APUNTES DESDE LA CABAÑA Conversión camino a Madrid
POR ROBERTO AMPUERO ESCRITOR, EXCANCILLER, EXMINISTRO DE CULTURA Y EXEMBAJADOR EN ESPAÑA Y MÉXICO ESCRITOR, EXCANCILLER, EXMINISTRO DE CULTURA Y EXEMBAJADOR EN ESPAÑA Y MÉXICO
En su visita a Madrid, finalizada ayer, Gabriel Boric celebró a Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, quien a su vez lo asemejó a Salvador Allende. España se encuentra a siete días de las elecciones generales en las que el socialdemócrata Sánchez, aliado con la izquierda dura y referente del Frente Amplio, puede perder el poder. Sorprende que nuestro presidente no postergara esa visita para evitar verse involucrado en un proceso interno en el cual, como jefe de estado, convenía guardar distancia. La razón: España es un aliado estratégico y crucial, entre otros asuntos, para elevar el nivel de nuestras relaciones con la Unión Europea.
Es inusual que los presidentes visiten a colegas en campaña electoral porque el ambiente nacional suele polarizarse, y aparecer alineado con un sector bajo esas circunstancias causa un efecto fácil de predecir. Los gobiernos lo evitan porque es nocivo ser visto como intervencionista en un país amigo y quedar off side con la derrota del colega respaldado. Boric debió haber solicitado saludar al líder de la oposición española, Nuñez Feijoo, favorito este 23 de agosto. Un gesto como ese hubiese equilibrado las cosas, y algo así hizo Sánchez cuando visitó Chile el 2018. Boric arguye que la fecha era inamovible por estar programada, pero la excusa es feble: el Rey de Inglaterra acaba de cancelar su visita de Estado (superior en rango a la oficial, que realiza Boric) a Francia por la crisis en ese país; y el presidente Macron la suya a Alemania por la misma razón.
Lo que más sorprendió fue el discurso en que Boric elogió "los 30 años" en Chile, pues viene condenando ese período desde que debutó en política. Su postura nihilista ha sido el mascarón de proa de su identidad y la del Frente Amplio, y el trampolín que lo catapultó a La Moneda. Muchos nos preguntamos si escuchábamos bien. ¿Boric celebraba en Madrid en tono emocionado "los 30 años" por él tan vilipendiados, y a lo que atribuyó los males de Chile, descalificación que extendió a los políticos veteranos que lograron avances en la medida de lo posible y a las generaciones que hicimos esto realidad, pero que a sus ojos obligaba a refundar el país con una constitución radical?
Sí, era cierto. En algún punto del vuelo entre América y el Reino de España se había producido una conversión que anunciaba urbi et orbi desde Europa. Boric había aterrizado en el Viejo Continente, que celebra a Chile por su transición a la democracia con estabilidad y prosperidad, presentando una visión renovada de la patria, una que calza con la que los europeos moderados tienen de Chile. Una conversión, diría yo, parcial porque en otro discurso en Madrid, condecoró al exjuez Baltasar Garzón, que logró la detención de Pinochet, y que en 2012 fue expulsado de la carrera judicial y condenado a once años de inhabilitación por prevaricación, y celebró al expresidente del gobierno, Rodríguez Zapatero, aliado de Nicolás Maduro y Evo Morales. Allí Boric pronunció un discurso nada renovado.
Soy un converso. Transité hace 47 años del comunismo al liberalismo por haber conocido dos regímenes totalitarios (uno ya se extinguió, el otro languidece), y conozco a numerosos conversos. La gente cambia porque el mundo cambia. A los treinta pocos piensan como a los veinte, y a los sesenta pocos piensan como a los treinta. Eso sí: la conversión suele ser un proceso largo, arduo y doloroso, plagado de crisis e interrogantes, un tránsito desgarrador de una convicción profunda a otra. Eso exige de las personas públicas y más aun, de un mandatario, una explicación ante la ciudadanía. De lo contrario esa metamorfosis puede oler a frivolidad, oportunismo e inestabilidad.
Hay que ser justo: También existen conversiones instantáneas, como la de San Pablo. Según Corintios, el romano Paulo de Tarso, feroz perseguidor de los cristianos, viajaba a Damasco para seguir en esa persecución cuando un resplandor lo hizo caer del caballo. En ese instante ocurrió la conversión por intervención divina, dice La Biblia, y Paulo se convierte en un hombre nuevo, y lo demás es historia.
Todo es posible, pero algo es innegable: sea conversión gradual o instantánea, en el caso de una figura pública es ineludible un acto de coraje: entregar una explicación coherente tanto a los millones que votaron por quien hasta poco pensaba de forma diametralmente opuesta, como a aquellos que lo ven cruzar el río hacia la propia orilla y necesitan entender para creer que su cambio es genuino.
Y hay algo de dimensión histórica: desde la perspectiva de la figura de Salvador Allende, político que sacrificó lo más precioso que tenía por sus convicciones, y con quien Boric gusta identificarse, me permito suponer que esta repentina conversión sobre el Atlántico resulta en extremo difícil de digerir.