LA PELOTA NO SE MANCHA El castigo
POR WINSTON POR WINSTON
Pablo Milad es un tipo grande. Lo digo en el doble sentido, mide cerca de un metro noventa y posee una larga carrera política. De hecho, para postular a la ANFP, renunció al cargo de Intendente durante el gobierno de Sebastián Piñera. Por esta razón, el error que cometió de confundir un grupo de whatsapp de los presidentes de los 16 clubes que componen la primera división con el de un grupo cerrado de familiares o amigos, resulta inexcusable.
En estos últimos, uno debería poder decir lo que piensa sin tapujos, ser políticamente incorrecto, pero en el otro, es como querer darse un baño en un río lleno de pirañas. Los clubes compiten por ser el campeón y éste es uno solo. Los equipos luchan por llevarse el mayor trozo de la torta y estar en el lado de la toma de decisiones y van a hacer lo que encuentren al alcance para lograrlo. Su torpeza no da ni siquiera para quejas. No es un grupo de confianza y punto. Nunca lo fue ni tampoco lo será.
El tema en cuestión, por si no se había enterado, era una crítica al gobierno del presidente Gabriel Boric que anunció, entre sus principales medidas en contra de los deudores de pensiones alimenticias, la prohibición de ingreso al estadio. Milad dijo que era un caramelo, propio de un gobierno populista y feminista. Boric aprovechó el momento y se lanzó como en un tobogán contra el presidente de la ANFP y le dio con todo. Al curicano no le quedó otra que pedir disculpas y asegurar que no utilizó los términos adecuados. ¿Debió haber dicho golosina, dulce o confite?
El punto en esta historia, a mi juicio, es otro y en el que ninguno parece haber reparado. Pensé en esto el sábado, cuando llevé a mi hijo al estadio Santa Laura a ver a la Universidad Católica. Sí, para mi desgracia, mi hijo es monjita, pero estoy seguro de que no saldrá de este grupo.
La motivación mía, en todo caso, era otra: que conociera aquel mítico estadio de encuentros históricos y vivencias personales. En la ruta, le conté de un triunfo de Wanderers en la Copa Chile contra la Unión del Coto Sierra el ´93, un saqueo inolvidable en la lucha por el ascenso el ´99 contra Unión y la mítica goleada a Santiago Morning por 5 a 0 que nos llevó al título el 2001.
Hasta ahí, todo bien. Ya en las mediaciones, había que buscar estacionamiento. Estacionar en el barrio Independencia puede ser tan difícil y peligroso como hacerlo tarde en el centro de Valparaíso. Después, había que intentar dar con la puerta que nos correspondía. Caminamos cerca de dos kilómetros y no exagero, porque nos mandaban de una puerta para otra. Más adelante, las largas filas, las revisiones y toqueteos. Ya en la grada, el asiento frío y sucio del estadio. El maní a precios de castañas de cajú y un café de dos lucas que estuvo a punto de provocarme un coma diabético.
Y eso que todavía no me refiero al pobre espectáculo que, entre otras cosas, estuvo detenido por 5 minutos a raíz de unos simios que se negaban a bajar de la reja. Jugadores que simulan todo el tiempo, un ritmo lento y confuso, pases sin sentido, delanteros que no entienden cómo funciona el off side, etc.
En definitiva, si el presidente Boric de verdad quiere castigar a los deudores de pensiones alimenticias, que vaya en la dirección contraria. Oblíguelos a ir todos los domingos al estadio, no con uno, sino con varios niños. Pocas veces, un espectáculo tan caro está tan mal organizado y tiene un desempeño tan mediocre. En los tiempos que transcurren para el fútbol chileno, no se me ocurre peor condena.