Medio siglo de trayectoria con profunda raigambre en los espacios de Valparaíso
Definió su vocación cuando ganó un concurso en el colegio y luego estudió con legendarios maestros en la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar, de donde en verdad nunca se fue.
Con la exposición "Nostalgia Porteña", que se presenta en la sala de la Delegación Municipal de Reñaca (Bellavista N° 5, local 4), donde se mantendrá durante mayo, está celebrando medio siglo de trayectoria la pintora Edith Sánchez González, cuya obra está indisolublemente ligada a su ciudad natal, Valparaíso.
Aunque también es escultora y grabadora -como lo fue su fallecido esposo, Hugo Vilches-, la artista formada en la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar hizo opción preferente por la pintura, disciplina en que posee una maciza producción, reconocida con un extenso listado de premios, muestras e invitaciones a exponer en exposiciones colectivas en Chile y el extranjero, así como de creaciones que forman parte de colecciones museográficas y particulares.
Museo de Bellas Artes de Valparaíso, Museo de Bellas Artes de Oviedo, España; Pinacoteca del Palacio Astoreca de Iquique, Instituto Chileno Norteamericano de Cultura de Valparaíso y Casino Municipal de Viña del Mar son algunas de las instituciones que tienen obras de la artista.
Calles y recovecos
La dedicación a Valparaíso como tema central de su obra la ha llevado a recorrer por décadas la ciudad, sus cerros, calles y recovecos, en la búsqueda de aquellas escondidas escaleras, esquinas y pasajes que le depararían un nuevo detalle, una presencia o una luminosidad diferente para plasmar en sus telas la poderosa alianza cotidiana de la ciudad con el mar.
En 2015 presentó "Retrospectiva Porteña" en el hall central de la Municipalidad de Valparaíso y no tuvo problemas para instalar 40 obras inspiradas en la vida y los trajines porteños.
Allí estaban la procesión marítima de los pescadores en la Fiesta de San Pedro, los remolcadores listos para entrar en acción en la bahía, las torres de las iglesias en lo alto de los cerros, la ropa blanca recién lavada en los cordeles de las casas del Puerto, los ascensores que ya no están.
"Yo pintaba la figura humana, naturalezas muertas, todo eso, pero una vez, recorriendo Valparaíso para tomar apuntes, me detuve a observar cuánto material tenía la ciudad para plasmar, recorrí todos los cerros y me enfoqué en eso", refiere.
Segunda casa
Nacida en esta ciudad, aunque formó familia en Viña del Mar, fue en la Escuela Barros Luco donde se forjó la que sería su vocación más profunda.
"En ese tiempo gané el concurso de la semana del niño y mi profesor de dibujo, Gonzalo Arancibia, le aconsejó a mi mamá que me matriculara en la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar, porque tenía condiciones artísticas", recuerda.
Así se hizo y de esa manera llegó a la que considera su segunda casa, hasta el punto que, sumando y restando sus alejamientos temporales por maternidad, obligaciones familiares y viajes, calcula que estuvo unas tres décadas.
Estudió dibujo y pintura con la destacada profesora Irma Arévalo, en la época en que también hacían clases el reconocido grabador Carlos Hermosilla y el escultor Ricardo Santander, con quienes no demoró en formarse en sus respectivas disciplinas.
"Entré a todos los talleres de esos profesores que eran una leyenda", rememora y cuenta que después de titularse, nunca dejó de ir a la Escuela.
En pareja
Por destinación de su marido, que fue marino, le tocó vivir en Escocia, periodo en que pudo recorrer los museos más emblemáticos de Europa, complementando su formación.
"Los visité casi todos, de esa etapa tengo recuerdos inolvidables" que reafirmaron su vocación y sus deseos de seguir pintando, de modo que a su regreso, con los hijos ya adultos, se centró definitivamente en su carrera.
Esa fase coincidió con el retiro de su esposo, que era un lector impenitente y se interesó en ingresar también a la Escuela de Bellas Artes, en su caso a estudiar historia del arte con el crítico y académico, Romolo Trebbi.
"En sus ratos libres a Hugo le gustaba arreglar relojes, y yo le sugerí que estudiara grabado", relata. "Estudió con Roberlindo Villegas y agarró vuelo, así que nos complementamos bastante bien, él en el taller de grabado y yo en el de escultura, que hice después de titularme".
Juntos hicieron varias exposiciones, compartiendo un periodo creativo que Edith rememora con cariño y nostalgia.
Para llorar
Precisamente ese es el concepto que releva su actual exposición en Reñaca. "Se llama 'Nostalgia Porteña' porque Valparaíso ya no es lo que fue", dice en alusión a que ya no están muchos de los ascensores, las construcciones, las iglesias o los rincones que recreó en sus pinturas, ya sea por el paso del tiempo, el deterioro o la destrucción.
"Vino a verme mi hermano y salimos a recorrer desde la Plaza Echaurren. Una pena terrible, una desazón; cómo es posible que Valparaíso haya llegado a este estado en que no se ve ninguna cosa limpia, locales cerrados, negocios emblemáticos desaparecidos. La gente se ha ido, hay casas abandonadas o tomadas por los okupas. Yo nací en el cerro Yungay, crecí y estudié aquí. Es para llorar", sostiene.
Pero al momento de los balances se declara satisfecha de su vida y su carrera, que le ha deparado muchos de los momentos más felices de su vida, como "haber ingresado a la Escuela de Bellas Artes, haberme titulado y haber continuado con mi trabajo. Porque hasta el día de hoy me invitan a exponer y eso es muy importante para uno". 2
Rosa Zamora Cabrera.
rosa.zamora@mercuriovalpo.cl