La filtración del diálogo que sostuvo el Presidente Gabriel Boric con parlamentarios de la Macrozona Sur obtuvo un repudio transversal de los presidentes de partido, parlamentarios, ministros de Gobierno y dirigentes varios, quienes calificaron el hecho como una grave vulneración de los principios básicos del trato democrático entre los actores políticos, más todavía dada la petición expresa hecha por el propio Mandatario al inicio de la reunión de no ser objetivo de grabaciones escondidas.

Este escenario cambió una vez que el diputado RN Miguel Mellado reconoció ser el responsable de dicho acto. Aunque pidió perdón por vulnerar las confianzas puestas en el grupo de 18 diputados reunidos en Cerro Castillo, Mellado dijo no sentir vergüenza por el hecho y planteó que sólo debe rendir cuentas a sus electores en La Araucanía. Enseguida, como si hubiera un movimiento coordinado, recibió una reprimenda tibia del presidente de RN, senador Francisco Chahuán, quien anunció el paso de Mellado a la Comisión de Ética del partido, en tanto una serie de personeros de oposición planteó la necesidad de poner el error en un contexto con temas mucho más importantes que un desliz comunicacional.

La situación ahora está en manos del Ministerio Público, aunque sus derivadas van mucho más allá de la acción que pueda ejercer la Justicia o el tribunal de ética de un partido.

Porque lo que desnudó este episodio es un fenómeno cuasi permanente de la clase política de nuestro país, que extrema hasta la exageración un hecho y sus consecuencias cuando el protagonista es un adversario y, en cambio, lo minimiza cuando es un aliado. Esta relativización permanente, de la que no se salva ningún partido o tendencia, afecta profundamente el espacio público y es una de las principales razones de la desafección que existe en la ciudadanía y la mala evaluación que otorgan los chilenos a instituciones como el Congreso y los partidos políticos, que están llamados a ser pilares del ejercicio democrático. Sería ingenuo pensar que el caso del diputado Mellado represente un punto de inflexión en este tema, pero al menos deja al desnudo, como pocas veces antes, una práctica que daña la convivencia de todos.

Intenso ha sido el debate sobre adelantar o no las dos semanas de vacaciones de invierno y la definición de cuál será la autoridad sanitaria que defina qué, cuándo y cómo se debe hacer. Para mi entender, esa es la parte más rápida de resolver, pero la conversación de este instante en educación debe centrarse en qué hacemos con el drama educativo que nos muestra el Simce como resultado de la pandemia que recién acaba: descenso estrepitoso de los puntajes y una lamentable brecha de género que aumenta.

Ante eso, me parece razonable la estrategia definida por el ministro que ha implementado de manera muy oportuna la Seremi de Educación de la Región: la reactivación educativa, que debe ser el centro, y hacer serios y constantes esfuerzos por recuperar los tramos de aprendizaje curricular que están pendientes desde la cuarentena.

Me permito en insistir en que poner el foco en la enseñanza es ponerlo sobre lo que le acontece al docente en el aula -lo que no es poco-, pero también debemos poner el ojo y las energías en el aprendizaje, pues al iluminar ese proceso lo que estaremos observando y apoyando consecuentemente es la relación que se establece entre el educador(a) y el estudiante y que genera aprendizajes reales y significativos.

Bien dice el ministro Ávila que era previsible un colapso mayor, lo que es una tremenda noticia en el marco de esta mala noticia. Y más allá de lo que decida la autoridad sanitaria respecto de si adelanta o no, o si alarga o no las vacaciones, la tarea del sector educativo es resolver con fineza ese despliegue de esfuerzos para mejorar los resultados educativos.

Hoy, los niños y niñas de nuestras escuelas están sometidos a una presión velada por recuperar los contenidos perdidos y, claramente, ellos no son los culpables de este descenso educativo, sino que son las víctimas de una pandemia y de una incapacidad del sistema educativo (del que me siento parte) de asegurar condiciones relevantes de igual manera, con o sin pandemia de por medio.

Somos nosotros los certificados y formados para lograr estos objetivos. Y pese a los contextos, debemos generar el despliegue neuronal para lograr los aprendizajes que el diseño curricular y socioemocional espera que ocurran en las escuelas, ya sea socializando herramientas para vivir en sociedad o través de aprendizajes duros, que son fundamentales para el desarrollo formativo de los niños y niñas y adolescentes y también son mecanismos fundamentales de la convivencia en sociedad.

Estamos en uno de aquellos momentos societarios en que el foco es uno y debemos sumarnos con responsabilidad y compromiso por el desarrollo educativo del país. La educación es riqueza y no debemos perder energías de gestión desviando la mirada de esta conversación, la única conversación relevante hoy.