Como ya estamos acostumbrados en este país, muy reciente es el caso de la exconvencional Elisa Loncón en Estados Unidos, donde cargó a los medios de comunicación nacionales y a las supuestas fake news la responsabilidad de la aplastante derrota en el plebiscito del fracasado proyecto constitucional que ella misma encabezó, ahora fue el turno de nuestro siempre tan internacional alcalde Jorge Sharp, quien relató la apocalíptica situación que se vivía en Valparaíso antes de su llegada y de cómo la Alcaldía Ciudadana logró igualdad, dignidad y tantas cosas más terminadas en ad para todos, mientras hoy la gente baila feliz por las espléndidas y prístinas calles de la ciudad.

El escenario fue el Cuarto Foro Mundial de Ciudades y Territorios de Paz en Bogotá, Colombia, encuentro al cual viajó acompañado por la directora de desarrollo comunitario (Dideco), Carla Meyer.

Allí, Jorge Esteban esbozó una magnífica presentación que dio cuenta de cómo él y su gente lucharon en contra de las malvadas inmobiliarias con el maravilloso Plan Regulador que hoy existe. Y no sólo contra las inmobiliarias, sino que contra "todos los partidos, la prensa y los concejales", la Alcaldía Ciudadana logró "construir comunidad" y "transformar" la ciudad, emblema de la privatización de la salud, el agua, la educación y las pensiones, logrando "conectar" a la gente con "la memoria" y terminar con la mañosa mafia castropintista que desbancó a la otrora Joya del Pacífico.

Como se habrá colegido, el alcalde utilizó más efectos especiales que los que le pusieron a Harrison Ford en la quinta entrega de Indiana Jones.

Derecho a pataleo

Como ahora todos, aunque se hagan los tontos, leen El Mercurio de Valparaíso (en digital, quioscos o, derechamente, pirateado en PDF) y nadie se pierde la amable y bienintencionada columnita de "la consentida", no son pocos los que patalean porque salen (¿cómo le va, amigo Luis Alberto Rodríguez?) o porque no salen. Entre los últimos, y a propósito de una lista de posibles candidatos a senadores por la Región de Valparaíso en las próximas parlamentarias, aparecieron los Pepa lovers, alegando por la omisión (preterición, como diría el ilustradísimo Javier Gómez) del santo nombre de María José Hoffmann en la plantilla. Error corregido. Se me pasó, nomás. Sí, como les conté la semana pasada, mi mamá se fue a visitar a mi abuela a Pemuco, a como una hora en auto al sur de Chillán, y me dejó cuidando al tío Pato, que debe ser el viejo más mañoso que hay en todo el hemisferio sur.

A los Pepa lovers les siguieron, cómo no, los radicales. ¿Quién me manda a meterme al 172° aniversario de Bomberos de Valparaíso en el Congreso? Entre los uniformados encabezados por "Melón" Paredes, "Chico" Erasmo, "Goñi" Le Dantec y otras estrellas, como "Marquitos", "Guagüito" y "Monito", se colaron algunos representantes del partido de Pedro Aguirre Cerda, Juan Antonio Ríos y Gabriel González Videla para hacerme presente que no han descartado la batalla larga por esta región y cuyo espadachín debiese ser, con toda seguridad, el periodista serenense, exsenador y excandidato presidencial, Alejandro René Eleodoro Guillier Álvarez.

Ripascout

Bastante emocionada se vio a la alcaldesa Macarena Ripamonti en el marco de un convenio de colaboración entre la Asociación de Guías y Scouts de Chile y la Municipalidad de Viña del Mar. Precisamente conocida por su pasado scout junto a su inigualable amigo Pato Rojo (¡córtenla de llamarlo Pato Flojo!), la jefa comunal posteó en Instagram las instantáneas de la jornada. Sin embargo, la cuenta de "Salvemos el Bosque de Reñaca" le sacó en cara no haber cumplido su promesa de rescatar el espacio, hoy "amenazado" por un proyecto inmobiliario.

Ripamonti respondió aduciendo que el municipio ingresó la declaratoria de humedal e invitándolos al diálogo.

Pero no contaba con que también saldría al paso otra cuenta, ahora la de "Un Parque para Salinas", que rebatió sus argumentos y la conminó a realizar modificaciones parciales al Plan Regulador y así modificar la normativa para proteger los territorios. "Incluso Reginato realizó varios cambios seccionales como se llamaban antiguamente. Eso recae en ti, es tu decisión y no de otras autoridades", fue la respuesta.

Hasta ahí nomás llegó la conversación.

Hace un par de décadas la destacada periodista María Olivia Monckeberg publicó un libro que en su momento causó impacto y que sigue gozando de notable actualidad: El saqueo de los grupos económicos al Estado chileno (2001), una completa, detallada y muy bien documentada investigación sobre los grupos económicos que nacieron y crecieron bajo la dictadura militar, y que de alguna manera es una versión criolla que anticipa varias ideas de la famosa doctrina del shock de Naomi Klein.

La larga sombra de ese origen incómodo parece haber permeado en los cimientos de nuestra frágil democracia, porque la corrupción es un fenómeno inherente a la naturaleza humana. Por eso, no sorprenden los detalles del llamado "Caso Fundaciones" que, hasta el momento, afecta a sólo uno de los partidos de la coalición de gobierno, Revolución Democrática.

Lo que sí llama la atención es el método, el mecanismo diseñado para expoliar al Estado, demasiado burdo y poco sofisticado para ser real. Pero lo es, y eso obliga a conjeturar una explicación que, ante todo, es generacional. Por supuesto, no deseo implicar que todos los políticos incurran en este tipo de prácticas. Una generalización así no sólo sería apresurada, sino especialmente injusta.

Para la generación que está en el poder todo es político, pero no en el sentido técnico de biopolítica (a la manera de Foucault, Esposito y Agamben), sino más bien prosaico e instrumental. Los relatos, los cuerpos, las ideas, las formas y hasta la vida misma es política. Un delito es un "error político"; una grave equivocación es una "imprecisión política"; y una falta administrativa es un "descriterio político". Irónicamente, lo único que no es político es la responsabilidad política. Porque en el inefable Reino de Chile ninguna autoridad asume su responsabilidad.

El defecto cardinal de esta generación no es tanto la soberbia o la falta de experiencia, sino la impaciencia. Todo debe ser ahora, instantáneo e inmediato. Hay un desprecio por el proceso, las sutilezas y la experiencia.

Prevalece el resultado sobre el camino recorrido por los que estuvieron antes.

De ahí la apelación a una utópica igualdad sustantiva, que no es sino una igualdad forzada y artificial, impuesta a través de la violencia del Estado.

Esta generación olvida (o nunca supo) que lo instantáneo suele ser, también, efímero, y que toda revolución tiene una fecha de caducidad. Para emplear una metáfora futbolística: hay que ganar en los 90 minutos, porque en caso de alargue el resultado es incierto, y muchas veces contrario a los intereses revolucionarios.

En sus luces más bajas, esta generación contrasta con la vieja guardia pretoriana de Aylwin, Valdés, Cumplido, Boeninger y Silva Cimma; e, incluso, con los estándares éticos de la generación de los 30 años, que ha sido incapaz de defender su legado, sucumbiendo a la falsa moralina y a la tentación de los discursos autoflagelantes.