de los jóvenes. Por lo general pasan más por las redes sociales, los movimientos sociales. Votar es muy débil, muy limitado. Por ejemplo, los proyectos de investigación que hicimos sobre democracia y educación en varios países, mucha gente nos dijo que ellos mismos no tuvieron una experiencia democrática en la educación. Entonces, cuando se vuelven profesores no quieren hacer cuestiones controvertidas, experiencias de justicia social. Es un problema social. No hablamos mucho de la educación en las sociedades, por lo general.
- Siendo que es un tema fundamental.
- Es la única manera, creo, para hacer cambios sociales. Si pensamos en las mujeres, ¿cómo vamos a rectificar el femicidio, abuso, agresiones, violaciones? Podemos hablar con las mujeres, pero eso no es suficiente. Los hombres necesitan cambiar, los hombres necesitan denunciar. Ese es un problema universal. Hay muchos puntos de entrada, pero la educación debería ser fundamental. Debería ser un proyecto político, no en el sentido de apoyar un partido político, sino de hacer algo. ¿Cómo vamos a hacerlo sin la educación crítica?
- ¿Cómo convencemos a nuevos jóvenes para que se dediquen a ser educadores?
- No sé si debemos tratar de influenciar (…). Pero, ¿por qué la gente no escoge la educación como carrera? Hay muchas razones y parece que se vuelve demasiado. Creo que es un problema social, cultural, político, económico. Si no valorizamos totalmente la educación, se vuelve un bien privado y cada uno quiere tener su educación. Necesitamos para hacer cambios en la sociedad una justicia social contra el femicidio, pobreza, racismo. Necesitamos un proyecto público social.
- ¿Cómo ve el proceso acá en Chile? ¿Ud. lo ve más cercano a tener esta educación crítica o lo ve lejano todavía?
- Tengo cuidado de no criticar otros países. Tengo mis impresiones, no soy experto. Lo que noto aquí es que el nivel de educación privada es muy alto. Eso va a afectar las vulnerabilidades (...). No puedo comentar el nivel político, el nivel de financiamiento, pero me imagino que es como los otros países: hay muchas desigualdades y probablemente no hay mucho espacio para hacer justicia social. Sin embargo, hay muchos proyectos buenos, pero es difícil. Los maestros que lo hacen, lo hacen debajo de la mesa. Lo que me interesa un poco -voy a comentar solamente eso- es el debate constitucional, que fue muy interesante -el resultado es otra cosa, es difícil ganar un referéndum en todas partes del mundo-, pero pienso que hubo mucha animación para debatir. Pero en eso podemos ver la polarización y creo que la respuesta debería ser más de diálogo. Hay muchas divisiones, no esperan construir la democracia.
- Ud. mencionó la educación para la paz. ¿Cómo logramos hacer esa educación cuando hay tanta violencia? En los colegios, en redes sociales...
- Creo que juntos necesitamos más diálogo y necesitamos revisitar no solamente el currículo en pedagogía, sino la cultura institucional. Cuando hay peleas y todo eso, probablemente hay otras cosas en casa, en la calle. Necesitamos hacer nuestro trabajo. Necesitamos denunciar. Creo que el movimiento #yotambién (#metoo) hizo más para ayudar a denunciar la violencia contra las mujeres que muchas leyes. Creo que en la escuela podemos entregar más (…). Podemos entregar más contenido de la gente de arte callejero: música, redes sociales, ser un poco menos jerárquicos, necesitamos tener más representaciones de la gente indígena, de todos los grupos y utilizar más la imaginación. Las notas son interesantes, pero no es lo único.
- ¿Eso es lo que le va a ayudar a esta educación en la transformación? ¿No solamente fijarnos en cosas cuantitativas, sino que también en lo cualitativo?
- Sí. La buena noticia es que en el mundo hay muchos ejemplos de mucha gente haciendo muchas cosas interesantes. Sin embargo, es fuera del lado público formal. Por eso yo diría que necesitamos muchos diálogos, mucha participación. Es bueno que la gente tenga opiniones, el diálogo, pero hay que resistir la tentación de buscar las soluciones en la mente de alguna gente. Otra cosa que necesitamos cambiar, porque no tenemos otra opción, es ¿cómo hacemos la paz? La primera cosa en las escuelas es que necesitamos tener transparencia, necesitamos saber qué hacen los gobiernos en nuestros nombres. Y también la educación dialéctica, donde aprendemos a debatir de una manera deliberativa. Debatir es decir que no, no matarse. Necesitamos pensar qué es la dignidad. Cuando enseño antirracismo, hablo mucho de las mujeres. Es mucho más fácil, porque todo el mundo tiene una mujer en casa: madre, esposa y todo el mundo dice no me gustaría que alguien le hiciera eso a ella o la discriminaran. (…) Ya hicimos mucho progreso con muchas cosas: homosexualidad, mujeres… y al mismo tiempo estamos luchando casi por las mismas cosas.
- Es extraño porque hemos avanzado en algunos derechos, pero en otros temas de ideologías, pareciera que hubiésemos retrocedido.
- Es difícil tener empatía al otro. (…). El medioambiente, los conflictos, las migraciones, eso no va a parar. (…). Entonces necesitamos pensar otra forma de crear sociedades. Yo creo que hace mucho tiempo, demasiado tiempo, utilizamos el parámetro de índice económico: tasa de inflación, tasa de crecimiento. Eso no tiene sentido para alguien que vive en la calle o alguien que quiera trabajar. El político va a prometer, no sé, 500 dólares a cada persona para luchar contra la tasa de inflación. Eso es ridículo. Eso es la plata de la gente, entonces vamos a prestarnos más. Es una preocupación que la pobreza no está disminuyendo. 2
Si no valorizamos totalmente la educación, se vuelve un bien privado y cada uno quiere tener su educación. Necesitamos para hacer cambios en la sociedad una justicia social contra el femicidio, pobreza, racismo. Necesitamos un proyecto público social".
Flor Arbulú Aguilera
flor.arbulu@mercurio valpo.cl
"