LECTURAS RECOMENDADAS Ciudades con lentes de mujer
POR NATALY CAMPUSANO, CONSEJERA REGIONAL DE VALPARAÍSO II POR EL FRENTE AMPLIO
Algunos de los recuerdos de infancia y adolescencia que tengo en mi querida ciudad de Valparaíso, son gratos momentos en mi barrio y escuela, pero también identifico que a medida que íbamos creciendo se marcaban las diferencias en los colores, en el uso del patio del recreo: varones corriendo en la escuela y las niñas en un rincón "divirtiéndonos" con juegos de "señoritas", niños pantalones y niñas falda, que nos limitaba para correr, saltar y otras actividades, estas construcciones sociales, logran definir cómo se utilizan los espacios.
En la actualidad, las ciudades son reflejo de aquello, especialmente en sociedades capitalistas y patriarcales. El patriarcado y el capitalismo son dos caras de una misma moneda que se produce y reproduce en la ciudad. El espacio, la movilidad, y las interacciones a que da lugar la ciudad, no solo dan cuenta, sino que, también, afianzan la división sexual del trabajo, la división entre lo público y lo privado, la inequidad en la valoración del trabajo reproductivo en relación al trabajo productivo. Esta alianza entre patriarcado y capitalismo se traduce en una ciudad que explota al máximo los cuerpos, que invisibiliza el trabajo reproductivo y de cuidado y que ampara y promueve situaciones de violencia sexual y de género.
Es el capital entrelazado con un sistema de exclusión basado en el género y la orientación sexual, el que ordena nuestras ciudades. El derecho a decidir dónde y en qué condiciones queremos vivir ha sido completamente entregado al mercado, es decir, mercantilizado y administrado en gran medida por las empresas inmobiliarias que, con la ayuda o complicidad del Estado, han consolidado su negocio.
El patriarcado explota al máximo la capacidad productiva de las personas, creando ciudades desprovistas de espacios de encuentro y que, sin embargo, cuentan con espacios en desuso cuya legitimidad no genera gran conflicto. Ciudades con movilidad lineal y de simple tránsito entre el espacio privado y el espacio público, devaluando y dificultando las labores reproductivas y de cuidado. De esta forma, la violencia e inequidad no son realidades que meramente se den en las ciudades, sino que, también, son realidades construidas por las ciudades. Es decir, bajo esta óptica, la ciudad ejerce violencia e inequidad sobre nuestros cuerpos; generando accesos, usos y experiencias diferenciadas, experiencias que excluyen y que jerarquizan a las personas.
Frente a la ciudad patriarcal y capitalista, debemos pensar en términos de un urbanismo feminista. Reorientando la planificación urbana para poner al centro de las ciudades a la persona en su dimensión diversa y concreta, desde un enfoque interseccional, es decir, que cruce e incluye al género, la orientación sexual, la edad, la raza y la clase, entre otras variables. Como sociedad, debemos reconfigurar nuestras ciudades para mejorar las diversas experiencias vitales en la ciudad, sin jerarquías, sin explotación, sin violencia y sin exclusión.
La ciudad de Valparaíso no es una excepción al orden capitalista-patriarcal. El desafío es romper esa lógica y construir una ciudad que fomente la socialización, los lazos comunitarios y la colaboración. Una ciudad que no sea funcional a la división sexual del trabajo, que ofrezca espacios para colectivizar los cuidados y el trabajo reproductivo en la esfera pública y que nos permita una movilidad segura y libre de violencia. La experiencia de movernos en la urbe es distinta en razón de tu identidad de género, es decir, este determina como ocupas o te dejan ocupar el espacio.
Cómo no recordar a mis padres, en especial a mi madre que desde pequeña me decía "que ningún extraño se acerque", "camina por lugares iluminados", "con mucha gente", o, al utilizar el transporte público, sentir peligro por ser adolescente y mujer. Aún resuenan en mi mente las frases de todos los días, al despedirme y dirigirme a mi liceo, ubicado en el cerro Playa Ancha: "Siéntate adelante", "al lado de alguna otra mujer", etcétera. Según Leslie Kern, "la sociabilización es algo tan poderoso y que cala tan hondo que se ha terminado por asumir el 'miedo femenino' como un rasgo innato de las niñas y las mujeres". Estos miedos nos limitan la libertad para divertirnos, caminar, opinar y trabajar, sumado a un factor que se nos "instala", que es la culpa al momento de ser víctima, que es también cuestionar geográficamente el uso del espacio: ¿Por qué tomaste un taxi, sola, tarde en la noche, con esa vestimenta? Este tipo de cuestionamiento devela la homogeneidad de quienes diseñan la ciudad y gestionan las políticas públicas, bajo un paradigma pensado por hombres, blancos, heterosexuales y con poder adquisitivo, esto es, que la ciudad simplemente no es para el 51% de la población, es decir, para nosotras.
La agencia política de las mujeres y subalternidades está mediatizada por la socialización del género y la preeminencia y sobrevaloración de habilidades y prácticas vinculadas al género masculino. Por lo tanto, para despatriarcalizar a la política institucional es necesario implementar medidas específicas relativas a los espacios de elaboración y difusión discursiva del debate político nacional y local. Es indispensable promover una participación equitativa y representativa en el proceso de organización, actuación, deliberación, decisión y visibilidad política, tanto en los medios de comunicación, como en el debate público; que se hable de la importancia de la política de lo cotidiano que violenta a las mujeres en las ciudades, que hasta ahora hemos sido consultadas desagregadamente, y, por tanto, todos los días vivimos violencia en todas las esferas de nuestras vidas y la ciudad es el día a día.
Repensar los espacios urbanos implica abogar por reorientar la planificación urbana y situar a las personas y su diversidad como eje central y de esta manera configurar la ciudad desde las múltiples perspectivas e imaginarios colectivos. Se trata de visibilizar estas visiones para que, a partir de ahí, se pueda mejorar la experiencia vital en la ciudad sin perpetuar los estereotipos de roles de género, etarios o de clase social. Es decir, de aplicar una perspectiva interseccional en la que el género se cruza con características como la edad, el origen, la posición socioeconómica o la identidad sexual, para observar cómo se cruzan y trabajar para eliminar las desigualdades. Así avanzar en "ciudades con lentes de mujer".
Título: "Ciudades con lentes de mujer".
Autor: Nataly Campusano Díaz (compiladora), con prólogo de Irina Karamanos.
Editorial: Editorial Librería y Servicios Generales Occidente.
Extensión: 128 págs.
Precio: $ 6.000
y solicitud al mail libreria@granlogia.cl