"Sueños y temores de la Región de Valparaíso" es el título de la tercera encuesta de bienestar aplicada por la Mutual de Seguros de Chile, la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez y Cadem, empresa especializada en estudios de opinión.

El trabajo determina que un 44% de la población estima que en el último año ha empeorado su calidad de vida; un 31% afirma que sigue igual y el 25% declara que ha mejorado mucho. Con optimismo, el 73% de los entrevistados piensa que dentro de un año esa condición mejorará.

Confirmando otros estudios, el 51% de los encuestados indica que el principal problema regional es la delincuencia y la droga, lo cual está vinculado a temores e incertidumbre. Otras materias de preocupación de casi un tercio de los entrevistados refieren a salud, empleo y economía con todas sus implicancias. Un estudio similar se aplicó en ocho regiones del país.

Paralelamente, el domingo se dio a conocer el resultado de otra encuesta Cadem de alcance nacional, en la cual la aprobación al Presidente Boric llega a solo al 29% de los entrevistados y la reprobación sube 2 puntos, totalizando un 65%. Además, según el estudio, el futuro del país es observado con pesimismo por el 53% de los encuestados, la cifra más alta en ocho años.

Se afirma que las encuestas son una fotografía del momento, lo cual acertadamente se podría aplicar al juicio sobre determinada personalidad pública, basándose en declaraciones o decisiones puntuales. Así, el apoyo o rechazo al Presidente puede tener variables significativas.

Sin embargo, las opiniones sobre calidad de vida tienen un valor más permanente, pues se basan en experiencias cotidianas marcadas por situaciones que se arrastran en el tiempo, como seguridad, transporte público, vivienda, salud, educación o economía.

Con esa consideración, los actores públicos y privados deben prestar especial atención al estudio regional enfocado en "sueños y temores", con opiniones que se apartan de posiciones que pueden ser subjetivas o resultados de determinada posición política.

Con una mirada más allá del momento, es acertado el alcalde de Valparaíso Jorge Sharp, al afirmar en su análisis del estudio que "vivimos en un tiempo de muchas incertezas, donde el horizonte de lo predecible para una familia no es lo que era hace cinco o diez años".

La exgobernadora de Valparaíso, María de los Ángeles de la Paz, opinó en su análisis que el tema económico es prioritario sobre el constitucional. Ese juicio se relaciona con el hecho que a un 45% de los encuestados los ingresos les alcanza justo para llegar a fin de mes, mientras que un 41% no llega a esa meta y tiene graves problemas económicos.

Opiniones y también cifras tras las cuales hay seres humanos preocupados por su futuro y también, hay que decirlo, por la distancia entre el debate político y la realidad contingente que marca la vida diaria.

Hago recuerdos de la calle donde pasé toda mi niñez, adolescencia y primera juventud y en la que forjé mi cariño a Valparaíso, ciudad que, pese a toda su decadencia, sigo amando simplemente porque es parte de mi propio espíritu y, a fin de cuentas, haber nacido en ella amarra como el hambre.

Escribo del barrio de mi infancia, subido en la alfombra voladora del sueño que me retrotrajo al paraíso de aquella calle Condell que olía bien, que era tranquila, aseada, elegante, refinada, donde la gente que la recorría participaba de aquellas virtudes y en nada se parecía a la calle agonizante que es hoy.

Fue en ella que viví el rito de caminar rumbo a la misa de sábado en la catedral con mi madre y mis hermanos, para desde allí retornar hacia el Club Naval donde mi padre siempre nos invitaba una "pichanga" al calor de la música de un órgano eléctrico que acompañaba la velada. Allí fue donde tuve mis primeros enamoramientos y vi películas "eróticas" con Gloria Guida, Edwige Fenech y Susana Giménez en aquellos cines con programas dobles y hasta triples que eran el Condell y el Central, y que dicho sea de paso, hoy no entusiasmarían a nadie.

En Condell disfruté del Café do Brasil, me compraron ropa en la Joven Italia, compré hilos en La Merced, admiré la tienda Arrué y La Joya Literaria, comí con mis hermanos los completos gigantes del Garbo y en más de alguna ocasión compré morochas y gomitas en la confitería Condell. Siempre me sentí orgulloso de vivir ahí, mirando con desdén a mis compañeros que vivían en los cerros, porque yo me hallaba en el centro, donde convergía la novedad con la tradición y la gente se arreglaba y vestía especialmente para caminar por él.

Hoy continúo viviendo en Condell, aunque ya no en el Edificio Prat, sino en la Cooperativa Vitalicia de Aníbal Pinto. Todo lo que relato ya no existe. Se ha ido la Botica Unión, de la que solo queda el nombre, también la Farmacia Principal, Xuga, Fiorentina, la Casa Peña y la tienda de telas El Pasaje.

Lo más triste es que ese halo de respetabilidad y decencia que hubo en nuestra ciudad y fue el sello de la calle Condell ha sido reemplazado por el envilecimiento del espacio público, donde todas las fachadas de los hermosos edificios del plan están pintarrajeadas por un conjunto de personas que ensucian y destruyen la belleza y la armonía del conjunto con el desequilibrio de sus mentes, y además se han instalado verdaderas tomas de terreno con un ejército de comerciantes ilegales que impiden caminar por las calles de una ciudad dejada de la mano de la cultura y abandonada a la miseria espiritual de quienes la habitan. ¿Volverá algún día el esplendor a nuestro Valparaíso y a mi querida calle Condell?