"Decir que no va a haber PGU es un chantaje que el Gobierno le está haciendo a la ciudadanía"
Como integrante de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputadas y Diputados, al abogado Guillermo Ramírez (UDI) le tocó ser protagonista de los ocho meses que duraron las conversaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo en el trabajo previo a la presentación de la reforma tributaria. La que ni siquiera será discutida en el Congreso, pues se rechazó la idea de legislar, y ahora el Gobierno deberá esperar al menos un año para poder presentarla nuevamente.
Fue un golpe duro para la administración del Presidente Gabriel Boric, que tenía sus esperanzas puestas en la recaudación que se esperaba, fundamental para cumplir con promesas de campaña como aumentar la PGU o la condonación del CAE.
Ramírez, quien además tiene un máster en Políticas Públicas en Harvard, dice que el portazo que el Parlamento le dio al proyecto se resume en una sola palabra: soberbia. Explica que "la falta de voluntad del Gobierno de conversar, su nula disposición para llegar a acuerdos fue generando una frustración muy grande entre los diputados. Y no solo de Chile Vamos, sino también de algunos que vienen de la centroizquierda. El Gobierno tiene que entender que dialogar no significa allanarse a sus planteamientos, que un acuerdo no es simplemente adherirse a sus proyectos, sino que una sincera actitud de diálogo implica estar dispuestos también a renunciar a ciertas cosas para poder llegar a acuerdos".
- Pero fueron ocho meses conversando...
- Y fueron ocho meses hablando contra una pared y se genera una frustración muy grande, muy presente, y eso significa justamente la sorprendente disciplina que hubo en la centroderecha chilena y también en otros que se unieron a votar en contra.
-¿Cuáles eran sus principales críticas al proyecto?
- El proyecto tenía problemas de magnitud y también de instrumento. Nosotros lo comparábamos mucho con el proyecto de Arenas (N. de la R. Alberto Arenas, ministro de Hacienda en el segundo gobierno de Michelle Bachelet), que pretendía recaudar tres puntos del PIB y terminó por destruir la capacidad de crecer de Chile y generó cuatro años de inversión negativa, los salarios se estancaron y ya nos tiene entre los cuatro países que menos van a crecer en 2023. El proyecto de reforma tributaria del ministro Marcel es aún peor, quería recaudar cuatro puntos del PIB y con instrumentos muchos más torpes, que han sido probados en otras partes del mundo y que no han funcionado. Por lo tanto, avizorábamos que, así como el proyecto del ministro Arenas recaudó la mitad de lo que se proponía, este también iba a recaudar mucho menos, pero que los costos para la economía iban a ser mucho mayores. Durante los ocho meses de tramitación nosotros advertimos que, así como estaba, el proyecto no lo íbamos a poder aprobar.
- ¿Cómo fueron esas conversaciones con el ministro Marcel? Él goza de muy buena reputación, incluso entre la oposición, que siempre lo destacan.
- El diálogo fue de más a menos. Cuando el Ministro presentó su proyecto de reforma tributaria el año pasado, yo tuve la oportunidad de conversar con él en su oficina y de hacerle algunos planteamientos. En la comisión también tenía una actitud de querer conversar. Pero, a medida en que el tiempo fue pasando, a nosotros nos fue quedando muy clara la definición política del Gobierno, que era aprobar el proyecto tal cual ellos lo habían presentado en la Cámara y, eventualmente, guardarse la negociación para el Senado. Y digo eventualmente, porque yo no sé si ellos hubiesen conseguido algún voto de centroderecha en el Senado, si hubieran estado dispuestos a conversar o si con un sólo voto hubieran hecho lo mismo que hicieron en la Cámara, que era simplemente imponer sus mayorías sin hablar con nadie.
-¿Y llegaron a algún acuerdo en estos meses? ¿Tenía algo bueno la reforma?
- En los temas de fondo no hubo ningún acuerdo. Por supuesto que siempre hay cosas formales que corregir de una reforma, sobre todo cuando son tan largas y complejas, pero en los temas que realmente iban a incidir en la marcha de la economía y por lo tanto en la calidad de vida de la clase media y a las familias más vulnerables el Gobierno nunca se abrió a discutir esos instrumentos. Instrumentos que muchos economistas, tanto de derecha como de izquierda, afirmaban que eran malos. Además, hubo muchos especialistas que advertían que pensar recaudar cuatro puntos del PIB era absolutamente imposible, que no había ejemplo alguno en el mundo que hubiera logrado una meta así con una sola reforma con las características de ésta.
-¿Podría dar ejemplos de cuáles eran estos instrumentos que afectarían a las personas si se aplicaban?
- Bueno, cuando tú estableces que el Servicio de Impuestos Internos va a ser juez y parte esto espanta la inversión extranjera, porque genera mucha incertidumbre y por cierto esto afecta al empleo y el aumento en los salarios. El impuesto al patrimonio obliga a algunas personas a vender su participación en las empresas para poder pagar el impuesto, y eso se da en empresas de todo orden, lo que también perjudica a sus trabajadores y al futuro de esas empresas. El impuesto a las utilidades retenidas es exactamente el mismo perjuicio que el impuesto al patrimonio. Además, intentar recaudar además cuatro puntos significaba estrujar la economía, intentar extraer de ella una cantidad de recursos que, quizás, con seguridad no estaba en condiciones de entregar. La mejor muestra de eso es que para poder llegar a eso es que se intentó recaudar tres puntos
"El Gobierno en vez de conducir, en vez de solucionar el problema (...) tomó la decisión de quejarse y de llorar sobre la leche derramada, con una falta de visión de país que es francamente escalofriante".