Generación X
Los millennials se dieron cuenta que era necesario algo de experiencia para gobernar (...) Y empezaron a pedir ayuda a la "generación perdida". Precisamente porque no estaba tan extraviada ni abandonada. Siempre estuvo ahí, atenta, trabajando como hormiga".
"Nadie se jubila en política", decía un líder de la exconcertación en un diario nacional hace un par de años, en un reportaje que explicaba cómo quienes habían sido destacados dirigentes estudiantiles durante los '80 y comienzos de los '90, no vieron despegar sus carreras políticas ni pudieron entrar a la primera línea de los gobiernos de regreso a la democracia, pues ese lugar estuvo reservado para los que habían estado en ese sitial antes del '73.
Por lo mismo, durante mucho tiempo se habló de la "generación perdida", jóvenes talentosos políticamente, pero que se dedicaron a tareas de segundo plano o al mundo privado, pues no había espacio para ellos en las grandes lides.
"La generación anterior acaparó las funciones principales durante más de tres décadas, relegando a la generación de los '80 a roles secundarios. Adicionalmente fueron formados con un alto concepto de la 'responsabilidad' por la estabilidad democrática, por lo que su radicalidad fue extirpada tempranamente y, finalmente, por la falta de solidaridad intergeneracional que implicó que el que sobresalía era rápidamente criticado o 'bajado' por el resto", explicaba en ese mismo reportaje el entonces convencional PPD, Felipe Harboe.
Pero la vida da muchas vueltas y cuando ahora los millennials llegaron a La Moneda de la mano de Gabriel Boric, dando lecciones de moralismo respecto de sus antecesores, parecía que aquellos que habían quedado relegados lo estarían por siempre. Figuras como Carolina Tohá, Claudio Orrego o Álvaro Elizalde habían logrado brillar con colores propios en el Parlamento, algunos como ministros o subsecretarios y otros como alcaldes. Pero había un brillo fugaz. Y ahora tomaba el mando la siguiente generación.
En eso estaban cuando, a poco andar, los millennials se dieron cuenta que era necesario algo de experiencia para gobernar, pues liderar La Moneda no era lo mismo que dirigir la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECh) o el centro de alumnos del Liceo de Aplicación. Y empezaron a pedir ayuda a la "generación perdida". Precisamente porque no estaba tan extraviada ni abandonada. Siempre estuvo ahí, atenta, trabajando como hormiga, de a poco y sin tantos aspavientos, armándose su propio camino para sobresalir en política.
La primera en llegar fue Carolina Tohá, otrora dirigente estudiantil ochentera, quien en ese rol -siendo apenas veinteañera- acompañó a Ricardo Lagos en televisión cuando apuntó con el dedo a Pinochet. Hija de José Tohá, ministro de Allende asesinado en dictadura, ella recorrió un camino propio, partiendo con un breve paso como subsecretaria en el gobierno del líder PPD, para consolidarse como diputada, alcaldesa y ministra de Michelle Bachelet.
Y ahora el que llega a apuntalar al gobierno de Boric es otro miembro de esta generación: Álvaro Elizalde. Aunque militante socialista, su recorrido es bastante similar al de Tohá. También fue dirigente de la FECh, presidió la juventud PS, fue ministro de Bachelet en su segundo gobierno, constituyente y senador, donde incluso llegó a presidir la testera de la Cámara Alta. Desde esta semana, encabeza la Secretaría General de la Presidencia -en reemplazo de Ana Lya Uriarte-, desde donde deberá acometer la tarea de liderar las negociaciones del gobierno con el Congreso. Tarea que no es fácil, pero para la que está más que preparado: se lo reconoce como un político hábil, de bajo perfil, que prefiere el trabajo acucioso antes que las declaraciones rimbombantes, capaz de negociar y consensuar con todos los sectores políticos, sobre todo en el Senado.
Aun cuando los nombramientos de Tohá, primero, y luego el de Elizalde mantienen la tensión entre el socialismo democrático (exconcertación) y Apruebo Dignidad (FA y PC), haciendo carne las dos almas del gobierno, lo cierto es que Boric ha entendido que en conjunto, ambas coaliciones pueden lograr más. Y que la triada Vallejo-Tohá-Elizalde puede ser sumamente virtuosa si se los deja trabajar.
La generación X no estaba muerta, perdida ni de parranda. Solo estaba esperando el momento de brillar. 2
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