Política, catástrofe y oportunidades
Quizás resulte algo bueno de todo esto. ¿Dejará Boric pasar la oportunidad de refundar el principal foco de tomas del país?
Aunque lejos de aquellos poco fulgurosos días en que el exintendente Ricardo Bravo se subía encima de una mesa para retar a gritos a su equipo, y el entonces ministro del Interior Rodrigo Peñailillo le pedía que se calmara, calibrar correctamente la magnitud de una crisis sigue siendo una ciencia inexacta, más cercana al pegajoso contagio a la reacción de los comentarios de los matinales de TV que al daño y a la amenaza en ciernes.
Es cierto. Nadie puede tener toda la información. Pero la obligación es reunir el máximo de datos posibles para tomar decisiones basadas en los mismos, muy lejos de las corazonadas de antaño o el muchas veces tan desaconsejable "me tinca", salvo en casos como el de la exPresidenta Bachelet y el Transantiago aquel aciago verano de 2007.
El trágico incendio de Viña del Mar, con todo lo políticamente incorrecto que pueda resultar hoy teorizar sobre la función política que cumple la crisis, parece haber reforzado dos o tres principios bastante arraigados en este año de ejercicio: primero, que precisamente es en una crisis en terreno y no en el Concejo Municipal donde la alcaldesa Macarena Ripamonti mejor se mueve. Su live por Instagram llamando con toda frialdad, aun al borde de la emoción, a evacuar los sectores aledaños a las quebradas de la zona en riesgo debe ser el mejor ejercicio de la utilidad de ese tipo de herramientas en mucho tiempo.
Dos, que al Gobierno, en tanto, le sigue penando esa mezcla de inexperiencia con torpeza paquidérmica, la misma que redundó en la lentísima reacción a los incendios forestales de la semana anterior, hoy pareció llevarlo al otro extremo, movilizando al Presidente Boric y a buena parte de su gabinete (Tohá, Jackson, Fernández, Aguilera, Valenzuela y García), saludando uno a uno a quien quiera se le pusiera al frente, anotando en una libretita los pedidos de los damnificados y voluntarios, calzándose una camiseta del equipo amateur Huracán Sur de Forestal Alto, cuya sede resultara destruida por el fuego...
En política y otras veces en la vida misma, las crisis permiten generar oportunidades y al mismo tiempo echar al olvido los problemas. ¿Quién se va a preocupar hoy del conflicto de los fuegos artificiales de Año Nuevo vencidos por negligencia, de la cortina de baño con mapa que gatilló una nueva embajada en Palestina o del telefonazo presidencial a la Corte Suprema por el nombramiento del nuevo fiscal nacional?
Pero esta historia, lamentablemente, la hemos visto más veces de las que estamos dispuestos a soportar. En uno o dos años más, quizás menos, el gobernador Rodrigo Mundaca tendrá que salir a darles la cara en la explanada del edificio de la exIntendencia a un grupo de pobladores que se quejarán del incumplimiento de las promesas de hoy, como ya pasó con buena parte de los afectados por el fuego en otras emergencias similares o mayores, como Rodelillo (2013), el Megaincendio (2014) o el de Nochebuena en Rocuant (2019).
La manoseada planificación estructural ya la prometieron los últimos tres gobiernos (Piñera 1, Bachelet 2 y Piñera 2) y seguimos donde mismo o incluso peor. Pero si se ve hoy a alguien capaz de mover el Gobierno en función de intereses comunales o regionales ese no es ninguno de los gobernadores, ni los alcaldes como Sharp, Vodanovic o Hassler, sino que Ripamonti. ¿Dejará pasar el Presidente la gran oportunidad de refundar la parte alta de Viña y el principal foco de tomas del país?