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Entonces, aquel proyecto que naufragó también iba a ser entregado en manos de los operadores, los que fueran, y eso le añadía conflictividad, no se la quitaba, a aquel proyecto que además de por sí era divisivo. Póngala usted en manos de todos esos y dele años, porque hay que mirar años o decenios.
-El proyecto rechazado según algunos fracasó porque "se pasaba varios pueblos", pero otros creen ahora que existe también el riesgo de que, ante tantas salvaguardas, el nuevo "quede corto" en las demandas de la ciudadanía. ¿Cómo encontrar el equilibrio?
-Podría quedarse corto, depende de cómo sea el proceso. Pero las 12 bases son amplias como para ser un proyecto abierto. Es lo que vemos hoy en la constitución norteamericana que, siendo cortísima, precisamente por ser tan corta es capaz de digerir los 200 y más años de diferencias sociales y todo, pero la verdad es que la respuesta a esto nos la da el tiempo. Yo no me preocuparía tanto por cómo quede. Hay que redactarla bien, por supuesto, nadie querría hacerlo mal, pero la respuesta a lo que usted pregunta la da el tiempo; y dejemos ese proyecto en manos de los operadores constitucionales a los cuales, pongámosles un plazo de 10 años, que es muy poco en la vida de una Constitución. Ninguna Constitución, ni la mejor hecha del mundo, es una obra terminada perfecta como si fuera una figura geométrica, un cubo, un paralelepípedo perfecto. Eso lo saben ustedes por su experiencia, porque Chile tiene muchísima experiencia constitucional desde 1818 o algo así, y han tenido textos que duraron mucho e incluso repetían las instituciones. Entonces, ahí en el juicio hay que hacerlo no en cómo salió el texto de las manos del Poder Constituyente sino en cómo se desempeñó, cómo se interpretó y vivió en los años posteriores. Cuando tenemos un texto nuevo y le preguntan a uno como profesor ¿qué opina usted de esta Constitución?, yo le respondo: hágame la misma pregunta dentro de 40 años. Porque esa es la prueba de fuego.
-Una de las grandes novedades del proyecto rechazado y que fue incluido en los 12 principios es la definición de estado social democrático. ¿Soluciona eso los problemas?
-Bueno, por poner que un estado es social no se hace social. Escribir en mi tarjeta de visita que soy millonario no me hace millonario. Por poner democrático no te haces democrático. No es nada automático. Pero en general, ¿a quién le molestaría llamarse así hoy? A nadie. ¿Un estado antisocial? Las recetas no son mágicas y esa es una etiqueta. No cambia el contenido. Y claro, un estado social es un acuerdo que en principio no parece mal, salvo para los liberales muy, muy liberales, pero después hay que concretar cómo se desarrolla esa definición social porque no es lo mismo que se desarrolle con prestaciones que haga el poder público, si tiene fondos para ello, o que lo haga o se pretenda desarrollar por la vía jurídica, porque el derecho no deja de ser un instrumento limitado. O sea, después de decir eso todavía queda ver en qué consiste, en qué se concreta la sanidad (salud), la educación, las pensiones, o si pretende llegar a lo que comentábamos, y que estaba en el proyecto naufragado, en que lo social parecía meterse al interior de los grupos y de las personas y por eso era tan divisivo. Porque parecía que había 500 chiles, y 500 identidades, y 500 grupos; era muy centrífugo. Yo tendría cuidado con las etiquetas. Por supuesto, hay que definirse en algún momento, pero hay que tener cuidado y ser muy cauto. Y hay que pensar que esta Constitución llegará un día en que haya tormentas y el barco deberá de ser capaz de navegar por las tormentas. Llegará el día en que haya conflictos y la Constitución debe estar preparada para ello. ¿En qué se traduce eso? En no preocuparnos tanto en tener un edificio perfecto como en que tenga mecanismos para resolución de conflictos, que la Constitución esté pensada sabiendo que el ser humano es imperfecto. Hay que hacer una Constitución para la imperfección, para el conflicto, como un barco que es capaz de navegar en aguas turbulentas. Sería absurdo pensar que está tan bien hecha esta Constitución que aquí le pongo la etiqueta de estado social y democrático y se acabó, me siento y que se cumpla. No. Habrá conflictos, choques, pero hay que ser capaces de absorberlos y de digerirlos y tengo que dirigirme a una sociedad que no tiene la uniformidad cultural que tenía Chile hace 50 años. Tiene que ser una Constitución en la que se pueda vivir partiendo del desacuerdo social y cultural que hay.
-Tamaño desafío.
-Ustedes lo van a hacer bien, porque ya lo están haciendo bien. Ya le están dando una lección al mundo. El 4 de septiembre le dieron una lección al mundo, no solo por rechazar el proyecto, sino por la independencia de criterio que demostró la gente y que hoy en día es cada vez más difícil de encontrar. En muchos casos los referéndum no se pierden si son bien auspiciados por el gobierno y lo apoyan los medios de comunicación afines. En cambio aquí los chilenos han demostrado que son capaces de tener su propia opinión independientemente de lo que diga el gobierno o los medios. Otra lección son estas bases que han hecho y que las firmaría más o menos casi cualquier persona de mentalidad democrática liberal. Empiezan con buen pie. Ahí se verá luego cómo es el resultado de una Constitución chilena, moderna y muy buena. Ya verán. Depende de ustedes.