Daño a las personas por ruidos molestos
El discurso ambientalista no se puede quedar en las palabras cuando el reposo es alterado por un bombardeo de decibeles. Las diversiones de verano son necesarias y merecidas, pero su desarrollo exige límites y que se considere a una gran mayoría que trabaja y quiere cierta tranquilidad y descanso.
Mientras en la avenida Perú se desarrollaba la Noche 0 -ex gala-, lanzamiento del Festival de la Canción, con un largo desfile que proclamaba en forma casi evangélica el reciclaje y la protección del medio ambiente, al otro lado de la ciudad se sufría una insoportable vulneración del medio ambiente.
Esta vulneración era producto de los desaforados decibeles que se generaban en un espectáculo desarrollado en el Valparaíso Sporting Club.
La carta de un lector publicada en este diario expresaba justamente la molestia que significan los abusos de una amplificación sin control que se mantiene hasta altas horas de la madrugada.
Este ataque al medio ambiente, que no es nuevo, no solamente afecta al área aledaña al hipódromo, sino que, por las condiciones de ubicación del recinto, con cerros en su parte posterior, se proyecta hacia el sector sur de la ciudad, donde se incluyen, además de gran cantidad de vivienda en plan y cerros el Hospital Gustavo Fricke, alterando el reposo de los pacientes.
Los reclamos son reiterados, pero no hay reacciones y, aparentemente, tampoco sanciones que frenen esta situación, cuando la prédica ambientalista se escucha en todas las esquinas.
Esta vulneración del medio ambiente, tal como puede ser la contaminación que generan algunas industrias, afecta a las personas, a la salud mental de la población. Las diversiones de verano son necesarias y merecidas, pero su desarrollo exige límites considerando la realidad de una gran mayoría que trabaja y quiere gozar de cierta tranquilidad en sus horas de reposo.
La contaminación acústica, como la gaseosa, es invasiva y si se aplican filtros y se miden los procesos industriales y se paralizan cuando es necesario, también se deben aplicar normas en el caso de los ruidos molestos.
Al respecto existen normas y es de suponer que personal calificado de los organismos de Medio Ambiente, estatales y municipales, debe hacerlas cumplir. Serían lógicas las mediciones instrumentales antes de autorizar espectáculos en espacios abiertos y exigir aislación acústica.
¿Se piden autorizaciones y se hacen mediciones?
El problema, más allá del caso señalado, se presenta en muchos sectores con evidente daño ambiental y humano.
El discurso ambientalista, de buen gusto, debe aterrizar en la realidad del día a día de nuestras ciudades en todos sus aspectos, frenando los casos de contaminación acústica que para algunos pueden ser diversión, pero que para la gran mayoría son una alteración de sus condiciones de vida, una falta de respeto. Y no se debe olvidar que estos espectáculos son rentables negocios y no es aceptable que se esté lucrando con la tranquilidad de las personas.