"Lo único que quiero es seguir escribiendo"
Pablo Azócar regresa con una novela bajo el brazo después de 25 años. En "El silencio del mundo" (Tusquets) cuenta la historia de un amor imposible en el contexto de octubre de 2019 en Santiago.
Pablo Azócar (1959) fue uno de los narradores más activos de Chile, con la publicación de la novela "Natalia" (1990, Premio Municipal de Literatura), y los cuentos de "Vivir no es nada nuevo" (1998, Premio Consejo Nacional del Libro). Su pluma era la más entrañable de su época, pero se detuvo.
Solo rompió el silencio con poesía el año 2009, con "El placer de los demás". La obra obtuvo el Premio Altazor y Consejo Nacional del Libro. Como periodista, Azócar pasó por los diversos medios de las últimas décadas: APSI en los años ochenta y luego en el primer tiempo del The Clinic, a fines de los años noventa. Hoy es profesor universitario de literatura y dicta talleres de escritura.
Con "El silencio del mundo" (Tusquets) pone a sus personajes en un departamento cercado que reúne a una mujer mayor (Elisa) y a un joven universitario, Diego, que sale a las protestas del 18 de octubre de 2019.
La novela parte narrando peripecias que vinculan a la protagonista con Miles Davis, aquel gran músico del jazz. Azócar explica su pasión: "Soy de alguna manera un músico abortado. En mi casa no había libros, yo empecé a leer recién en la universidad y ahí se me abrió el mundo, pero música sí hubo desde siempre. Mi padre era un melómano y yo desde niño estudiaba música casi profesionalmente, en el Conservatorio, pero mi padre era como el padre de Kafka, bastante autoritario, y no soporté esa presión. Él consideraba que había que ser Mozart o nada. Y a los 13 años ejercí la peor rebelión y no seguí estudiando música", cuenta el escritor.
- ¿Qué escuchabas cuando escribías "El silencio del mundo"?
- Generalmente no escucho música cuando escribo. Pero en esos días escuché mucho al tunecino Anouar Brahem, que se convirtió en una especie de talismán. Sin que yo me diera cuenta, ese laúd árabe empezó a tomarse la novela y se adhirió al encuentro carnal entre los protagonistas. A Anouar Brahem lo descubrí en Roma hace un montón de años; diría que es una presencia significativa que me va a acompañar siempre.
- ¿Qué te pasó a ti en el estallido social?
- Al inicio el estallido me provocó un tremendo entusiasmo, me pareció extraordinario que lo que antes reclamábamos cinco pelagatos de repente lo reclamaran millones de personas en la calle, hastiadas de un sistema político y económico abusivo y brutal. Pero este tipo de movimientos callejeros casi inevitablemente tienden a ir distorsionándose, aparece una violencia que no controla nadie, etcétera. De modo que viví esos días en vilo entre la esperanza y la angustia. En Elisa (narradora y protagonista de la novela), que es en muchos sentidos un alter-ego mío, agudicé esa zona de angustia.
- Hay huellas de la violencia de lado y lado.
- Recuerdo cómo me angustié cuando en la televisión vi caer incendiada la cúpula de una iglesia en Bellavista. Y me angustié todavía más cuando advertí que muchos de los manifestantes lo celebraban enfervorizados. Qué locura. Soy ateo y tengo muchas broncas con la iglesia como institución, pero esto me dolía y me angustiaba porque esa iglesia y el metro y los museos incendiados son un patrimonio de todos nosotros. Dicho esto, debo recordar que esta no es para nada una novela política. El estallido es como el material de utilería de una obra teatral o una ópera.
Amores difíciles
- También está Diego, el coprotagonista, que lee Breton y política. ¿De dónde salió ese modelo?
- Diego es un personaje inventado, pero también hay en él partes mías. Más que leer a Breton, él lo está descubriendo, como está descubriendo toda la infinitud de la literatura, algo semejante a lo que me sucedió cuando estaba en la universidad. Él es callejero como también lo fui en otra época. A él le encanta comer tanto como a mí. Por otra parte, Diego tiene rasgos físicos y emocionales de otra persona que conozco en la realidad. A mis alumnos les sugiero siempre que para sus personajes literarios se inspiren en personas reales, técnicamente es más fácil que inventarlos de la nada.
- "El silencio del mundo" es de amor.
- Yo venía masticando desde hace un buen rato la historia de un amor "difícil", usando la expresión de Italo Calvino. Y los amores son particularmente difíciles en esta época, porque están mutando mucho y muy rápidamente los usos culturales, la vieja sociedad patriarcal es puesta radicalmente en cuestión, y esto está tensionando las parejas o los amores de cualquier naturaleza. Quería entrar en esa zona.
- ¿Qué te hizo sacar esta novela adelante?
- 25 años sin publicar novela es una vida entera, ¿no? La razón es que no me gustaba lo que escribía, me frustraba el resultado, y no quise seguir escribiendo. Durante un buen tiempo me declaré "ex escritor". Parecía una broma o una provocación, pero yo me había arreglado internamente para decir que tenía el privilegio de vivir haciendo talleres y clases de literatura, leyendo todo el tiempo, y que eso me bastaba. Naturalmente, mi terapeuta no estaba de acuerdo, ella me decía siempre que había una pata coja mientras no volviera a escribir.
- ¿Tendremos que volver a esperar tanto?
- Viví una adolescencia tardía, hacia los 40 años, y creo que tuve también una madurez literaria tardía. Esta novela la hice con total conciencia de su estructura, quería poder controlarla en todo momento, y por eso quise que fuera corta, con dos o tres personajes. Además, me propuse terminarla en un tiempo acotado, porque sabía que en el trayecto me podía venir el arrebato de la destrucción y la podía abortar. En fin, ahora lo único que quiero es seguir escribiendo, no sé cuánta vida me queda, pero creo que no voy a parar de escribir novelas. Mi terapeuta está muy contenta, claro. Parece que es lo único para lo que estoy hecho.
La obra del escritor chileno Pablo Azócar ha sido traducida al francés, portugués, griego y ruso
Por Cristóbal Gaete
"Yo venía masticando desde hace un buen rato la historia de un amor 'difícil', usando la expresión de Italo Calvino".
Luis Poirot