El comercio ambulante que se ha apoderado de buena parte del centro histórico de Viña del Mar también ha copado el sector del Mercado viñamarino, especialmente en el tramo que va por Calle Arlegui, entre el Mercado mismo y calle Quillota. Los ambulantes que venden de todo, desde ropa hasta medicamentos, ocupan las aceras y dificultan el paso, favoreciendo la acción de delincuentes que roban "al paso" a los transeúntes generalmente cargados con bolsas de compras.

En una decisión de increíble ingenuidad, la Municipalidad cerró el estacionamiento situado frente al Mercado, a la entrada del puente, pretextando la creación de un espacio de juego para los niños. Los "niños" que aparecieron fueron los ambulantes, que así se coparon rápidamente este nuevo espacio para su dañina actividad. Casi está demás decirlo, pero esto ocasiona grave daño al comercio establecido, al aseo de calles y aceras circundantes, a la seguridad, y a las arcas fiscales pues las ventas irregulares no tributan. Por otra parte, ese cierre afecta al mercado mismo, a sus proveedores y clientes que han visto reducido sus lugares de estacionamiento.

El corte mencionado, con barreras New Jersey de concreto, crea un problema de seguridad al dificultar el movimiento del Puente Mercado en caso de alguna emergencia y el cierre del área dificulta el ya complejo tránsito del sector.

Además, se encuentra pendiente allí la proyección del puente y su acceso en dirección al sur, alcanzando calle Valparaíso y el par Viana-Álvarez, materia sencilla en las palabras, necesaria, pero compleja debido a que se requieren recursos para expropiaciones.

En cuanto al Mercado Municipal de Viña del Mar, inaugurado en 1939 por Pedro Aguirre Cerda, hay que insistir en su mejor utilización como centro de abastecimiento. La construcción es de muy buena calidad, pero hay muchos locales desocupados precisamente por falta de interés en su explotación ante las dificultades de acceso al sector.

En tiempos de alza del costo de la vida las ferias y mercados son lugares que presentan ventajas con precios más convenientes en productos destinados a la alimentación.

En consecuencia, la autoridad, en este caso la Municipalidad de Viña del Mar, debería facilitar el acceso al mercado y estimular la ubicación de mayor cantidad de comerciantes en su interior. Un aspecto propio de la ciudad, el turismo, también debe tener espacios en el Mercado, como ocurre en La Serena, Chillán, Concepción o Temuco, por ejemplo. Con decisión, mirando el interés general, el día a día económico de las personas y, materia clave, la seguridad, es necesario regularizar un sector valioso de la ciudad actualmente con bajo aprovechamiento.

Hace poco más de medio siglo, la bahía de Quintero destacaba como un destino turístico más de la región central, un balneario y comuna naturalmente abrigada, que tuvo alguna vez importantes intentos de grandes obras portuarias y ferroviarias, pero que finalmente fue concretando su "desarrollo" a través de la atracción de actividad industrial de gran escala. Ello tuvo consecutivos impactos -que fueron reemplazando la anterior lógica del progreso sin restricciones-, lo que nos ha llevado hacia la necesidad urgente de modernizar y planificar mejor procedimientos, estándares, nuevos proyectos y obras.

Como consecuencia de años de descuido público y privado, acusaciones cruzadas, análisis científicos recientes e intentos de definir responsabilidades, este proceso ha despertado un nuevo debate entre los actores públicos, privados y ciudadanos, que a su vez expone visiones extremas, entre lo permisivo y lo prohibitivo, contexto forzoso desde el que se comienzan a vislumbrar las oportunidades de ajuste normativo, en búsqueda de proyectos de compatibilización, remediación y aporte a un entorno que puede elevar estándares ambientales perdidos y urbanos nunca antes alcanzados.

Desde la academia han comenzado a surgir algunas propuestas que han detectado opciones creativas de trabajo conjunto, con tal de reintentar la coordinación de actores públicos y ciudadanos, pudiendo ser soporte de nueva voluntad de consenso y posterior cofinanciamiento de una nueva cartera de proyectos, planes y modernizaciones que avancen en materializar esas iniciativas que proponen recuperar una mejorada convivencia.

Entre ellas están iniciativas como parques inundables de amortiguación -que inician la remediación de suelos contaminados-, separándolos de los asentamientos y reubicando a campamentos expuestos a riesgo ante materiales peligrosos. Esto libera espacios aptos para nuevas alternativas de energía limpia desde el sol, el viento o las mareas.

Surgen también propuestas que delimitan y rodean a las industrias, materializando una amortiguación y aportando nuevas áreas verdes recreativas, conectando el borde costero y mejorando la infraestructura de paseos y caletas, a través de la recuperación de la oferta turística, con una nueva playa artificial en el Papagayo, una zona excepcional. Así, la comuna volvería a ser un destino recreativo, recuperando su patrimonio histórico, de alto atractivo natural, valiosa memoria y edificaciones que pueden ser puestas en valor.

Se visualiza, entonces, un nuevo rol del Estado, de los gobiernos regionales y locales, de la rentabilidad privada, todos fomentando la sustentabilidad que permitirá nuestra subsistencia y mejor convivencia, habiéndose hecho necesaria la convocatoria y un compromiso de nueva gobernanza que dé soporte a la nueva conversación hacia un nuevo plan pertinente cofinanciado pública y privadamente, convocando a actores públicos y a las empresas agrupadas. La academia ya ha dado un paso y puede aportar con creatividad y la necesaria intermediación de cada uno de los legítimos intereses en juego.