La deuda del Poder Legislativo
En cada Cuenta Pública, Valparaíso sufre los rigores de ser sede del Congreso Nacional, sin recibir ayuda para enfrentar las consecuencias.
Más debido a descoordinaciones internas que al asedio intenso de sus opositores, la Cuenta Pública a la Nación que dará hoy el Presidente Gabriel Boric pilla al Gobierno en un momento particularmente delicado. Algunos de sus logros legislativos -royalty minero, salario mínimo, ley de las 40 horas- han quedado eclipsados por los desaciertos evidentes de sus liderazgos políticos y muchas decisiones que suelen ser rutinarias se han transformado en desgastantes crisis políticas. Con frecuencia, estas polémicas son protagonizadas por los propios parlamentarios oficialistas, que no tienen muchos miramientos para cuestionar las acciones del Gobierno al que dicen respaldar.
La contraorden sobre la suspensión de clases en Valparaíso es un ejemplo más de esta descoordinación, con la gravedad añadida de que la controversia hace más visible la pesada carga histórica de una ciudad como Valparaíso, que es sede del Poder Legislativo, pero tiene pocos beneficios que mostrar de esa condición.
Al contrario de lo que se pregonó durante años, la instalación del edificio del Congreso en el barrio Almendral sirvió poco para la revitalización de un sector alicaído, dominado por los edificios vacíos, el comercio inestable afectado por la delincuencia y una marcada presencia de ambulantes en casi todas las esquinas -la imagen de venta de ropa en las mismas puertas del Congreso ahorra más explicaciones-, salvo cuando un esporádico operativo policial los ahuyenta de las calles por unas horas. No existe, que se sepa, un plan de vinculación entre la administración del Parlamento y la ciudad y tampoco se aprecia un efecto vivificante en el entorno urbano de donde trabajan diputados y senadores, y hasta donde llegan ministros, subsecretarios y hasta jefes de Estado para exponer sus propuestas y proyectos. Fuera de la ancha puerta que franquea el ingreso al edificio diseñado por los arquitectos chilenos Juan Cárdenas, José Covacevic y Raúl Farrú, existe una realidad a la que es ciego todo un poder del Estado. Valparaíso sufre las suspensiones de clases, los cortes de tránsito, el duro efectos de las protestas -¿habrá hoy?- que llegan al Congreso, pero ninguna ayuda real para enfrentar esos inconvenientes. Alguien debe hacerse cargo de esta antigua deuda.