Las trampas a la inversión regional
Las principales asociaciones de la industria plantean su preocupación por la burocracia a la que deben someterse los nuevos proyectos.
Antes que el fracaso de la reforma tributaria se transformara en un golpe a la línea de flotación de su Gobierno, el Presidente Gabriel Boric decidió dar un giro a la forma cómo se había gestionado la iniciativa que lideraba el ministro de Hacienda, Mario Marcel, e inició una ronda de reuniones, consultas y análisis con distintos sectores del país, antes de escoger alguna de las varias opciones que tiene para reflotar la idea. La actitud del Mandatario es un claro mensaje a su propia Coalición, que había estructurado su programa en un plan de transformaciones financiado con los mayores impuestos propuestos por el equipo de Hacienda y veía en el rechazo de la iniciativa en el Congreso un conflicto mayor para cumplir sus promesas de gobierno, con tres intensos años electorales por delante. Un proceso renovado abre la oportunidad a que cada asociación vinculada a la economía, la industria o la academia haga sus propias propuestas sobre el mejor camino para que el país pueda financiar las soluciones a sus necesidades más urgentes.
A nivel local, el presidente de la Asociación de Empresas de la V Región (Asiva), Gerald Pugh, postula que antes de imponer nuevos impuestos, el Estado debe mejorar su eficiencia, evaluar los programas que sustenta y eliminar aquellos que hayan demostrado ser innecesarios e ineficientes. El presidente de la Cámara Chilena de la Construcción (CChC), sede Valparaíso, Gabriel Benavente, reflexiona en esta misma página sobre el giro que debe dar el Ejecutivo en su planteamiento para alcanzar una mayor recaudación. Su propuesta, bastante asertiva, es que en un escenario de alta incertidumbre económica la mejor solución para conseguir mayores recursos es reimpulsar la inversión, cerrar las brechas abiertas en los últimos años y retomar el diálogo y los grandes acuerdos como principales herramientas para avanzar hacia el desarrollo nacional.
Tanto Pugh como Benavente coinciden en que cualquier medida que busque reactivar la economía regional pasa por acelerar la aprobación de nuevos proyectos de inversión. Esto no solamente significa destrabar la eterna burocracia que entrampa los proyectos, sino también ajustar los procesos de tramitación ambiental para que entreguen las certezas adecuadas sobre el destino de las iniciativas. Actualmente, cualquier gran propuesta debe pasar por tantas capas distintas de tramitación, que pueden pasar años -una década en algunos casos-, antes que ese proyecto obtenga sus primeros permisos, si es que sus impulsores no terminan hastiados entre tanta maraña administrativa.
En tiempos en que todos pueden instalar un programa de inteligencia artificial en su teléfono, resulta inexplicable que el Estado no haya sido capaz de implementar mecanismos de evaluación más eficientes, rápidos y certeros, porque al final de cualquier análisis, esa es la principal exigencia que hacen los dirigentes empresariales del país y la Región; no menores impuestos, sino certezas de que los buenos proyectos contarán con los permisos necesarios para aumentar el crecimiento y, por lógica añadidura, fortalecer las arcas del Estado para los exigentes desafíos que debe enfrentar.