La educación (no) puede esperar
La que debió ser la principal batalla del Gobierno es hoy quizás su peor pecado: el abandono final de la educación pública. La educación está hoy dejada de lado y administrada por un ministro que, más allá de inexcusables acusaciones cargadas de homofobia, sencillamente no ha hecho su trabajo.
El impresentable daño dejado por las lluvias del sistema frontal en más de 50 de los 66 liceos, escuelas y jardines infantiles administrados por el Servicio Local de Educación Pública (SLEP) en las comunas de Valparaíso y el Archipiélago de Juan Fernández (con arreglos de hasta 600 millones de pesos que terminaron lloviéndose de todas formas) resulta aún más indignante tras los lastimosos resultados de la última evaluación Simce, de noviembre de 2022, realizada a alumnos de cuarto básico y segundo medio, la primera en medir los resultados pospandemia en Matemáticas y Lectura.
Así, no sólo se mantienen las brechas socioeconómicas históricas, sino que también se manifiesta una alarmante brecha de género, seguramente exacerbada -de acuerdo con Comunidad Mujer, citada en un agudo reportaje de Ciper Chile- por la "agudización de los roles de género que propició la pandemia y el confinamiento en los hogares, y que llevó a que las niñas y adolescentes mujeres, en mayor proporción que los varones, a tener que dedicarse a las labores domésticas y de cuidado, lo cual plausiblemente disminuyó sus posibilidades y tiempo para aprender en contexto de clases a distancia".
Sobre la mesa se han puesto las múltiples acusaciones al exministro de Educación de la administración pasada por su reticencia a cerrar las escuelas durante la pandemia y la desmesurada posición del Colegio de Profesores por tener siempre la última palabra, con intransigentes presiones de por medio.
Con todo, lo cierto es que el actual Gobierno, el cual llegó al poder precisamente gracias a su lucha por la educación (universitaria, en su caso), no ha sabido concentrarse en el que quizás debió ser su principal objetivo: corregir la desigualdad de nuestro país a través de la mejora de la educación pública, hoy tristemente dejada de lado y administrada por un ministro que, más allá de inexcusables acusaciones cargadas de homofobia, sencillamente no ha hecho su trabajo. En los próximos días veremos cuál es la reacción de los estudiantes secundarios.