LA PELOTA NO SE MANCHA
El gol más importante de tu vida
Si el tema de la semana pasada fue el fallecimiento del Rey Pelé, otra vez la muerte nos golpea llevándose a otro astro, esta vez del calcio italiano: Gianluca Vialli, de tan solo 58 años. Sorprendido por la mala noticia, se la compartí a un amigo italiano que, de forma inmediata, evocó un gol de chilena que el calvo delantero había marcado por la Juventus.
Pienso en este recuerdo a propósito de que el pasado 19 de diciembre, los hinchas de Rosario Central, alrededor del mundo, celebraron un nuevo aniversario del gol de palomita que marcó Aldo Poy contra su clásico rival Newell´s Old Boys. El pobre Poy a sus setenta siete primaveras debe seguir lanzándose para felicidad de los hinchas, aunque él está cada vez más preocupado de no romperse un hueso en la maniobra.
Tal como lo comenté en otra ocasión, este acontecimiento ha sido novelado de manera genial por el escritor y periodista Francisco Mouat en Paraíso Canalla, en el que relata cómo se ha ido desarrollado esta tradición por más de medio siglo.
Lo menciono, en esta ocasión, porque el relato de Mouat sobre la palomita de Poy nos obliga a pensar cuál ha sido el gol más importante de nuestras vidas. Aquí lo destacable es que la palomita no ha sido, en términos objetivos, el gol más relevante en la historia de Rosario Central. Les permitió eliminar a su clásico rival en la semifinal de un torneo, avanzar y ganar su primer título, pero podrían ser más trascendentales los dos goles de esa misma final o el penal de Rubén Da Silva que les dio el título de la Conmebol en 1995.
Y es que los sentimientos que guardamos sobre goles no tienen que ver solo con títulos o clásicos, ni siquiera con la misma belleza o espectacularidad del tanto, como ocurre con la chilenita de Vialle, sino con momentos externos e internos. Cuando digo externos, me refiero a la situación en que estuvo nuestro equipo durante los últimos años, las frustraciones sufridas, los sueños que se fueron tejiendo, las cábalas que se cumplen, etc. E internos, los momentos que vive cada uno, goles que se realizaron justo el día que llevamos al estadio a nuestra futura esposa, tantos que vimos por televisión a causa del nacimiento de un hijo o que celebramos bajo la lluvia junto a un padre que ahora ya no está con nosotros.
Eso hace que la elección del gol más importante para cada uno no se pueda establecer a través de parámetros objetivos, pues no es un tema racional, sino pasional. Por esta razón, cada uno tiene guardado en el fondo de su corazón, aquel gol que lo hizo gritar hasta quedar sin voz, vibrar hasta casi desfallecer o derramar lágrimas de alegría.
En fin, como la parca anda rondando, es inevitable pensar si hay un más allá. Si existe un cielo, ese donde debería estar ahora Maradona recibiendo a Pelé y a Vialli, quiero creer que también debe haber un espacio para los hinchas y ver en él, repetido una y otra vez, ese gol que para cada uno es equivalente a la palomita de Poy para los hinchas de Rosario.