RELOJ DE ARENA De poderosos a chatarra
Visitar el "Latorre" fue una de nuestras inquietudes infantiles, inquietud compartida por muchos compañeros pues nuestro colegio era "proveedor" importante de la Escuela Naval.
El acorazado "Almirante Latorre" era la expresión máxima de nuestra fuerza naval, quizás el buque de guerra más poderoso del continente. Con una larga historia fue construido en astilleros británicos y lanzado al agua en 1913. Inicialmente se llamaría "Valparaíso" pero tras el fallecimiento del almirante Juan José Latorre se le asignó el nombre con fue formalmente conocido.
No pudo partir a Chile debido al estallido de la Primera Guerra Mundial, 1914. Requisado por Gran Bretaña combatió en 1916 en la batalla de Jutlandia con el nombre de "Canadá".
Aporte importante a la lucha pues el acorazado fue el primero del mundo con cañones de 14 pulgadas. Las experiencias bélicas hicieron que la nave fuera modernizada tras la contienda y así llegó a Chile al mando del contraalmirante Luis Gómez Carreño, ya conocido por su decisiva tarea de control del caos tras el terremoto de 1906. Una población viñamarina lleva su nombre, para algunos solo segundo apellido pues se conoce como G. Carreño. En estos días de conflictos por el agua para sofocar incendios recuerdo que mi abuelita, sobreviviente al terremoto de Valparaíso de 1906, contaba que Gómez Carreño hizo azotar en los pies a cierto comerciante de Playa Ancha que especulaba con el agua potable. Daba nombre y apellidos lo que no es del caso mencionar ahora.
Tras la Gran Guerra, así la llamaron entonces, el "Latorre" recuperó la bandera y recaló en Valparaíso el 20 de febrero de 1921. Viajes a lo largo del litoral y nueva modernización en 1929 en que el viejo carbón de las calderas fue reemplazado por petróleo y además se le incorporó una catapulta para lanzar hidroaviones.
Entretanto nuestro acorazado fue escenario de un motín en los convulsionados hechos de 1931-32 que culminaron con una efímera república socialista.
Guerra con japón
Llegamos así a 1939 en que el modernizado y poderoso "Latorre" además de ser un "téngase presente" en nuestras relaciones vecinales pasó a ser parte importante de la defensa del extenso litoral nacional y hasta objetivo de los submarinos enemigos cuando en abril de 1945 declaramos la guerra a Japón. Antes, 1943, rompimos relaciones con Italia y Alemania.
Mucha historia, pero, por muy buenas razones con educadas explicaciones no pudimos visitar el poderoso "Latorre" de 28.000 toneladas y sus famosos cañones y debimos conformarnos con un recorrido por el destructor "Hyatt", solo 1.450 toneladas, comandado por el padre de uno de nuestros compañeros de curso.
La agonía del imponente acorazado, inútil en la guerra moderna y de elevado costo de mantención, se inició el 29 de mayo de 1959 cuando partió a Japón paradojalmente el antiguo enemigo, a remolque y en calidad de chatarra adquirido por la Mitsubishi Heavy Industries, que pagó US$881.110.
De nuevo, y esto es teoría, retornó a Chile años después con su acero convertido en esos poderosos buses Mitsubishi de la Empresa de Transportes Colectivos del Estado, ETCE, que ascendían rugientes nuestros cerros, pero, dicen los mal hablados, eran de frenos egoístas y en las bajadas se convertían en peligrosos proyectiles.
En un reportaje sobre cochureros porteños un periodista de La Estrella descubrió en venta relojes eléctricos supuestamente del viejo acorazado. Hace años, en el Paseo de 21 de mayo, un anticuario ambulante, que los hay, me ofreció un hermoso voltímetro alemán que habría pertenecido al Ascensor San Agustín. Así, a pedazos, se va desgranando la historia y el patrimonio.
Portaviones chileno
Pero el interés por tener barcos poderosos y disuasivos, desaparecido y hasta inútil en la guerra moderna el "Latorre", llevaba a considerar nuevas adquisiciones y hasta se estudiaba en el Alto Mando Naval y en la Academia de Guerra la posibilidad de un portaaviones. Habían jugado un gran papel en la entonces recientes guerra.
La misma consideración rondaba en el vecindario y hasta los porteros de la Cancillería saben que nuestras relaciones vecinales discurren entre la hermandad y la desconfianza.
Las inquietudes navales repercutían en la prensa. Una tarde cualquiera de los años 50 del siglo pasado hasta el escritorio de esos de roll top, de cortina, del periodista de La Estrella Gustavo Rogers llegó una nota escrita a máquina de firma confusa. Se afirmaba que Chile compraría un portaaviones a los Estados Unidos. Se agregaba "te incluyo la foto". Y se adjuntaba la foto de un portaaviones.
Rogers, reportero estrella del diario, de buenas e inagotables fuentes, analizó el tema en medio de rumores y desmentidos que no eran categóricos y entregó la información que fue publicada. Impacto local, nacional e internacional. Cónsules y embajadores del vecindario y de más allá transmitieron a sus capitales la noticia. En pocas horas desmentido, ahora categórico de la Armada, Ministerio de Defensa y Cancillería. La realidad era, además, que, para un país con una crisis de turno, los números no daban.
El gran "dato" periodístico que recibió Rogers fue una broma muy pesada de colegas envidiosos de sus "golpes" y hasta de cierto autobombo con que acompañaba a sus éxitos informativos.
Chile nunca tuvo portaaviones, tal vez las ganas no faltaban, sobre todo cuando Argentina incorporó uno a su flota en 1969, el "Veinticinco de Mayo", una nave construida en 1942 en Gran Bretaña que terminó sus días desguazado en India. Era muy viejo y su mantención carísima.
Se cierra la historia
Y el viernes de la semana pasada se cierra la historia de los portaaviones sudamericanos con el hundimiento del "Sao Paulo", una nave de 33 mil toneladas construida en 1959 en Francia. Inútil ya y de alto costo de mantención fue vendido a unos chatarreros turcos en dos millones de dólares. Su viaje al desguace terminó en Gibraltar, pues el Gobierno turco rechazó su recalada ya que tenía en su máquina toneladas de amianto, material altamente contaminante. Tras navegar casi sin dueño por el Atlántico la Armada de Brasil, en medio de quejas ambientalistas, decidió hundirlo en aguas internacionales frente a Recife a 5 mil metros de profundidad.
Historias personales, porteñas, internacionales, de como también ciertos costosos modelos del poder naval, igual que los autos, envejecen, pasan de moda y se convierten en chatarra.