LA PELOTA NO SE MANCHA El que quiera celeste...
POR WINSTON POR WINSTON
Corría el año 1999 y Austin Prain celebraba. Aunque no había acabado el partido más importante del año, parecía que los gigantes de Baviera se volvían a quedar con la orejona. Basler había anotado en los primeros minutos y con Oliver Kahn en el arco, parecía imposible que los diablos rojos pudieran hacer algo.
No era que Austin fuese alemán o un fanático del Bayern Múnich en tierras lejanas, sino que era hincha de "Los Ciudadanos", los archirrivales del Manchester United que, aunque convivían en la misma ciudad, vivían realidades muy diferentes.
Justo el año antes, el Manchester City había descendido a la tercera división del fútbol inglés por primera vez en su historia. Atrás habían quedado sus títulos en la FA Cup, su estrella de Liga y la Recopa europea.
Si no era posible disfrutar por los logros propios, no quedaba otra que conformarse con la desgracia del vecino. Sin embargo, y aunque parezca un cliché sacado de una de las tantas películas de Rocky, "no se acaba hasta que se acaba". Y así sucedió en el estadio del Barcelona en el que se disputaba la Champions. Cuando el tiempo oficial había acabado, en el minuto '91, Sheringham marcó el empate del Manchester United contra el Bayern Múnich y dos minutos después, el asesino con cara de niño, Solskjaer, anotaba el 2 a 1 que le daría la victoria definitiva y, por consecuencia, la ansiada orejona.
Austin Prain lloraba desconsolado. Como suele suceder a los hinchas, juraba que habían sido sus malos deseos los que habían desatado la ira de Dios en su contra y los goles de los diablos rojos eran, vaya paradoja, una forma que tenía el Señor de demostrar que nunca debemos desear mal a nadie.
Aunque era 26 de mayo y faltaban 16 días para su cumpleaños, en ese instante quiso reconciliarse con el de arriba y pidió un único deseo: que algún día un multimillonario se hiciera cargo de su equipo y lo llevara a la gloria. A cambio, juró que nunca más iba a desear mal a nadie, incluyendo a los archirrivales, ni a Schmeichel ni a Giggs, Cole, Beckham, etc. A ninguno de los diablos rojos ni tampoco a los argentinos que hartos malos ratos le habían hecho pasar a su padre el ´86.
Pasaron los años y con su equipo aún sumido en la desgracia, olvidó su deseo. El inicio del siglo XXI fue bastante más auspicioso y Prain volvió a recordarlo cuando un tailandés se hizo de la propiedad del club, pero una serie de problemas personales y judiciales del asiático hicieron que todo quedara en nada.
El sueño parecía desvanecerse hasta que el 1 de septiembre de 2008 llegó un grupo de inversores de Emiratos Árabes Unidos. Austin veía a Arabia como una misma cosa, desierto, camellos y túnicas blancas, lo importante era que producían petróleo y eso implicaba muchos millones.
Los petroeuros parecía que todo lo podían. El 2012 obtenían la Premier League, después de 43 años en una dramática definición. Luego de eso, se abrió el apetito, contrataron al mejor técnico del mundo y solo se habló de una cosa: conquistar la Champions con Pep Guardiola.
Sin embargo, conforme pasaban los años, el deseo parecía ser cada vez más esquivo. Austin Prain pensó que eran ellos las víctimas de una maldición rival, más aún cuando el 2021 fueron sus compatriotas del Chelsea los que le arrebataron el trofeo de las manos.
Todo parecía arreglarse este año, después de derribar al poderoso Real Madrid en la semifinal con una goleada. El camino parecía despejado contra el Inter de Milán, pero un par de errores e intentos de los italianos fueron flashbacks de la final anterior, hasta que, en el último cuarto, Rodrigo Hernández Cascante, Rodri para los hinchas, metió un zapatazo imparable para el arquero del Inter. Y aunque en los últimos minutos, Austin Prain sintió que la maldición del Manchester United volvía a acosarlo, la torpeza de Lukaku salvó a "Los Ciudadanos".
Aprendida la lección, Austin Prain no celebró hasta que el árbitro sentenció el final del partido y los multimillonarios del Manchester bajaron al césped para llorar como niños o como Prain, que no cabía en su dicha. ¿De qué sirven los millones, si no se alcanza la gloria? Lo primero se acaba, lo segundo es eterno. Desde ahora cuando se hable de las glorias del equipo de Manchester, habrá que aclarar si son las rojas o las celestes.
Mientras Austin Prain derrama lágrimas de felicidad, un niño en Viña, Valparaíso, Praga o Nairobi reza por tener su misma suerte y que un jeque árabe se hago cargo de sus equipos para cambiar su historia.