Un último llamado de alerta
La delincuencia y el narco ya han llegado a límites indecibles. Es hora de que alcaldes, Gobierno y la población sean responsables.
Las últimas cifras dadas a conocer por la Fiscalía Regional sobre el preocupante aumento de delitos de alta connotación social (21,09%) al mes de marzo, que se traduce en 3.068 causas abiertas en el Ministerio Público, parecen dar cuenta de que, a más de un año de asumida la actual administración, la criminalidad y -como dice el gobernador regional Rodrigo Mundaca- el alto poder de fuego en las calles ha llegado a límites intolerables.
Tampoco es un detalle el que dos de los carabineros que perdieron la vida en los últimos seis meses en el cumplimiento de su labor sean de la zona: el sargento segundo Carlos Retamal, asesinado por medio de un fierrazo en la cabeza en San Antonio en octubre de 2022; y la sargento segundo Rita Olivares, muerta el pasado 26 de marzo de un balazo durante un operativo en Quilpué. El primero, de hecho, da su nombre a la controvertida y tardía ley Nain-Retamal en el Congreso.
De un tiempo a esta parte, tanto el Gran Valparaíso como la Provincia de San Antonio han entregado sus territorios al avance del narcotráfico y la delincuencia, pese a alertas claras y concretas como la hecha por la ONU en relación al poco control existente en el puerto del litoral sur de la región, las balaceras, mexicanas en Viña del Mar y Valparaíso y hasta la suspensión de clases en esta última ciudad para no incomodar el narcofuneral de un delincuente acribillado días antes en la puerta de un colegio.
El asesinato en Santiago de otro carabinero, el cabo primero Daniel Palma, funcionó como punto de inflexión para que la ministra del Interior, Carolina Tohá, la misma que se resistía a la ley Nain-Retamal y que la motejó de "gatillo fácil", decidiera intervenir 30 de las comunas con mayor población y criminalidad del país, entre las cuales, por lógica, están las antes mencionadas, pero que no fueron dadas a conocer por motivos de inteligencia policial y posible estigmatización de sus habitantes.
El discurso del miedo, también peligroso, parece llevarnos de cabeza hacia la más extrema de las derechas, aquellas de corte populista que tanto daño han hecho en otras latitudes. Por lo mismo, y si aún no es tarde, llegó la hora de que los jóvenes que juegan a ser alcaldes en nuestras comunas, el Gobierno y la población se unan para salvar las ciudades.