De los 12.484.109 electores que sufragaron el domingo pasado, un 21,54% voto en blanco o anuló su cédula. ¿Indiferencia, rechazo, desilusión, aburrimiento ante largas esperas? Pregunta pertinente a la que se debe buscar respuesta, pues el grupo es importante, suma casi 2 millones 700 mil ciudadanos que algo quieren expresar. En la Región de Valparaíso ese grupo totalizó más de 300 mil personas, el 22,32% de los votantes locales.

El caso de dificultades para sufragar debe ser resuelto previendo problemas en locales de votación, como lo sucedido en el populoso sector de Santa Inés, en Viña del Mar, sobre lo cual habían aparecido con anticipación numerosas advertencias. Sin embargo, más complejo es abordar otros aspectos, algunos subjetivos y otros basados en situaciones personales o de rechazo al mecanismo de participación que debería llevar a una nueva Carta Constitucional.

La misma arrolladora victoria de un partido nuevo, el Republicano, ha sido para muchos una expresión de rechazo a todo el sistema político, incluyendo, por cierto, al actual Gobierno, que sufre una nueva derrota en los resultados del domingo, pues a los números del líder de la jornada se deben agregar los resultados de Chile Seguro.

Con anticipación había descalificación del proceso, con posiciones como la del alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, o del gobernador regional, Rodrigo Mundaca, quienes en sus declaraciones posteriores demostraron que están "taimados" debido a que el proyecto constitucional que será sometido al plebiscito de salida podría no ser de su agrado. Mundaca habla de "secuestro", dura palabra cuando, precisamente, ese es uno de los procedimientos de las organizaciones delictuales.

Sobre los resultados del domingo, apasionantes para barajar cifras, se deben estar haciendo muchos cálculos. Por ejemplo, las luces rojas parpadean en municipalidades cercanas.

Pero la tarea es otra, los consejeros constitucionales deben llegar al plebiscito de salida del 17 de diciembre con un proyecto claro, simple, con visión de futuro, con disposiciones que acojan derechos básicos y sin nudos conflictivos que frenan el entendimiento y la solución a las verdaderas urgencias nacionales.

En los 90, Volodia Teitelboim confesó haber llevado a cabo en los años posteriores al golpe de Estado, un intenso mea culpa sintetizándolo en la siguiente idea: "No supimos leer a Chile", refiriendo con ello a la creencia de su sector de que éramos un país maduro para revoluciones, sin sopesar suficientemente el carácter conservador de un gran número de chilenos, todo lo cual desembocó en sacrificios y pérdidas lamentables para nuestra historia reciente. Y esa lección debe ser tenida muy en cuenta en los tiempos actuales, tanto por los que con mucha ligereza pensaron y aún sostienen que la semilla del estallido ardería en la mayoría de los espíritus nacionales -lógica que por el contrario permitió a un partido, como el Republicano, pasar de la nada al triunfo arrollador-, como también aquellos que pudieran llegar a creer que con los resultados del domingo no hay nada que acordar o negociar en el futuro trabajo del Consejo Constitucional.

Efectivamente, mientras el día de la elección el oficialismo sólo obtuvo 17 cupos en dicho Consejo, el Partido Republicano obtuvo 22 cupos, en tanto el pacto Chile Seguro, integrado por los partidos del bloque Chile Vamos, logró apenas 11 escaños. Estos resultados podrían interpretarse como un castigo al actual Gobierno, pero también como una dura reprimenda a una derecha arrinconada en medio del clima octubrista.

Sin embargo, creer que los partidos que estuvieron dispuestos a llegar a un acuerdo con fuerzas políticas disimiles a fin de hacer posibles tanto el avance legislativo de temas que preocupan a la ciudadanía como este nuevo proceso constitucional, hayan sido partidos dubitativos o simples veletas, constituye un grave error. Al contrario, ha sido precisamente esa disposición a la negociación -por lado y lado- lo que aún permite que estemos transitando por los caminos de la institucionalidad para intentar superar el momento de crisis en que nos hallamos.

De ahí que en medio de la diversidad de visiones que atraviesan a nuestro país en el actual momento, sea necesario intentar leer bien los resultados de la última elección y comprender que si bien todos debemos actuar sobre la base de nuestros credos y principios, es también cierto que la vida en sociedad, o al menos la esfera pública, exige algún grado de renuncia o alguna postergación de las ideas que animan nuestra vida personal. De otro modo, el funcionamiento de nuestra sociedad puede tornarse imposible.

Dice Kipling: "Si el triunfo y la derrota no te imponen su ley"… ¿Será posible en el futuro inmediato postergar las propias ideas, o renunciar a la totalidad del triunfo, en momentos en que nuestra sociedad huérfana de utopías y carente de valores ampliamente compartidos se ha vuelto cada vez más individualista e intransigente? Ya se verá.