Fiscal exclusivo para crímenes en Viña
La alcaldesa Macarena Ripamonti pidió a la Fiscalía un persecutor especial para los homicidios ocurridos en la comuna en los últimos días.
No hay registros de una administración municipal en Viña del Mar que se haya visto obligada a suspender el ingreso a clases de un establecimiento educacional porque el recinto -y su comunidad escolar completa, por añadidura- se encuentra al centro de una cruenta disputa territorial entre bandas criminales. Eso le ocurrió esta semana a la alcaldesa Macarena Ripamonti y a la Escuela Técnica Profesional Doctor Óscar Marín Socías, creada en Forestal un 31 de marzo de 1966, a instancias del reputado médico cirujano que le da el nombre, y emplazada a pocas cuadras del lugar donde fueron acribillados a balazos dos jóvenes, de 17 y 19 años, en un crimen que el propio Ministerio Público vincula con otros homicidios en la Ciudad Jardín.
Cuando esto ocurre -con toda la carga simbólica que tiene la clausura, aunque sea momentánea, de un establecimiento-, cuando los vecinos deciden no salir de sus viviendas por temor a ser alcanzados por una balacera o no pueden dormir debido a los fuegos artificiales lanzados por los delincuentes en recuerdo de sus pares caídos, es inevitable pensar que el trabajo contra el crimen organizado, presentado con bombos y platillos a fines del año pasado, no ha logrado avanzar en su cometido, por más estadísticas de detenidos y armas incautadas que presente la delegada presidencial regional, Sofía González.
El acto desesperado de pedir públicamente un fiscal con dedicación exclusiva para estos casos en Viña del Mar, como hizo la alcaldesa el lunes, lleva implícito un reconocimiento de vulnerabilidad. Ningún municipio tiene atribuciones reales para enfrentar fenómenos delictivos complejos y violentos, como el narcotráfico, pero como la autoridad más cercana a las comunidades afectadas por la seguidilla de homicidios, Ripamonti sabía que debía pasar a la primera línea del tema, con toda la responsabilidad que esto conlleva.
La delegada presidencial, Sofía González, esquiva el centro del problema cuando, presionada a dar una respuesta frente a los graves hechos de estas semanas, se escuda en el argumento de que el aumento de los homicidios se remonta a una década y que en el ámbito de la seguridad pública su gestión, que está pronta a cumplir un año, puede mostrar mejores resultados que la administración anterior de Jorge Martínez.
Lo relevante es que las autoridades sean capaces de formar equipos de trabajo eficientes para coordinar entre los distintos estamentos involucrados una solución de fondo al preocupante fenómeno delictual, avanzar rápidamente en medidas que den mayor seguridad a la población y le permitan acudir a sus establecimientos educacionales, y encabezar un acuerdo macro contra la delincuencia, uno que de verdad sea capaz de unir voluntades políticas en la aplicación de nuevas leyes, nuevas tecnologías, nuevas atribuciones y mayor seguridad para toda la población regional.
En este escenario, la petición de un fiscal con dedicación exclusiva es pertinente y debe ser analizada por el Ministerio Público como una herramienta no solamente de persecución penal, sino como una señal potente de su determinación por dar respuesta y solución a uno de los problemas más acuciantes que tiene la zona.