Por qué no se eliminan las delegaciones
No hay que ser muy astuto para colegir que a La Moneda no le conviene que el gobernador de turno monopolice el poder en los territorios. En La Moneda no quieren cometer un gazapo al apurarse más de la cuenta, antes de repensar diligentemente la labor del Ministerio del Interior y la entrega del control policial a una nueva institucionalidad.
Así, en lo que se llama cumplir promesas, lo cierto es que el Gobierno del Presidente Gabriel Boric tampoco ha privilegiado mucho sus juramentos de campaña, salvo por el proyecto de reforma de pensiones que, aunque amenaza con poner fin a las AFP, es más una declaración de intenciones que depende de otros estamentos que, hoy por hoy, no están precisamente alineados con La Moneda.
Por acá por la Región de Valparaíso hay algunos más sentidos que otros, como puede ser los que atañen a Transportes con el tren rápido a Santiago, el supuesto tranvía desde el Puerto a Concón, la extensión del Merval y hasta un par de ideas de teleféricos que, bien lo sabemos, jamás serán realidad en esta vida. Es más, el propio Jorge Sharp ya ha comenzado a levantar su línea paralela de buses para atender Laguna Verde ante, lo que él estima, el "secuestro" del transporte público del Gran Valparaíso por parte del empresario Reinaldo Sánchez, como dijo hace un par de días en la Radio Bío Bío. Por su parte, un grupo de diputados, encabezados por el comunista Luis Cuello, impulsa una reforma constitucional para permitir que municipios y gobiernos regionales creen sus propias empresas de transporte público y no estemos, como hoy, a la espera de que el seremi de Transportes y el ministro de la misma cartera se atrevan a relicitar el TMV, ejercicio ya postergado durante más de una década.
Otra de las promesas incumplidas debe ser, cómo no, la eliminación del cargo de delegado presidencial, hoy una figura abstracta, incómoda y sumamente extraña, dueña de las competencias de seguridad durante la peor crisis de seguridad de los últimos años. No solo eso: como bien dice Claudio Orrego, cuando hay que invertir en la materia, las delegaciones presidenciales no tienen un peso y no son otros que los Gobiernos Regionales -y sus Consejos incluidos- los que deben pagar la fiesta.
En La Moneda saben que el tiempo apremia, pero no quieren cometer un gazapo al apurarse más de la cuenta, antes de repensar diligentemente la labor del Ministerio del Interior y su próxima cesión del control policial a la nueva institucionalidad del Ministerio de Seguridad Pública. Por lo mismo, todos los guiños anteriores de la propia Carolina Tohá y el subdere, Nicolás Cataldo, más parecen una estrategia para ganar tiempo ante la impaciencia de la población y de los propios gobernadores que un genuino intento por distribuir poder. Otro punto no menor, de eliminarse la Delegación, es cómo conseguirá La Moneda mantener relaciones con el territorio, más aún en casos en los cuales el gobernador es formalmente de oposición (La Araucanía), independiente (Antofagasta, Atacama, Coquimbo, Metropolitana, Biobío, Los Lagos) o, lisa y llanamente díscolo, como nuestro entrañable Rodrigo Mundaca, a quien hoy vemos reempoderándose, levantando la voz, dando portazos y armando audiencias vecinales en comunas, como las llama él, perirrurales.