RELOJ DE ARENA La patrimonial calle Quillota
Ambrosio O'Higgins, gobernador de Chile, el "abuelo" de la Patria, tenía alma de ministro de Obras Públicas. Personalmente dirigió la construcción del camino entre Valparaíso y Santiago, trazado que se mantiene hasta hoy con las variables propias del progreso, incluyendo los dos conocidos túneles.
No se hablaba de concesiones ni de autopistas.
Pero otra de sus obras trascendentales, un poco olvidada, es el camino entre Valparaíso y Quillota iniciado en 1792, trabajo que encargó al ingeniero José Hidalgo.
Cuenta Vicuña Mackenna que la obra tuvo tropiezos y resistencias entre los propietarios de los predios que cruzaba la ruta. No se trataba del impacto ambiental o de restos arqueológicos y menos de pueblos originarios. El temor era por el daño a las cosechas y al ganado y también a los salteadores que merodean en las primitivas rutas.
La carretera partía desde Valparaíso por los cerros y llegaba al valle de Viña del Mar, cruzaba el estero Marga Marga y seguía hacia el norte empinándose en los cerros por lo que hoy es Santa Inés, para seguir avanzando hasta llegar al entonces caudaloso río Aconcagua y continuar en su margen hasta la ya importante ciudad de Quillota. Dicen ciertas versiones que en algún momento se pensó que Quillota podría haber sido la capital de Chile.
Así, este camino carretero, anterior al ferrocarril que sólo llegaría el siglo siguiente, era la principal ruta que cruzaba el incipiente villorrio de lo que es hoy Viña del Mar.
Diego portales
Por ese mismo camino avanzaría hacia su calvario en junio de 1837 Diego Portales. Apresado en Quillota, fue conducido, engrillado, en un coche en dirección al lugar de su sacrificio.
En Viña del Mar, relata el infatigable cronista, "por desgracia existía una posada, lugar de recreo dominical para los jóvenes extranjeros de Valparaíso, y cuya bodega, por tanto, se encontraba surtida en abundancia de licores. La noche era frígida y nublada, los oficiales (que habían apresado al ministro Portales) no habían comido en la travesía y, además, se sentían abatidos por los sucesivos fracasos que habían ido desorganizando, hora por hora, los planes de su funesta empresa".
Allí, en esa posada viñamarina se dieron ánimo y el funesto cortejo continuó su avance por el camino que venía de Quillota con Diego Portales humillado y condenado a muerte.
Cuando llega el ferrocarril a Viña del Mar el 16 de septiembre de 1855, eran tres las calles fundacionales del pueblo. Escribe el periodista e historiador Renato Basulto en su obra sobre la comuna: "La más antigua era la que servía de camino carretero hacia Concón, Quillota y otros pueblos, por lo que era denominada Calle de Quillota. Cruzaba la hacienda 'Viña de la Mar'… En torno a ella se construyeron los primeros caseríos que formaron después la Población Vergara". Las otras dos fueron Álvarez y Viana, que corrían junto a la vía del ferrocarril. Posteriormente vino la "Calle de Valparaíso", popularmente llamada "Calle Ancha".
A fines del siglo XIX y principios del pasado se levantaron en el eje de esta Calle de Quillota numerosas mansiones y en su extremo sur, 1908, se construyó el puente que lleva el nombre de la calle, obra a cargo de una compañía holandesa especialista en concreto armado, hormigón, material que se comenzó a emplear tras el destructor terremoto de 1906. Todavía subsiste, además del adoquinado, algo molesto sin duda, que cubre toda la calle.
La escuela y el palacio
En los años 20 del siglo pasado, en la esquina de las calles Quillota y Valparaíso se levantó el gran edificio en que por décadas funcionó la Escuela Normal, donde se formaron legiones de profesores primarios, la primera línea de la educación. Profesionales integrales que extendieron su saber por todo el país. ¿Qué se hicieron esas escuelas normales? Esa es otra historia…
La más importante de las construcciones del pasado esplendor de la calle es el Palacio Rioja, emplazado en un gran parque el cual hoy en parte subsiste. Antiguamente albergó un gigantesco invernadero y amplias caballerizas que daban hacia Cuatro Norte.
El extremo opulento de la calle contrastaba con el extremo norte, con modestas casitas, el entorno del matadero construido en terrenos donados por José Francisco Vergara y el ramal de una vía ferroviaria de carga que llegaba hasta Las Salinas.
En el mismo sector se levantó una amplia construcción, el hotel de inmigrantes, destinado especialmente a extranjeros que llegaban en barco al puerto en busca de una vida mejor.
Fotografías publicadas en la revista porteña Sucesos muestran grupos de inmigrantes españoles, todos de boina, albergados en ese hotel.
Años después, el mismo recinto, obra tal vez de alguna entidad benéfica, acogía a cientos de trabajadores que habían perdido sus ocupaciones debido a la crisis del salitre.
En algún momento recordaba esas situaciones un sacerdote español, Félix Ruiz de Escudero, titular dela parroquia de San Antonio. Cura emprendedor, desarrolló por años una importante labor social en el sector, con una escuela y un centro destinado especialmente a la rehabilitación de ciegos. Su trabajo se fue ampliando más allá de su muerte y se mantiene hasta la actualidad.
Tal vez con algo de mezquindad, pero con buenas intenciones, se intentó perpetuar su memoria dándole su nombre a una corta callecita cerca de Uno Norte. Buenas intenciones y la callecita hasta el día de hoy mantiene el impersonal número que siempre había tenido.
En misma calle Quillota floreció, con dificultades, el comercio y llegó la locomoción colectiva con las desaparecidas micros 14, las azules, Expresos Viña del Mar. También llegó el cine, el Teatro Oriente. Se mantiene el edificio, con su letrero, ahora dedicado a la venta de neumáticos.
Historias de la calle Quillota, un nombre patrimonial, escenario de importantes episodios de la vida nacional y del nacimiento de una ciudad.
Las intenciones de cambiarle de nombre, sin considerar lo controversial de esa nueva denominación, se estrellan con la historia, con una tradición de 231 años tradición que está en la raíz misma de la existencia de Viña del Mar.