"La iluminada circunferencia"
Jorge Velásquez
Provincianos Editores
60 páginas
$10.700
Jorge Velásquez
Provincianos Editores
60 páginas
$10.700
Tras el receso veraniego, el fútbol profesional chileno ha vuelto a los estadios y las pantallas. Pero hay muchos más partidos que nadie transmite, los de la gente que juega por una pasión difícil de explicar con espíritu amateur. "La iluminada circunferencia" (Provincianos) del poeta Jorge Velásquez (1972) nos muestra esta experiencia en el siempre particular archipiélago chilote.
"La iluminada circunferencia" fue publicada originalmente el año 2006, y ahora por primera vez se puede conseguir en librerías. Ya venía con el prestigio de esconder en sus páginas los mejores poemas de fútbol, pero es mucho más que eso lo que escribió Velázquez, contador de profesión, radicado en Osorno hace más de 20 años. Con su segundo libro, "Guaitecas", fue reconocido con el Premio de Mejores Obras Literarias del extinto CNCA el año 2010.
El autor vivió sus primeros años en Quenac: "Crecer en la isla es difícil, es complejo, porque no se cuenta con todos los medios que hay en las ciudades. Sin embargo, somos felices con los medios que tenemos, con los montes, con los juegos. Realmente se podía ser feliz a pesar de las carencias y el abandono", recuerda.
Por aquellos años apareció el fútbol en su vida: "Nosotros jugábamos en la única calle de la isla. Y esa calle, como no había vehículos, como solo pasaban carretas, también era una cancha", evoca el autor.
Varios de los poemas de "La iluminada circunferencia" llevan los nombres de distintas localidades más retiradas de Chiloé, en un movimiento constante como por el que pasó el poeta en su formación. "Estudié en Quenac hasta tercer básico. Tuve que emigrar a Achao, ahí recuerdo que estuve en un internado. En ese internado vivía prácticamente todo el año hasta cursar el octavo básico. A partir de 1986 llegué a la primera ciudad un poco grande, a Castro, al Liceo politécnico".
"Nosotros teníamos que hacer recorridos para los que ahora tienen subvenciones. Nosotros íbamos en las vacaciones de invierno, en algunos feriados largos cruzábamos en lanchas a ver a nuestros padres. Nosotros crecimos solos prácticamente toda la vida. Con nuestros padres estuvimos solo los primer 5 o 6 años de vida. De ahí salimos a 'hacernos más fuertes'", afirma. NAZARENO DE CAGUAcH
Justamente a los 6 años de edad, Velásquez tuvo que leer un poema de 20 páginas por una promesa de su madre al Nazareno de Caguach, figura venerada nacionalmente por sus milagros. "Eso fue el germen de la poesía", afirma hoy. Y si la religión es una presencia en el libro, también es la presencia de la magia de la "Recta Provincia": "El tema mítico lo estuve escuchando desde chico y eso se impregnó en mí de una manera creativa. Que esté a favor de las cosas que uno hace, que sea cercano. Las historias del Caleuche me ayudaron a mí a navegar".
Y claro que navegó Velásquez. Su padre hacía una travesía desde Puerto Montt, pasando por el archipiélago de Chiloé hasta llegar a Puerto Chacabuco y Puerto Aysén, en la Patagonia. "Eso nos permitía vender las papas, éramos una suerte de fenicios. De vuelta pasábamos a Melinka y a Puerto Aguirre a comprar cholgas y pescado seco para vender en la isla. A eso se dedicaba mi viejo". Estas experiencias inundan su segundo libro, "Guaitecas" (Aparte), que fue reeditado el año pasado.
Sobre la segunda vida de sus libros, admite que "era parte del objetivo mío, rescatar y dejar algo para las próximas generaciones, para el futuro, para que no se olviden lo que fuimos y lo que somos y que ellos rescaten nuestras historias".
Historia es una palabra con mucho sentido para pensar en "La iluminada circunferencia". El libro está lleno de guiños a distintos momentos históricos, que se suman a las creencias ya mencionadas y a la idiosincrasia y geografía de la isla.
"Para mí todo se va mezclando, es el engranaje que va haciendo nuestra poesía. Solamente escribir historias de futbol, puede ser fácil, pero mezclarlas con la historia de la sociedad chilena es más complejo, pero es lo que yo necesito".
"La iluminada circunferencia" es mucho más que una pelota perseguida por 22 jugadores: la particular forma de competir en las canchas chilotas con la que convivió Velásquez es clave.
"Jugábamos 10 minutos por partido, no 20, ni 35 ni 45. Tenía que haber un ganador el mismo día. Un domingo podían llegar 23 o 30 equipos, cuando había gente, porque esto se va perdiendo con la migración campo ciudad, la baja natalidad, los turnos en las salmoneras, la modernidad, todo lo que va pasando. Al llegar 30, eran 15 partidos de 10 minutos por lado, a las 8 de la tarde y ya no se podía jugar más. Y los que quedaban jugaban a penales no más porque no había más tiempo. En la isla no había luz eléctrica, por eso se llamaba la iluminada circunferencia, porque se iluminaban con velas o faroles".
Aunque el nombre también recuerda otro hito deportivo nacional: "El gol iluminado que hizo Elías Figueroa, cuando le llegó el rayo de luz a la cabeza".
A Velásquez le gusta estar en la defensa, porque jugaba de "arquero, era una especie de 'dibu' Martínez, el arquero argentino" campeón del mundo con que se compara. "Molestaba a los jugadores dentro de la cancha, pero afuera éramos todos amigos. Dentro de la cancha era fiero. En Meulín, atajando penales, choqué contra el palo, me saqué como tres muelas".
Pero volvamos a "La iluminada circunferencia": "El ganador quedaba establecido al finalizar la noche de ese domingo, y ese ganador se llevaba o una vaquilla, o el cordero, o el chancho, o una garrafa de vino. Terminado el campeonato había una fiesta y los jugadores llegaban con chuteadores a bailar en la sede social hasta las 12, 1 que volvían en lancha y ahí todos felices para la casa".
El poeta oriundo de Chiloé pone en "La iluminada circunferencia" los episodios más brillantes que vivió en su isla.
Por Cristóbal Gaete
"Dentro de la cancha era fiero. En Meulín, atajando penales, choqué contra el palo, me saqué como tres muelas".
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