¿Quién es más libre?
Joaquín García-Huidobro
Mucha gente piensa que la libertad es simplemente hacer lo que uno quiere. ¿Será así?
Para responder, te invito que vayamos por un momento a la antigua Grecia, al siglo IV a. C. En el Gorgias, un diálogo de Platón, se recoge una conversación muy actual. Uno de los participantes, Calicles, pensaba que era más libre el que hacía lo que quería, especialmente si eso era algo malo y tenía el poder suficiente para que nadie lo castigara. Se trataba, en definitiva, de dar rienda suelta a todas las pasiones y de ser lo suficientemente poderoso para satisfacerlas. Por eso, el modelo de hombre libre para él era nada menos que el tirano.
Son palabras sorprendentes, pero en ellas Calicles no hace más que llevar hasta las últimas consecuencias la idea de que la libertad consiste en hacer lo que uno quiere. Sin embargo, al frente suyo hay un personaje del todo singular: Sócrates. Es tan especial, que sostiene algo que te sorprenderá: el tirano es el único que no hace lo que quiere. Parece rarísimo, ¿no? Según eso ni Nerón, ni Hitler, ni Stalin hacen lo que quieren. Ellos, le dice Sócrates, hacen "lo que creen que quieren", lo que evidentemente no es lo mismo.
Esto se entiende si pensamos, por ejemplo, en el caso de Sméagol. El nombre te sonará conocido si has leído o visto El Señor de los Anillos. Te cuento el comienzo, por si no conoces esa obra, que de paso te recomiendo. Sméagol estaba pescando con Deágol, su primo, y encontraron un anillo de singular belleza. Tuvieron una disputa acerca de quién debía quedarse con él y Sméagol mató a Deágol. Era un anillo muy especial: quien se lo ponía se volvía invisible.
Hacerse invisible es tanto como poder hacer todo lo que a uno se le ocurra sin que nadie esté en condiciones de castigarlo. Y eso es lo que hizo nuestro personaje. El problema, sin embargo, no era tan sencillo. Aunque un anillo así permita cometer crímenes perfectos, hay algo que no puede remediar. Uno puede asesinar, robar, violar o traicionar sin ser castigado, pero no puede evitar volverse asesino, ladrón, violador o traidor. Cuando elegimos algo, al mismo tiempo nos elegimos a nosotros mismos.
Así las cosas, Sméagol experimentó un cambio completo y se transformó en un auténtico monstruo: Gollum. Se quedó con su anillo, pero al costo de ser completamente irreconocible y llevar una existencia triste y solitaria. ¿Hizo Sméagol "lo que quería" o hizo sólo "lo que creía que quería"? ¿Habría matado a su primo de haber sabido cuál era su futuro? Parece que se autoengañó y que, si Sócrates tiene razón, él, los tiranos, y todos los que creen que la libertad es simplemente hacer lo que a uno se le ocurra, aunque sea malo, son más bien dignos de lástima. En ningún caso constituyen un modelo para imitar.
Historias como esa, por desgracia, no están sólo en los libros. Cuando escribo estas líneas se me viene a la mente el recuerdo de Tito (obviamente cambié el nombre). Lo conocí hace varias décadas. Era absolutamente brillante, muy simpático y cultísimo: había leído toda la literatura imaginable. Le bastaba con encerrarse un par de días antes para sacarse buena nota en los exámenes. Sus compañeros le hacían bromas por sus famosas borracheras y por otros gustos parecidos. Todo parecía muy divertido, pero pasó el tiempo.
La penúltima noticia que tuve de él fue un correo electrónico suyo. Me decía que estaba desesperado. A causa de la droga, había destruido a su familia y había contraído varias enfermedades graves a causa de su vida destemplada. La última noticia fue que había muerto por una de ellas.
Si Tito hubiese podido leer ese dramático correo que me iba a escribir dentro de muchos años, ¿habría hecho las mismas cosas? Por ningún motivo: se habría horrorizado. No hizo lo que quería, sino lo que creía que quería. Él pensaba que estaba pasándolo bien, tomando whisky o volando bajo los efectos de una droga, cuando en realidad destruía su vida.
Me dirás que los ejemplos de Sméagol y de Tito son casos extremos. En eso estoy de acuerdo. Sólo quiero resaltar que no está claro que la libertad sea simplemente hacer lo que uno quiere, porque primero hay que preguntarse qué es aquello que uno quiere realmente.