Pese a que la polémica transferencia directa de $426 millones ocurrió en Antofagasta, la compleja y creciente trama que provocó las salidas del seremi de Vivienda de esa región, Carlos Contreras, y de la subsecretaria del mismo ramo, Tatiana Rojas, además de la caída en desgracia del expresidente y actual representante legal de la fundación Democracia Viva, Daniel Andrade, y de su expareja, la diputada Catalina Pérez, todos miembros de Revolución Democrática (RD), golpeó directamente a la Región de Valparaíso a través de tres personajes y un conglomerado de organizaciones de primera línea: la mencionada exsubsecretaria Rojas, quien hasta el sábado por la noche aún era la encargada de la reconstrucción del incendio de fines del año pasado en la parte alta de Viña del Mar; el senador Juan Ignacio Latorre, quien en su rol de presidente de RD cometió todos los errores posibles al enfrascarse primero en una guerrilla sin sentido al defender a Rojas a rajatabla y colgar eventuales responsabilidades al ministro Carlos Montes (PS), luego desmentidas por la propia Rojas, y finalmente anunciar querellas y suspensiones de militancia. La tercera es la alcaldesa de Viña, Macarena Ripamonti, golpeada por partida doble por la salida de la encargada de la reconstrucción y por el feble desempeño del presidente de su partido, a quien -junto a su colega alcalde de Maipú, Tomás Vodanovic- le habría exigido subir la vara al percatarse de las impresentables contradicciones en las cuales cayó. La cuarta y última corresponde a las diversas fundaciones y organizaciones civiles, entre ellas ProCultura, supuestamente también vinculada a RD por intermedio del core y excandidato a alcalde de Limache, Sebastián Balbontín, y quizás injustamente salpicada en esta pasada, como lo ha establecido su director ejecutivo, Alberto Larraín.

Como bien puede colegirse, hay muchos que esperaron este momento para ver caer a RD, más aún después de la frasecita de la superioridad moral de Giorgio Jackson, pero será el Ministerio Público, a través de la Fiscalía de Antofagasta, el que deberá investigar y reunir las pruebas para llevar el caso ante la justicia. ¿Dobles contratos? ¿Corrupción? Como dijo ayer el ministro Montes, esto está recién comenzando.

Este 26 de junio es el natalicio de Salvador Allende, uno de los personajes más importantes de la historia de Chile y reconocido a nivel internacional. De hecho, varias calles y plazas llevan su nombre en ciudades como Estambul, Montevideo, La Habana, Ramala (Palestina), Bogotá y Sidney, por nombrar algunas, reconociendo sus pergaminos republicanos, más que por su ideología.

Como todo personaje de peso histórico, Allende tiene apasionados adherentes y enconados detractores, aunque nadie puede discutir su figuración pública como diputado, senador, presidente del Senado, Presidente de Chile y la figura más icónica de la izquierda chilena en toda su historia. Fue, además, médico, fundador del Colegio Médico, ministro de Salud durante el gobierno del Presidente Pedro Aguirre Cerda y, como tal, gran forjador del Sermena. Como parlamentario lideró el avance más sustantivo que ha existido en la salud pública en Chile, con la creación del Servicio Nacional de Salud, que unificó y tejió todo el sistema de este rubro en el país.

Nadie puede desconocer que, junto al doctor Eduardo Cruz-Coke, miembro del Partido Conservador y ministro de Salubridad (1937-1938) en el régimen del Presidente Arturo Alessandri, Allende es una de las figuras más señeras en lo relativo a la contribución a la salud pública de nuestro país. Desconocer aquello es o mezquindad o, lisa y llanamente, ignorancia. Por eso llama la atención que la derecha, en especial la democrática y liberal, caiga en la pulsión afiebrada de la ultraderecha.

La derecha razonable, que entiende que las grandes cosas no se construyen desde las trincheras ni las coyunturas cortoplacistas, debe entender que hay figuras que aun cuando no sean de la aceptación política de todos, son trascendentes en la historia republicana de nuestro país. Olvidan ellos que casi todos los monumentos en Chile pertenecen a figuras de los sectores conservadores y que, sin embargo, hemos -los de izquierda- sabido entender que ésta trasciende de dicho origen.

Por eso, cuestionar que el Hospital Biprovincial Quillota-Petorca pase a llamarse Salvador Allende Gossens me parece un descriterio, más cuando aún no se resuelve el nombre de este centro asistencial, que eventualmente podría con justicia llevar el rótulo del exmandatario socialista… Sin embargo, con un nerviosismo inusitado irrumpen personeros derechistas oponiéndose a esta opción -todavía no resuelta- con encuestas y otros subterfugios.

Hoy, ningún recinto hospitalario de nuestro país lleva el nombre del doctor Allende. No se entiende, por tanto, que se niegue este merecido derecho tan sólo por su procedencia política e ideológica… A menos que para ser parte de la historia de Chile sólo se deber tener un origen y domicilio de un cierto sector político, como la derecha.

Puedo entender estos cuestionamientos cuando provienen desde la vereda de los afiebrados que elevan a Augusto Pinochet a nivel de estadista, pero no de aquella derecha razonable que entiende que la verdad no es patrimonio de un sector y que en la historia la democracia se construye desde la visiones distintas que luchan por Chile: cada cual desde su legítima posición.