APUNTES DESDE LA CABAÑA
POR ROBERTO AMPUERO ESCRITOR, EXCANCILLER, EXMINISTRO DE CULTURA Y EXEMBAJADOR EN ESPAÑA Y MÉXICO.
Diosdado Cabello, número dos de la dictadura venezolana, su más ponzoñoso vocero y vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela soltó hace unos días una sarta de insultos contra el Presidente Gabriel Boric por su condena a la violación de derechos humanos bajo Nicolás Maduro. La tirada de descalificaciones es propia de las dictaduras de la región, lideradas por redentores populistas agrupados en el Foro de Sao Paulo o el Grupo de Puebla, portadores de verdades reveladas y apologetas de otros dictadores en el mundo.
Ante las injurias de Cabello, diputado del congreso controlado por la dictadura, no corresponde "pasar" tibiamente porque tiene influencia en el régimen y la neo-izquierda. Fuera de los cargos que ostenta, ha ejercido (por cuatro horas) como presidente de Venezuela, ha sido vicepresidente del país e integra el ejército bolivariano. Diosdado mantiene estrechos vínculos con La Habana y partidos de izquierda regional, en especial con el Partido Comunista chileno, principal columna de La Moneda. Dada su envergadura oficialista, sorprende la reacción de la cancillería chilena que exhibe hasta ahora un deplorable tono apaciguador.
Y lo que sostuvo Cabello en su programa de televisión "Con el mazo dando" es una afrenta de marca mayor contra el presidente de la República. Lo calificó de "bobo", "gafo", "cachorrito del imperialismo", "empleado del mes" de Estados Unidos, y no contento con esto afirmó que el presidente está a las órdenes de Washington e intenta complacerlo, que "persigue a los mapuches" y "habla pendejadas". Difícil es ofender de peor forma y a más alto nivel al presidente de otro país. Esto amerita de parte de Chile una respuesta contundente dentro del lenguaje diplomático. Que el único que haya salido a defender a Boric fuese el encargado para asuntos regionales de Estados Unidos debilita aun más al primero ante la izquierda regional de la cual se siente parte.
La cancillería debe responder por respeto a la dignidad del cargo y de la República. Este no es un país al que cualquier otro, menos aun, uno bajo tiranía, le puede decir lo que se le viene en gana a costo cero. Callar ante una afrenta así no genera respeto en las relaciones internacionales. La política de apaciguamiento es bochornosa en este caso, más aun cuando los máximos dirigentes de ambos países acaban de conversar en Brasilia, y Chile de nombrar -lamentable error- un embajador en Caracas tras cinco años de mantener su embajada a nivel de encargado de negocios en concordancia con numerosas democracias. Y el gobierno no debe olvidar: ante injurias públicas corresponden disculpas públicas.
Tal vez el silencio se debe a que el presidente y Chile están hoy más solitarios que nunca. Quien asumió el cargo en 2022 anunciando que intentaría que la región hablase con una sola voz, perdió la sintonía no sólo con su ciudadanía, sino también con el continente. Veamos.
Con Perú estamos tratando de restaurar la confianza dañada por Boric cuando criticó el procedimiento constitucional de nuestros vecinos para superar la crisis causada por el frustrado golpe del expresidente Pedro Castillo. Con Bolivia hay una situación compleja, cuya mejor expresión es la actitud de La Paz frente al tema migratorio, y con Argentina las cosas se han complicado pues Alberto Fernández estará en crisis pero opina sobre Chile desde la óptica de su asesor chileno y exige concesiones inaceptables en nuestra relación con el Reino Unido. Con Brasil no hablemos, Lula está decepcionado de Boric porque lo criticó con el presidente uruguayo por su apoyo a Maduro. Con Venezuela estamos en lo que ya sabemos.
El colombiano Gustavo Petro, cuya popularidad cayó a 33%, también está entre los decepcionados del chileno, quien tampoco cultivó relaciones cercanas con los líderes conservadores de Uruguay y Ecuador. Y Andrés Manuel Obrador también enfrió su vínculo con Santiago, defraudado del frenteamplista. Sobre Cuba, Boric no habla, pero sabemos que detrás de Maduro y Daniel Ortega está La Habana con influencia ideológica, militar y de inteligencia. Con El Salvador las posibilidades de cooperar son escasas, más aun con un Bukele con 92% de respaldo. ¿Quiénes quedan? Panamá, Guatemala, Honduras, y los del Caribe, entre ellos Costa Rica y la estable República Dominicana. Y desde luego las simpatías de Estados Unidos y Canadá, que tienen otras prioridades y no son de "la región".
Situación compleja para Chile y Boric, porque la frustración de la izquierda regional con él la lleva a sus acusaciones tradicionales: renunció al programa de transformaciones profundas, traicionó al pueblo que lo instaló en La Moneda, hizo la genuflexión ante el poder económico, se subordinó ante Estados Unidos. Los febriles ataques de Diosdado son la parte visible del iceberg de la izquierda que navega amenazante hacia Boric, un iceberg que incluye al principal y más estructurado partido de su gobierno. En ese sentido, el presidente duerme con el enemigo, a menos que el PC logre domeñar a Diosdado Cabello.