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control y cada vez se exceden más, al punto que agreden a los vecinos, son agresivos también con los turistas extranjeros y personas que transitan por el ascensor".
Los vecinos recalcan que "no tenemos seguridad ni tranquilidad, estamos expuestos a robos, asaltos, insultos, golpes, ruidos extremos; la verdad es insólito que durante tanto tiempo se haya abandonado este sector, la delincuencia ha crecido considerablemente y a nadie le importa. Necesitamos ayuda con urgencia, que Valparaíso no sea tierra de nadie".
Varios ediles comentaron el SOS de los residentes, entre ellos Gilda Llorente, quien dijo que el patrullaje policial con balizas y sirenas es aislado y no disuasivo; que cuando los vecinos intentan que los sujetos bajen el volumen de la música en la calle, "les muestran una cuchilla o una pistola", y recalcó que se requieren medidas urgentes porque "lo están pasando demasiado mal".
El alcalde Jorge Sharp expresó que la Municipalidad tomaría contacto a la brevedad con los denunciantes para ver acciones inmediatas a adoptar, a la vez que expuso a los ediles que de manera constante, en reuniones y oficios, ha pedido a la Delegación Presidencial y a las policías que tengan presencia en sectores con problemas de seguridad tan complejos como este, "y no entendemos por qué no pasa nada", sobre todo porque "estamos hablando de un lugar donde hay tráfico y consumo de drogas".
Hasta después de las siete
La señora Elena tiene 61 años, es profesora, y tuvo la mala suerte de llegar a la vivienda que compró en Cumming en los días del estallido social, cuando el barrio era el epicentro de las protestas.
"Este es un sector bohemio, y siempre los viernes o sábados hay actividades. El problema es que cuando terminan llegan estos grupos, me da la impresión de que son jóvenes que están en el alcohol y son desescolarizados, y se quedan hasta las 6 ó 7 de la mañana, bebiendo, drogándose, gritando y con amplificadores a todo volumen, cuando la gente está durmiendo porque tiene que levantarse temprano". Ella se los encuentra cuando sale a las 7.15 de la mañana para ir a su trabajo.
"Nosotros llamamos a Carabineros, pero con ellos ya no contamos mucho, porque dicen que están en otros procedimientos, que después van a venir y no llegan", agrega. "Lo que más me deprime es el deterioro y el mugrerío cuando salgo en las mañanas. Cómo está de sucio, la cantidad de botellas, de vidrios en la calle. Así como cerraron El Descanso, podrían cerrar el sector de la pérgola, porque todo lo hacen tira. Aquí ya no hay bateas para basura porque todo lo rompen, todo lo rayan".
Al igual que la señora Elena y vecinos de Cumming, el abogado Rodrigo Díaz Yubero, quien vive frente a la Plaza Aníbal Pinto, sufre a diario con los amplificadores de los grupos que se instalan como dueños de la calle, y venden alcohol y drogas, "situación que estimula la producción de otras conductas delictuales", como riñas y hasta homicidios.
Al poco tiempo de llegar al barrio interpuso un recurso de protección por los ruidos molestos y el comercio ilegal, que fue acogido por la Corte. "Ordenó una fiscalización drástica del sector, cosa que ocurrió por el lapso de ocho meses hasta el mal llamado estallido, que dejó todo a fojas cero; retrotrajo las cosas y aún más, las empeoró". Ahora último la situación "está recrudeciendo nuevamente. A la Plaza Aníbal Pinto ha vuelto el tráfico de drogas, cosa que es terrible porque ocurre a vista y paciencia de todo el mundo", al igual que la proliferación abusiva del comercio ilegal, que vende desde ropa hasta comida, sin ninguna fiscalización, declara.
SALUD MENTAL POR EL SUELO
María Angélica (37) vive en el barrio desde hace 16 años y ha palpado la triste transformación de Cumming desde que era un barrio de tendencia bohemia e intelectual, con música a volumen controlado de estilos trova, bossanova, andina y folclor latinoamericano, "muy seguro, con bares que cerraban tarde y donde todo el mundo era muy amable, no había peleas, no había asaltos, no había violencia, no había crimen".
"Con el estallido social, se produjo que el barrio era uno con harto movimiento social y en todas las protestas de una u otra manera, los carabineros acorralaban acá a los manifestantes. Y ahí se provocó un deterioro en la calidad de vida, porque todos los días eran barricadas, lacrimógenas, los vecinos nos intoxicábamos", recuerda.
