Los fantasmas chilenos que se aparecen por amor
En el Día de los Muertos, según la literatura de horror, vuelven al más acá los que se niegan a la frialdad del mármol. En Chile, se cuenta que es por pasiones inconclusas. Y aquí, el diablo es un tipo simpático.
Siluetas blancas se pasean por construcciones antiguas, porque es sabido que para volver se necesitan lugares invariables en mucho tiempo, no la casa de los abuelos reemplazada por un edificio de 20 pisos. Allí pocas veces hay fantasmas, demasiado ruido, luces, perturbaciones de los vivos. Desde el más allá se regresa en el silencio de las paredes de adobe, o la soledad de las grandes carreteras, los cementerios o los jardines abandonados.
"Un fantasma es un ser que no existe… pero aparece. Para desgracia o fortuna, eso no depende de cada uno", dice Carlos Pinto, el famosísimo conductor de "El día menos pensado" que en los enlaces de las historias caminaba entre la niebla, en el prólogo de "Historias chilenas de fantasmas. Testimonios reales", del investigador César Parra.
El libro reúne cientos de confesiones de madrugada realizadas en programas radiales que escuchan los noctámbulos, médicos, camioneros y conserjes, con un lenguaje cercano y transversal, en relatos cortos como para leer en la micro. Aunque no si el recorrido pasa por fuera de un hospital y en el Servicio Médico Legal, "en donde se guardan las arsenaleras e instrumentos que se dan de baja, debemos ir acompañados. Allí se escuchan gritos, nos han rasguñado, nos empujan, y las cosas se mueven. Hace un tiempo un colega falleció de un ataque".
Desde Quilpué, el auditor Jaime Garín recuerda que "cuando volvimos buscando al gato, no pasó mucho tiempo antes de que se escuchara el lamento de una mujer. Era un sonido horrible, con dolor, como si estuviera sufriendo por alguien. (…) Ahora entiendo por qué nunca nadie ocupó esa propiedad: el sitio es enorme y la casa muy hermosa, pero el alma de aquella mujer no dejará vivir en paz a quien pretenda habitarla".
Luego en San Vicente de Tagua Tagua, O'Higgins, un anónimo dice que "hacia 1945 -yo tenía once años- era muy habitual que los duendes persiguieran a mi hermano Carmelo": en esa línea se inscribe "El horror", de la influencer Valeria Luna, quien dejó de lado las cremas para sorprender con una antología de relatos paranormales urbanos, algunos autobiográficos, afirma.
Hija de su época, la narrativa de Luna -en rigor Cárcamo, ya que es hija del locutor radial Pirincho Cárcamo-, abunda en sensaciones físicas, como "lo experimenté en la boca del estómago. La línea entre la ansiedad y el pánico era demasiado delgada, no podía distinguir cuál de las dos sensaciones fue la que se anidó en mis entrañas, pero de lo que estoy segura es que de mi cuerpo no le hacía caso a mi cerebro" ante una gran luz en el cielo sobre Tunquén.
En "Quiero que me penen" la autora recupera el pulso y aborda el asesinato de Jorge en la zona rural de Los Lagos: "Su papá lo había degollado", en 2011. "Nunca imaginamos que algo tan macabro podía ocurrirle dentro de su casa". Un cuidador de la escuela se encuentra con él de noche y pregunta "¿por qué tan contento?", a lo que el espíritu responde que "'queda poco para que empiecen las clases y lleguen mis amigos'. A mi tío lo embargó la amargura, inclusive más que el horror. (…) El niño era tan feliz en el colegio, que prefirió quedarse en la silla que rondando la casa en que murió".
El poeta Tomás Harris, asimismo, aborda la oscuridad de esta década en "La memoria del corazón", con "Rutinas", donde afirma que "sobrevivimos a una peste medieval/ Tratamos de mantener nuestra estética y una ética,/ pero ya mandaba la Muerte y no le creíamos a nadie". Con el covid-19 rondando su vida "me duchaba menos, leía poco y dudaba sistemáticamente más./ Las pesadillas cambiaron sus imágenes/ y me despertaba con miedo. Pero con un miedo real".
El diablo pícaro
La transcripción del caso de la Recta Provincia fue impresa en 1908 bajo el título "Los brujos de Chiloé. Célebre proceso del Juzgado de Ancud. Declaraciones de los reos", disponible gratis en el portal Memoria Chilena, que comienza con "la historia de un pueblo está contenida en su saber y en sus creencias", como la existencia de personas con poderes sobrenaturales que, "unidas secretamente, han explotado la buena fe de los habitantes de islas enteras, valiéndose de procedimientos o ceremonias secretas (con) que aterrorizaban" a los vecinos para "explotarlos y robarles".
La versión nacional de la inquisición comenzó en 1880, tras una serie de muertes inexplicables en la zona, motivadas por herencias y negocios. Un chilote de nombre Cipriano "fue a buscarlo y le preguntó por qué no lo sanaba de sus enfermedades. A lo que Néstor (uno de los enjuiciados) le dijo 'todavía no te acaban de llevar los diablos'".
¿Cómo identificaron a los integrantes de la Recta Provincia? Por su chaquetilla, hecha con "una parte de la piel de los brujos que mueren y que los que quieren tenerla, la sacan en el panteón, a la izquierda del cuerpo en dirección del pecho hacia la barriga. Esa piel la curten con ciertas yerbas. En seguida los brujos se la cuelgan con unos cordones al lado izquierdo y con ella andan de noche produciendo una luz especial".
Francisco Ortega dijo una vez en su Instagram que hay que citar a la Recta Provincia con respeto, porque de pronto se aparecen los emisarios del ángel caído en la actualidad, con ropa y amuletos adaptados a la época. Aunque el diablo acá, señala el escritor en "Dioses chilenos", se distancia de la tradición occidental al ser "un personaje en que la picardía se mezcla con la maldad: la expresión sobrenatural del ser chileno".
Ortega entrevistó al filósofo Gastón Soublette, quien le explicó que el Maligno es "un señor que se aparece de distintas maneras y que vive solo en Chile, en lugares apartados, campo, cordillera, bosques.... Existe para tentar y ofrecer una mejor vida, dar riqueza de forma inmediata", donde "te roba el alma pero no la envía al infierno. No existe en nuestra tradición la idea de ese lugar de tormento", sino que "condena a una vida maldita".
El escritor se declara fan de Oreste Plath, quien divulgó un relato de Coihueco, Ñuble, donde agricultores cansados de los robos "tomaron la desesperada medida de hacer un pacto con el Diablo, sabiendo que el Diente de Oro tenía especial aprecio por una antigua mina (…) que los bandidos querían. El Señor de las Tinieblas no solo aceptó auxiliar a los campesinos sin cobrarles el alma, sino que personalmente se encargó de atrapar a los malvados, yendo contra ellos en un caballo negro y vestido de capa y sombrero. Tras derrotarlos se (…) quedó con el alma de los villanos como premio".
Se acaba de publicar "Historias chilenas de fantasmas. Testimonios reales", de césar parra.
Por Valeria Barahona
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"Un señor que se aparece de distintas maneras y que vive solo en Chile, en lugares apartados, campo, cordillera y bosques".