"Luego de la pandemia, muchos locales quebraron, otros no volvieron a abrir -como el Trova-, hubo hostales que cerraron y mucha gente que se tuvo que ir por falta de trabajo; comenzaron a darse ocupaciones de casas… y también llegaron vecinos que se dedicaban al narcotráfico".
Fue un cambio muy radical, añade María Angélica y el efecto extraño que se produjo durante la pandemia "es que una vez que los locales comerciales han cerrado, llega la gente que instala parlantes en la calle, con un volumen que equipara o supera los decibeles de un local comercial, y vende alcohol sin patente, sin permiso, sin nada, y también trafica".
"Hay un tráfico callejero constante que ocurre afuera de edificios residenciales, los traficantes se instalan ahí porque nadie los echa, y porque obviamente los moradores no se atreven a echarlos. Hay vecinos que tienen a los traficantes vendiendo en la puerta de su casa y tienen que pedirles permiso para entrar", acusa.
La música estilos reggaetón, trap o electrónica "rebota en los vidrios, todo vibra. El barrio ya casi no duerme y la gente que logra hacerlo está empastillada. La salud mental está muy deteriorada y estamos normalizando cosas que no son normales, como los balazos del fin de semana pasado".
Casi todos los días María Angélica piensa en emigrar de Cumming, "pero en Valparaíso los sueldos están súper bajos, los arriendos subieron de manera absurda, y con mi sueldo no me alcanza para irme del barrio".
El guia que fue asaltado
Sebastián (31) es traductor e intérprete y decidió quedarse trabajando como guía turístico en Valparaíso "porque me gustó su historia, la arquitectura, el arte urbano, el el intercambio cultural con personas de otros países, que es súper interesante". Cuando la actividad empezó a recuperarse tras la crisis sanitaria, Cumming seguía siendo una zona tranquila y era su ruta favorita, hasta que el martes 13 de diciembre del año pasado, a las cinco y media de la tarde, asaltaron a su grupo de cuatro turistas y a él mismo junto a la escala de acceso al ascensor.
"Estábamos hablando de una pintura que hay en un muro cuando los tipos aparecen en la esquina, se percatan de que hay turistas extranjeros y lo primero que hacen es asaltar a una pareja. Él opone un poco de resistencia y le pegan un cachazo con un revolver. Me interceptan a mí y se llevan mi teléfono y mi billetera, y salen arrancando. Todo a punta de pistola", relata.
Como es obvio, desde entonces, "intento no ir mucho, y si es que lo hago voy en la mañana". Incluso en la agencia donde trabaja "les hemos avisado a nuestros otros guías que no vayan durante las tardes, para evitar cualquier problema".
"valparaíso no está en el ranking del peligro"
El administrador de empresas porteño Sebastián Henríquez creó en el año 2018 la agencia local Cerro 47, motivado por su compromiso con la ciudad y su legado.
Tras el estallido y la pandemia que los tuvo al borde de la bancarrota, el emprendedor dice que "delincuencia hemos tenido desde los orígenes de la historia del Puerto; cuando yo era universitario y nos juntábamos en El Gato, en el Ilícito o en El Canario, también uno veía lanzazos y robos, aunque es verdad que el uso de armas de fuego ha ido en incremento, pero nosotros nunca hemos tenido un robo o un asalto en nuestros circuitos", que sí incluyen Cumming, tanto ahora como durante el tiempo en que realizaban el nocturno Tour de Bares.
"Esperamos seguir esa racha positiva. Igual yo hago un llamado a no ser tan temerosos, la delincuencia es proporcional a la cantidad de habitantes; es más, Valparaíso ni siquiera aparece en el ranking de las 20 ciudades más peligrosas de Latinoamérica", señala. También pide seguridad, a propósito de situaciones como la vivida por su colega. Dice que es necesario un control policial los fines de semana en Aníbal Pinto, desde donde salen los tour a las 10 de la mañana, cuando "se pone bastante peligroso por los borrachos que salen del after que está a un costado del Cinzano". 2
después de que cierran los locales, en la madrugada, es cuando se producen los hechos que denuncian los vecinos.
acceso al ascensor reina victoria y escala que da a dimalow.
los timbres de edificios estan detrás de portones blindados.
la venta de alcohol y droga también ocurre de madrugada.